Aisling quedó en shock. Estaba siendo devorada por esos labios de nuevo, y su corazón latía frenéticamente mientras sentía su lengua buscando conquistar más territorio. Cuando finalmente comprendió lo que estaba ocurriendo, forcejeó con todas sus fuerzas y giró la cabeza, liberándose con un esfuerzo desesperado.Alaric la dejó en el suelo, pero no estaba preparado para lo que sucedió a continuación: apenas Aisling recuperó el aliento, su mano voló con fuerza, estampando una bofetada en la mejilla de él. El golpe resonó seco, provocando un silencio sepulcral. Gerd casi sufre un infarto, Rod se quedó boquiabierto y el resto de los presentes miraba atónito. Aisling, aún agitada y temblorosa, se llevó la mano a la boca, horrorizada por lo que había hecho. Sabía que había cruzado una línea peligrosa.—Aisling… —la voz de Alaric era grave, sus ojos negros como la noche se clavaron en ella. La mandíbula apretada, su expresión se transformó en una mezcla de furia contenida—. ¿Cómo te atreves?
Alaric profundizó el beso con una urgencia que Aisling no podía sobrellevar. Sus labios se movían con posesividad, reclamando cada rincón de los suyos. El peso de su cuerpo, la fuerza con la que mantenía sus manos atrapadas por encima de su cabeza, la hacía sentir pequeña, indefensa... y, sin embargo, un calor extraño comenzó a invadirla, despertando algo en su interior que no podía controlar.El roce de su lengua contra la de ella hizo que sus rodillas temblaran, el pulso acelerado de Aisling palpitando con fuerza en sus oídos. Todo en Alaric era intenso: el sabor amargo del poder que emanaba de cada uno de sus movimientos, la presión firme de sus dedos en su piel desnuda, y la forma en que sus labios insistían en un beso que no le daba espacio para respirar. Era un beso de rabia, de deseo reprimido, de celos.—¿Ves lo que provocas? —susurró contra sus labios, deteniéndose solo el tiempo suficiente para que ambos recuperaran algo de aire, su aliento cálido contra el rostro de Aisling
Aisling apoyó la frente contra la pared del baño, dejando que el agua recorriera todo su cuerpo. Sus ojos permanecían bien abiertos, fijos en el piso, mientras sentía el pulso de su corazón retumbar en sus oídos. ¿Había sido todo aquello un sueño?.Lentamente, llevó los dedos a sus labios, aún sintiendo la leve hinchazón. Alaric había vuelto a devorar su boca a su antojo, de una manera tan salvaje que solo recordarlo le provocaba calor.Las preguntas invadieron su mente. ¿Él estaba enamorado de ella? ¿Por qué la trataba así? ¿Desde cuándo había empezado esa cercanía? Él le dijo que la volvía loco, que la deseaba y que estaba celoso. ¿Todo era cierto? Aisling no dejaba de darle vueltas una y otra vez.No podía negarse a sí misma que le había gustado todo lo que él hizo: desde esos besos tan bruscos hasta las caricias en su cuello. Pero no se sentía del todo bien con la situación. Alaric era su tutor, el hombre que la había cuidado, el mismo que la abandonó por años. El controlador egoc
Esta vez, Aisling sentía menos presión que antes. Alaric no estaba siendo brusco; al contrario, ese beso que compartían era lento y tierno. Aunque con cierta torpeza, ella podía seguir el ritmo. Apoyó ambas manos en su pecho cuando él subió una mano por su espalda para acercarla más a él.El lento movimiento de labios continuaba, cambiando los ángulos. Alaric tomaba sus labios, jalando suavemente del inferior y superior mientras los chupaba. Aisling seguía el ritmo, agitada, su centro palpitando de anticipación. Sabía que estaba mal, pero cuando él era amable y delicado, se sentía bien, le gustaba. Aunque era innegable que también le atraía su lado salvaje.El alemán cortó el beso, dándole espacio para respirar. Aisling lo miró a los ojos, respirando con dificultad, con las mejillas sonrojadas y el corazón acelerado.—¿Te gusta? —preguntó él cerca de su boca—. ¿No te desagrada?.Aisling negó con la cabeza.—¿Y ya no estás enojada conmigo? —a eso, ella no respondió—. Parece que sí.—Qu
