Thea entra conmigo a la mansión y me acompaña en silencio mientras subimos las escaleras. Pero justo al llegar al último peldaño, esa voz detestable interrumpe el pequeño respiro que había logrado obtener. —¿Aisling? —la voz de Margaret resuena detrás de mí, obligándome a cerrar los ojos con frustr
Margaret me sonríe de vuelta ante la confusión y la tormenta reflejadas en mis ojos. Retira sus manos de las mías y se recuesta en la silla, observándome con esa fingida simpatía que me desarma. —Supongo que Alaric no te ha contado el verdadero propósito de este matrimonio —dice, con una voz inocen
Hijos... van a tener hijos, y Alaric no fue capaz de decirme nada. Me mintió, me siguió ocultando la verdad hasta el último momento. ¿Un año de compromiso? ¿Tanto tiempo? Aun así… continuó conmigo, dejándome vivir en su mentira. Cada palabra de Margaret sigue resonando en mi mente como un eco doloro
*** |Dorothea Weber| Me despierto desorientada cuando mi teléfono no deja de sonar con notificaciones de mensajes. Me aseguro de que Lin siga durmiendo, y por suerte, lo hace. La pobre quedó seca entre mis brazos, exhausta de llorar tan amargamente que, por poco, mis propias lágrimas también se s
Me envía otra foto. Dios, me quedo muda, la respiración agitada. En la imagen puedo ver mi foto en papel en su mano, cerca de su pene erecto, como si estuviera restregando mi propia cara contra él. Ahora me manda un video corto donde se masturba. Me levanto de golpe y voy al baño, asegurándome de q
Ambos nos esperan en el comedor. Mi rostro es una hoja en blanco, no dejo que nadie vea lo que siento. Me ubico junto a Thea, que empieza a comer sin inhibiciones. Margaret me observa con extrañeza, probablemente por mi ropa, mientras que Alaric no solo me mira, sino que parece devorarme con los oj
|Alaric Kaiser| —¿Dónde carajos está? —exigí, sin paciencia alguna—. ¡Habla de una vez, no tengo todo el día!. —En una cafetería, señor —contestó Tom, nervioso, con la voz temblorosa—. Está con su amiga. —¿Solas?. —No... señor. Sentí cómo la rabia me hervía por dentro, como un veneno. —¿Con q
—Señor —Gerd, por fin, tuvo la decencia de abrir la boca—. ¿Cree que la señorita está con alguien más? ¿Por eso está tan... molesto?. —Ella misma me lo confirmó —gruñí—. Esto ya se está pasando de la raya, Gerd. No solo me está metiendo ideas en la cabeza, puede que sea verdad. Ahora mismo está en