Pero me negaba a aceptarlo. No deseaba a Margaret de esa manera, como mujer, no podía ser posible. ¿Cómo había sucedido esto?. Sin embargo, las pruebas eran irrefutables. Las marcas recientes en su cuello, las heridas en sus labios, todo indicaba que había ocurrido la noche anterior. No podía negar
|Dorothea Weber| El día ha sido un infierno. Encerrada entre estas paredes, mi único derecho ha sido permanecer en esta vieja cama, soportando el frío que se filtra como un verdugo. La humillación se suma cuando debo usar la campanilla que Artem me dejó para llamar a alguien que desate las cadenas
Cuando abre la caja, mi corazón se detiene y una oleada de náuseas sube rápidamente por mi garganta. Un grito desgarrador se escapa de mis labios, haciendo eco en las cuatro paredes de la habitación. Aparto la caja con asco, estremecida, mientras Artem suelta una carcajada y la cierra con calma. Me
—Te lo advertí, Kukla. Ibas a pagar por lo que hiciste —murmura con una frialdad escalofriante antes de arrancarme la prenda íntima de un solo tirón. La piel enrojecida arde bajo su contacto—. Este es tu castigo. Espero que lo que viste en esa caja te sirva como lección. —Con un movimiento brusco, m
Ayer fue un día largo. Fui al hospital a ver a Alonso, y pasé un rato con él y con Marcus. A pesar de lo mal que aún estaba, Alonso trató de sonreír y me dijo que no me sintiera culpable, que esto no era mi culpa, aunque aún no sabía quién lo era. Después de eso, Marcus y yo decidimos ir a un parqu
Sus ojos recorren el lugar, las personas y, finalmente, se detienen en mí. Hay un brillo peculiar en su mirada, y la comisura de sus labios se eleva en una sonrisa cálida. Camina directamente hacia mí mientras las puertas se cierran tras ella. Su perfume, una delicada esencia de camelias, invade mi
—Sí, señora, nos llevamos muy bien —respondo, forzando una sonrisa mientras miento a Zelda. Ella nos observa a ambas con afecto y un alivio evidente—. Alaric y ella hacen una excelente pareja. —Me alegra escuchar eso —comenta Zelda, satisfecha—. Aunque Alaric no haya estado presente durante esos la
Intento sentarme, pero no puedo. Un brazo fuerte, cálido, me rodea con firmeza. Giro la cabeza y ahí está él: Artem, profundamente dormido. Su cabello desordenado le cae sobre la frente, y su rostro, perfectamente tallado como una escultura, está relajado. Los ojos cerrados, la respiración tranquila