—Alaric, por favor —suplicó en un susurro. Quería mirar a cualquier otro lugar que no fuera ese rostro perfecto, pero estaba atrapada. —No has respondido a mi pregunta, Aisling. —Pero no así... —Solo responde —insistió. ¿Cómo podía hacerlo, estando tan cerca de él? Su mano grande aprisionaba su
—Así es —afirmó hacia su dirección mientras la bajaba —. Ya casi llegamos a tierra firme. Pasada una hora, el barco finalmente atracó en el puerto de la isla de Borkum. Aisling había permanecido en silencio mientras el paisaje de la isla se iba definiendo en el horizonte: largas playas de arena do
—Aisling, por Dios, di algo —insistió Alaric. La chica seguía inmóvil, sin pronunciar palabra, con la mirada fija, no en su rostro, sino en su entrepierna, que ya estaba cubierta—. Oye, mírame. Finalmente, Aisling salió de su burbuja de asombro cuando Alaric se movió hacia ella. Por reflejo, retroc
El sonido del agua cayendo en la ducha se mezclaba con su respiración agitada. Se apoyó en la pared, con los ojos cerrados, intentando calmar la turbulencia en su interior, pero su cuerpo no le respondía. Una imagen invadió su mente sin permiso: Alaric, desnudo, imponente, acercándose a ella. Su pie
—Sí, ¿por qué? —respondió Aisling, sorprendida. —De ninguna manera —dijo mientras pasaba a su lado y se sentaba en la cama con autoridad. Aisling cerró la puerta, desconcertada—. Ve y ponte otra cosa, no vas a salir vestida así. —¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? —preguntó, empezando a molestarse. —H
—¿Alaric? —pronunció Aisling, de espaldas, esperando aún que él aplicara la crema en su piel—. ¿Por qué tardas tanto? Rápido. ¿Rápido? Era lo que quería hacer, pero por primera vez en su vida, una mujer... no, una jovencita, lo ponía nervioso. ¿Y si, al sentir sus manos recorriendo esa piel tersa y
—¿Qué… qué estás haciendo? —preguntó con un susurro tembloroso, su voz rota por la confusión y el miedo. Intentaba entender lo que estaba sucediendo, pero se sentía atrapada, como si la atmósfera densa y tensa que los rodeaba no le permitiera pensar con claridad. Alaric no respondió de inmediato. S
Alaric interrumpió el beso en cuanto escuchó los golpes en la puerta, dejando a Aisling agitada y desorientada. Sus mejillas estaban encendidas, los labios hinchados, y su respiración descontrolada. —¿Quién es? —preguntó él, claramente molesto por la interrupción. —Soy yo, señor, Gerd —respondió s