El castaño, por su parte, no se molesta en disimular su desesperación. Se manosea con ansias, esperando su turno como un niño al final de la fila, sus ojos fijos en mí, brillando con una mezcla de admiración y necesidad. —¿Esto es todo lo que tienen? —murmuro, dejando que el sarcasmo gotee de mi vo
—No tienes derecho a irrumpir así, Artem. No eres nadie para meterte en mis asuntos—Las palabras salen afiladas. Por un segundo, el silencio se adueña de la habitación. Luego, un sonido grave, casi gutural, escapa de su garganta. Artem da un paso hacia mí, invadiendo mi espacio personal, tan cerca
—¡Quítate del medio, m*****a sea! —gruñe furioso. —¡No me muevo! —le grito, enfrentándolo con una determinación suicida—. ¡Ya basta, Artem! Déjalos ir. ¿No te dijeron que fui yo quien se les lanzó encima? Si alguien merece el tiro, soy yo, no ellos. Sus ojos chispean con un odio visceral, su mand
|Aisling Renn| El sol de la mañana se filtra por la ventana. Abro los ojos y parpadeo, moviéndome hacia un lado para tantear la cama, esperando encontrar a Thea todavía dormida, quizá con la misma ropa de anoche en lugar de pijama. Para mi sorpresa, estoy sola. Me incorporo en la cama justo cuand
—¿Sin importarte siquiera lo que dijo esa mujer ayer? —inquiero con curiosidad. El tema me afectó personalmente, y estoy segura de que a ella mucho más—. No quiero ser entrometida, pero me tomó por sorpresa. —Me afectó, es verdad —admite con naturalidad—, y, de cierta forma, tú ya me lo habías adve
Un olor extraño, áspero y desconocido invade el aire. El frío cala en mi piel, haciendo que los vellos se ericen como púas. Tengo la garganta seca, irritada, como si cada respiro arrastrara brasas. Mi nariz arde; la sensación es tan intensa que parece fuego contenido en mis fosas nasales. Mis párpa
Los pasos se detienen justo frente a la puerta. Mis ojos no se apartan de ella, esperando, cada segundo más largos que el anterior. La estructura de hierro deja escapar un chirrido metálico cuando la llave entra en la cerradura. El sonido de la llave girando se amplifica en el silencio absoluto, y m
—Estás loco... —murmuro, temblando. —Lo sé, nena —responde con un deje de satisfacción mientras acerca el vaso a mis labios—. Ahora, bebe un poco de agua. Te ves sedienta. Lo miro con ojos afilados, cada célula de mi cuerpo buscando una forma de resistir. Artem, notando mi intención, sonríe de lad