Al servicio del alfa
Al servicio del alfa
Por: Angela-Rossi23
CAPÍTULO 1

Está inquieta. Lo que más le preocupa es su madre. Llama a su padre para preguntar cómo está, pero él nunca responde. Se pregunta: ¿Estará todo bien?. Mira por la ventana de su habitación, mientras espera ansiosa a que su padre regrese a casa. Pero nada. No hay rastros de él, por ninguna parte. Los minutos pasan y se convierten en horas. Las horas pasan y se convierten en días. ¿Qué estará pasando? Se pregunta. Sale de la habitación. Camina por el pasillo y se detiene. Mira a su izquierda. En la pared hay colgado un cuadro de una mujer muy bella. Es su madre. Se acerca y acaricia su imagen. De sus ojos salen pequeñas lágrimas.

Quiere llorar, pero no puede. Hace un esfuerzo y se contiene. Escucha que alguien abre la puerta. Se apresura. Es su padre. Llega a dónde está él, y lo saluda con un Hola y un beso en la mejilla. Le pregunta si todo está bien. El le dice que su madre sigue en terapia, pero que muestra signos de mejora. Eso a Luisa se alegra, ya que tiene la esperanza de que su madre salga adelante. Sin embargo, su padre no se ve muy convencido de eso. Aún tiene dudas. Pero no se lo cuenta a su hija. 

No quiere que se preocupe más de lo que está. Por lo que le da un beso en la frente y sube las escaleras. Camina hacia la habitación y cierra la puerta. Mientras tanto, Luisa va a la cocina y prepara una comida deliciosa para los dos. Sirve la comida a la mesa y espera a que su padre salga de la habitación. Con respecto a ella, sigue feliz por la noticia que acaba de recibir. Porque piensa que aquello es una buena señal. Una señal de que su madre muy pronto estará de nuevo en casa.

*****

Se pone una ropa cómoda y sale del cuarto . Camina por el pasillo. Baja por las escaleras y va a la cocina. Entra en ella y ve a su hija sentada en la mesa. Luego de observar la comida la mira de nuevo a ella y sonríe. Ella le responde de igual manera. No obstante, lo invita a tomar asiento. Una vez sentados, ambos comienzan a disfrutar del almuerzo, pero sin decir una sola palabra. Quizás porque ninguno de los dos, tiene algo que decir. O quizás, porque ninguno de los dos se siente con ánimos de preguntar algo. Es por esa misma razón, que se genera un silencio incómodo. Tampoco se miran. Solo comen en silencio. Victor sabe que algo le preocupa a Luisa.

De seguro piensa que le está ocultando algo. ¿Pero qué? ¿Qué le podría estar pasando? Ante la incertidumbre decide preguntar: ¿Vas a ir de nuevo al hospital?. A lo que su padre le responde: Debo hacerlo. Ella me va a estar esperando. Ante esa sola respuesta Luisa le pregunta si ella también puede ir. A lo que su padre le responde una vez más: que si. Que no hay problema con eso.  Luisa se alegra. Se levanta de su asiento y camina hacia su padre. Lo abraza y él mismo le corresponde. Quiere llorar, pero no puede. No puede mostrar debilidad. Mucho menos delante de su hija.

Mucho menos en un momento como este. Es por eso que se contiene. Mientras tanto, Luisa le agradece. Sabe que él está haciendo todo lo posible para que su madre salga adelante. Pero por desgracia no es suficiente. El último diagnóstico, que le dio el médico, no fue bueno. Por eso teme lo peor. Es más, aún recuerda las palabras del médico: “aún es demasiado pronto para estar sentados en la vereda llorando”.Hace un esfuerzo y se mantiene tranquilo. Se separa del abrazo. Luisa ocupa de nuevo su lugar en la mesa y siguen comiendo. 

Cuando terminan se levantan de la mesa. Victor sale de la cocina, sube las escaleras y va a su habitación para descansar. Entre tanto, Luisana, se queda limpiando y ordenando todo lo que ensuciaron. Al poco tiempo sale de la cocina. Sube las escaleras y entra a la habitación de su padre.  Lo arropa con una manta gruesa y le da un beso en la mejilla. Sale de la habitación y va a la suya. Pero no para dormir.

No tiene sueño. Su mente no deja de divagar y de dar vueltas en lo mismo. Hasta es posible que se imagine ver a su madre entrando a casa completamente recuperada y esbozando una bella sonrisa. 

*****

Pasan los minutos y Luisa se queda profundamente dormida. Sueña. En el sueño ve a su madre. Está completamente recuperada. O al menos eso parece. Ella le sonríe. Lleva puesto un vestido largo de seda de color rojo. Su cabello ondulado se mece con el viento. Detrás de ella hay unas antorchas. Están ubicadas alrededor de un objeto que está puesto en el centro. Pero, ¿Qué clase de objeto es? Al parecer tiene una forma rectangular. ¿Acaso es lo que está pensando? ¿Acaso ese objeto es…?. Mientras trataba de responder a esas preguntas, su madre se acerca a ella. No puede evitar derramar lágrimas por ella. Y más al ver las condiciones en las que se encuentra.

Se deja abrazar por ella y le dice lo siguiente al oído: “Cuídate mucho, mi pequeña. Y recuerda que mamá te quiere mucho”. Luisa no puede creer lo que está escuchando. ¿Acaso eso es una despedida?. Suena la alarma. La imagen de su madre desaparece delante de sus ojos. Los abre. El siguiente sonido que escucha es el de su celular. Sigue sonando. Tiene una llamada de su padre. La atiende. La noticia que le da Luisa no es nada buena. De hecho, es lo que tanto temía.

Su madre acaba de morir. Ahora lo entiende todo. Aquel sueño si era una despedida después de todo. Con el celular pegado en su pecho comienza a llorar. No encuentra consuelo, ni siquiera en las palabras de su padre, el cual le dice: “Luisa, cariño, escucha. Sé que esto es difícil para ti. Pero tienes que ser fuerte. Te prometo que juntos saldremos adelante”. Ella no lo ve así. De hecho, piensa que después de esto ya no hay forma de salir adelante. Porque para ella su vida terminó ahí. 

Ya nada importa. Ni siquiera su futuro…

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