La luz de la mañana se filtraba por el ventanal de la habitación. Aisling seguía durmiendo, acurrucada plácidamente, casi encima de su gran oso de peluche humano.Un cosquilleo en su rostro la hizo abrir los ojos. Frente a ella, esos dos abismos negros la observaban detenidamente. Alaric no parpadeaba, concentrado en mirarla, mientras ella seguía aferrada a él, descansando en su pecho con los brazos rodeándolo.Se sorprendió, pero esta vez no se alejó bruscamente como lo había hecho antes. En lugar de eso, le sostuvo la mirada. Incluso recién despierta, él seguía siendo igual de apuesto.—Te mueves mucho cuando duermes —dijo él, rompiendo el hechizo entre ambos—. ¿Es una manía tuya?.—No suelo dormir acompañada de nadie, aún no me acostumbro a compartir la cama —respondió ella, apartando la mirada de sus intensos ojos—. Fuiste tú quien quiso que me quedara.—Lo sé, porque a veces es agradable dormir en compañía.—Tú estás acostumbrado a dormir acompañado de mujeres —murmuró Aisling.—
Aisling esbozó una sonrisa maliciosa. Alaric siempre hacía lo que quería con ella, ¿no era esta su oportunidad de vengarse? Parecía sufrir por lo que ocurría, su rostro distorsionado por el placer. Se veía desesperado.—¿Quieres que me detenga? —le preguntó burlona, disfrutando de la situación—. Pero yo... no quiero detenerme.—Aisling —advirtió él, tenso—. Deja de jugar con eso.—Pero tú me dejaste hacerlo.—Solo observar, no tocar.—Y sigo tocándote, y te dejas. Te gusta.—No eres tan ingenua como aparentas, al parecer.—¿Por qué? Solo juzgo lo que veo —se encogió de hombros—. Tus expresiones, los sonidos que haces, cómo se contrae tu cuerpo. ¿No es obvio? Capté todo muy rápido.Alaric no podía pensar en lo correcto o incorrecto, estaba demasiado excitado, y esa pequeña curiosa y traviesa lo tenía al borde del abismo. Lo peor de todo era que ella no apartaba la mano de su erección, seguía ahí, aferrada, apretándolo. ¿En qué momento se descontrolaron las cosas y llegaron a ese punto?
No podía creerlo, de verdad había sucedido. Aisling permanecía aturdida, rodeada por una sensación extraña, mientras ambos respiraban con dificultad. Sin embargo, era plenamente consciente de lo que había hecho, lo que había presenciado y aprendido.Soltó el agarre y observó su mano, confusa al no entender qué era lo que veía. Alaric pronto lo notó.—Es mi eyaculación —le explicó con suavidad, todavía agitado—. Semen, para ser más precisos. Cuando un hombre está demasiado excitado y llega al límite del placer por el toque de una mujer, expulsa esto.—Entonces tú...—Llegué a mi límite, gracias a ti —susurró, uniendo su frente a la de ella y rozando su nariz con la suya—. Eres increíble, Liebling, fue maravilloso.—¿De verdad? ¿Te sentiste bien?.—Como nunca antes, te lo puedo asegurar —murmuró antes de besarla con ternura—. Aprendes rápido, y eso me encanta.Aisling esbozó una sonrisa nerviosa. Ahora tenía un problema, uno que se manifestaba entre sus piernas. Sentía esa zona húmeda,
Agitada, extasiada y completamente deshecha. Así yacía Aisling en la cama, con las piernas abiertas, aún expuesta a la mirada felina de Alaric. Él se levantó frente a ella tras habérsela devorado hasta agotarla, incluso después de que ella alcanzara el clímax. Por primera vez, Aisling experimentó lo que era llegar verdaderamente al límite del placer.Alaric se observó a sí mismo: seguía duro, insatisfecho. No porque ella no lo hubiera hecho bien, sino porque no era suficiente. Cuanto más la probaba, más la deseaba, más crecía su anhelo de hacerla completamente suya.Miró su centro húmedo, palpitante, rosado e hinchado, tras haber chupado y jalado de sus labios hasta que la piel delicada se tornó roja y esponjosa. Ella estaba lista, vulnerable ante él, preparada para recibirlo en cualquier momento. Podría penetrarla y sacudirse de encima ese deseo enfermizo de poseerla, pero no quería que fuera así.Una parte razonable de su mente le susurraba que esperara el momento adecuado, que ya e