Los pasos se detienen justo frente a la puerta. Mis ojos no se apartan de ella, esperando, cada segundo más largos que el anterior. La estructura de hierro deja escapar un chirrido metálico cuando la llave entra en la cerradura. El sonido de la llave girando se amplifica en el silencio absoluto, y m
—Estás loco... —murmuro, temblando. —Lo sé, nena —responde con un deje de satisfacción mientras acerca el vaso a mis labios—. Ahora, bebe un poco de agua. Te ves sedienta. Lo miro con ojos afilados, cada célula de mi cuerpo buscando una forma de resistir. Artem, notando mi intención, sonríe de lad
Me encontraba tan destrozado emocionalmente por la avalancha de problemas que me agobiaban, que terminé refugiándome en mi bar privado. Bebí varias copas, intentando ahogar ese sabor amargo que el dolor había dejado en mi pecho. Pero incluso con el alcohol corriendo por mis venas, no podía apartar a
Pero me negaba a aceptarlo. No deseaba a Margaret de esa manera, como mujer, no podía ser posible. ¿Cómo había sucedido esto?. Sin embargo, las pruebas eran irrefutables. Las marcas recientes en su cuello, las heridas en sus labios, todo indicaba que había ocurrido la noche anterior. No podía negar
|Dorothea Weber| El día ha sido un infierno. Encerrada entre estas paredes, mi único derecho ha sido permanecer en esta vieja cama, soportando el frío que se filtra como un verdugo. La humillación se suma cuando debo usar la campanilla que Artem me dejó para llamar a alguien que desate las cadenas
Cuando abre la caja, mi corazón se detiene y una oleada de náuseas sube rápidamente por mi garganta. Un grito desgarrador se escapa de mis labios, haciendo eco en las cuatro paredes de la habitación. Aparto la caja con asco, estremecida, mientras Artem suelta una carcajada y la cierra con calma. Me
—Te lo advertí, Kukla. Ibas a pagar por lo que hiciste —murmura con una frialdad escalofriante antes de arrancarme la prenda íntima de un solo tirón. La piel enrojecida arde bajo su contacto—. Este es tu castigo. Espero que lo que viste en esa caja te sirva como lección. —Con un movimiento brusco, m
Ayer fue un día largo. Fui al hospital a ver a Alonso, y pasé un rato con él y con Marcus. A pesar de lo mal que aún estaba, Alonso trató de sonreír y me dijo que no me sintiera culpable, que esto no era mi culpa, aunque aún no sabía quién lo era. Después de eso, Marcus y yo decidimos ir a un parqu