—¿Verdad? —dice, orgullosa—. Soy toda una hembra. —Qué humildad la tuya. —Sí, sí, ya lo sé —se acerca y me da un beso en la frente—. Quédate en la habitación, Lin, hasta que vuelva. Y no olvides pedirle a Kate que te cambie las vendas. Si pasa algo, llámame y vendré enseguida. —¿No vas a decirme
Se llena tanto de coraje por mis palabras hirientes que levanta su mano por impulso, intentando darme una bofetada. Pero una mano la detiene en el acto, antes de que llegue a tocar mi cara. Alzo la mirada y encuentro los ojos gélidos de Kate mirándola por encima de sus impecables gafas transparente
|Dorothea Weber| Ese tipo está completamente loco. Apenas puse un pie fuera de la mansión, el mismo auto de la última vez apareció frente a mí como un espectro al acecho. Sentí un frío en la columna; y por un instante pensé que era algún secuestrador. Pero no, era el tipo de la cicatriz. Me subí a
No pude evitar recorrerla con la mirada otra vez, lleno de hambre. Es perfecta, m*****a sea. Esa boquita rosada y brillante, su piel suave como la seda, esas piernas... esas curvas, todo en ella es cautivador. Y, como su belleza, su peligro es igual de real, pero me atrae, me prende de una forma que
Agarro su cabello y lo estrujo mientras meto el glande con brutalidad en su boca, hasta que toca su garganta. Sin piedad, con vehemencia. —Mierda —la sensación de su boca devorándome es tan placentera que me recorre un escalofrío por todo el cuerpo, y casi me descargo aquí mismo. Esto no es normal.
Me aferro de ambas caderas y le doy tan duro desde atrás que ella grita, sin saber si de dolor o de placer. No le di tiempo para adaptarse ni al tamaño ni al grosor; ya se lo advertí, no soy nada delicado, y aunque no es virgen, ese maldito coño está jodidamente apretado. M****a, pensar en otros qu
|Dorothea Weber| —¿Ya no puedes seguir, anciano? —le pregunto con una sonrisa burlona. Artem, debajo de mí, frunce el ceño y me taladra con la mirada. Sujeta mis caderas y me da la vuelta en la cama, su cuerpo grande ubicándose sobre mí. Sin poder pestañear siquiera, siento cómo entra en mí con v
—¡Segura! —chillo, cansada—. ¿Crees que soy una máquina? ¡Has destrozado mi cuerpo!. —Tú también has hecho lo mismo con el mío —lo analizo y tiene razón; su cuerpo está lleno de mordiscos míos y arañazos que han dejado marcas de sangre—. Ven aquí, kukla. —No. Me lo vas a meter, seguro —lo miro con