Alaric sonríe de medio lado, deslizando su lengua por mi piel, sin apartar esos infernales ojos de mí. Mi centro palpita, lo necesito con desesperación. El deseo me consume. Sé que se acerca lentamente a propósito, disfrutando de mi impaciencia. Estoy a punto de decirle que se dé prisa, cuando su l
Él me sujeta por la nuca con una mano, mientras con la otra guía mi cabeza hacia abajo. —Saca la lengua, cariño. Obedezco sin chistar, deslizando la lengua sobre la punta y saboreando su regusto salado. —Buena chica —murmura con un tono lleno de placer. Envuelvo la punta con mis labios y la chup
|Alaric Kaiser| Me aprieta demasiado. Respiro hondo y me apoyo contra su frente para no perder el control y terminar lastimándola. Aisling gime bajito cuando me muevo de nuevo hacia adentro, y veo indicios de una lágrima en el rabillo de su ojo. —Iré despacio —prometo, acariciando su nariz con la
—Eres increíble, qué puta maravilla. Cada movimiento de sus caderas lleva un ritmo perfecto, y me estoy volviendo loco. Levanto la pelvis mientras ella baja y deja caer la cabeza hacia atrás. —Justo ahí, justo ahí… Se desploma sobre mi pecho y me engancha del pelo. Se balancea contra mis embestid
Abre los ojos y me observa en silencio, levantando ligeramente la cabeza para mirarme de frente. —¿Qué pasa? —pregunto, intrigado por la intensidad de su mirada. No responde de inmediato. Sus ojos se clavan en los míos, explorándome como si buscara algo más allá de lo evidente. Su intensidad me de
Ella entrelaza sus manos con las mías, su mirada llena de preocupación. —Me dijiste que no te apresurarías —me recuerda con suavidad—. ¿Estás segura, mi niña?. —Sí, Nana. Quiero estar con Alaric. Ahora no hay nada que nos impida estar juntos. Sé que... la pasé muy mal a su lado, pero también sé qu
Alaric Kaiser| Esto es peor que una conferencia de prensa llena de reporteros con preguntas imposibles de esquivar. Peor que tener que esquivar paparazzis en cada esquina. Aquí hay ojos curiosos, murmullos que no cesan, miradas pícaras y risitas mal disimuladas de puro cotilleo. Y aquí estoy yo,
Me lavo las manos y salgo, secándome en el delantal. Supongo que para eso está. Sin embargo, al regresar al mostrador, me detengo en seco: Aisling está riendo animadamente con tres chicos. Tres. «Cálmate, Kaiser, aquí no», me repito como un mantra. Sé perfectamente quiénes son. Son sus compañeros