¡Dos semanas! ¡Dos malditas semanas que no he salido de estas cuatro paredes, dos semanas donde no he podido dormir por las pesadillas que me dan en la noche pensando en que por mi culpa ese hombre está muerto, dos semanas en donde Paolo ni siquiera ha vuelto, aunque la verdad prefiero que esté así! Durante estas dos semanas no he comido bien, estoy sumida en una depresión que ya ni siquiera quiero describir. Mi amiga Matilda ha intentado verme, pero siempre le digo que no quiero ver a nadie. Paolo me tiene aislada de la gente y eso me está matando porque mi única compañía es la soledad. Salgo del baño y dejo caer la toalla mirándome al espejo. Ahora veo una pequeña curvatura en mi vientre, lo que me hace sonreír porque mi bebé está creciendo, aunque ni siquiera he podido ir al primer control. Lo bueno es que Nana sabe, así que ella me ha comprado el ácido fólico, ya que le dijeron que es muy importante en las embarazadas; tomo algo cómodo para ponerme y luego peino mi cabello. Al te
Me siento en el sofá que hay en la habitación que durante dos semanas fue mi compañera, veo cómo Paolo camina de un lado a otro mirando la ecografía. - ¿De cuánto estás? - pregunta serio sin mirarme. - 7 semanas. - Ya veo. - Sigue mirando la ecografía y caminando de un lugar a otro, lo que logra desesperarme. - Mira, Paolo, tú no estás obligado a nada con estos bebés. Si no los quieres, está bien, yo los cuidaré sola. Puedo hacerlo, con o sin ti. - Ahora este despega su mirada del papel y me mira a mí, pero su mirada destella algo de furia. - ¡¿Por quién mierdas me tomas?! - Wow, sí que está enojado. - ¿Crees que yo te voy a dejar ir con un hijo mío, que en este caso son dos? ¿O dime, mía, no pensabas contarme nada? - Siendo sincera, ese no era mi plan. - Ah, no. Entonces, ¿cuál era? - Volteo la cabeza y miro hacia otro lado, pero él me tiene con fuerza de los hombros, haciendo que lo mire. - Responde, Mía, no me saques de mis cabales. - Me retiro de golpe y lo enfrento. - ¿Y
Sentía la rabia recorrer todo mi cuerpo; este me temblaba y lágrimas salían a montones.- Puedo explicarlo -dice Paolo tratando de llegar a mí.- ¡¿Cómo m****a lo vas a explicar?! Eres un maldito desgraciado -este se acerca a mí y trata de tocarme, pero yo me alejo.- Ni se te ocurra, Lombardi.- Mía, déjame explicarte cómo fueron las cosas.- ¿Explicarme qué?! ¡Te acostaste con esa mujer y para colmo le dijiste que estaba embarazada de dos bastardos! -la cara de Paolo se desfigura cuando digo eso.- ¡Yo nunca dije eso! Sí le dije que estabas embarazada, pero jamás dije que mis hijos fueran bastardos. ¡Son mis hijos, tan hijo de puta, ¿me crees?! -veo cómo se pasa la mano por el cabello caminando de un lugar a otro.- De ti, Paolo, ya espero lo peor.- Mía, si estuve con ella fue porque necesitaba llegar al imbécil de Izac -me paro en seco cuando menciona su nombre.- ¿Cómo es eso? -este se sienta en el sofá y palma su lado para que me siente a su lado, así que me siento, pero guardand
Paolo tiene agarrado del cuello a Samuel, levantándolo sin dificultad. - Paolo, ¡suéltalo, lo matarás! - Este me mira con sus ojos inyectados de furia. - ¿Lo estás defendiendo?! - Solo déjalo. - Este lo suelta y le da una patada cuando está en el suelo. Me agacho para ver que esté bien, pero Paolo me detiene. - Vístete y ni sueñes que esas fotos serán publicadas. - Me río secamente. - Tarde, ya fueron publicadas. - ¡Déjala ya! - Samuel se levanta del suelo adoptando una postura de defensa. - Déjala tranquila. - ¡Que me lo diga ella! - Grita Samuel. - Ella es mía, y escúchame bien, vamos a tener dos hermosos bebés. - Samuel deja de mirar a Paolo y luego posa su mirada en mí. - ¿Es verdad eso? - Ganas de llorar es lo que siento. - Sí, Samuel. - Este da un golpe a la pared. - Durante años te rogué que estuviéramos juntos y llega este y, sin pensarlo, te acuestas con él ¡dándole hijos! - No, Samuel, las cosas... - ¡Cállate! Claro, como tiene más dinero... - Lágrimas comienzan
-No llores, mi amor, él no vale la pena. Estoy en completo shock. Tengo enfrente mío a Izac con una mirada pasiva, como si no hubiera pasado nada. - Ven, vamos, te ayudaré. - Él me ayuda a pararme, pero yo me suelto de un jalón. - ¡No me toques! - Penélope, tú debes estar a mi lado. - ¡Por Dios, Izac, estás loco! Yo no soy tu Penélope, ella está muerta, ¡entiéndelo! - Él, con un rápido movimiento, me pega contra la pared de manera brusca. - Nunca vuelvas a decir eso, ¿me entendiste? - Yo asiento algo asustada por si cambia de humor, y me pregunto dónde estarán los hombres de Paolo, porque no vienen a ayudarme. - Ahora quiero que tomes mi brazo y camines junto a mí hasta la puerta. - ¿Y si no quiero? - Él me sonríe y saca una jeringa. - Sé que estás embarazada, y si te inyecto esto en tu vientre, será letal para los bebés, así que tú decides. - Trago duro y veo esa jeringa de la cual le salen algunas gotas, cuando decido dar el primer paso, unas risas nos detienen, y al voltearm
Veo a Paolo en la orilla con cara de pocos amigos. Nado hacia donde está y salgo del lago. Él me tapa con una toalla rápidamente y nos dirigimos otra vez a la casa. Cuando llegamos a la habitación, se desata la guerra. - ¿Por qué m****a te metiste casi desnuda al lago? - pregunta él. - Quería relajarme un poco. Además, les pedí que se voltearan. No creo que con un jefe como tú se arriesguen a ver - respondo. Él, con un rápido movimiento, me aprisiona contra la pared, pero con suavidad. - Eres mía y solo mía - comienza a besarme, pero yo no soy capaz de corresponderle porque recuerdo a la zorra con la que se estaba follando, así que me separo de golpe. - Basta, Paolo. No puedo más con esto - me siento en la cama mientras él se queda parado observándome. - Mi amor, sabes por qué lo hago - intenta explicar. - No es la manera. ¿Sabes cómo me siento? ... Me siento humillada. Les dices a todos que me amas y mil mierdas, pero luego vas y te follas a otra. ¿Crees que eso es justo para mí
Despierto sintiendo una molestia en mi brazo y escuchando una máquina pitar. Abro mis ojos lentamente y me doy cuenta de que tengo una intravenosa en mi brazo y de que me encuentro en un hospital. Al darme cuenta de que estoy en un hospital, me levanto como un resorte cuando recuerdo que estaba sangrando. - ¡Los bebés! - veo que Paolo entra mientras yo me toco el vientre. - Mia, tranquila. - ¡Los bebés, Paolo, dime que están bien! ¡Dímelo! - Sí, cariño, están bien, tranquila. - Me largo a llorar en ese momento, creo que la peor sensación que he sentido en mi vida. Si vuelvo a perder un hijo, creo que ya no me sobrepondría a este golpe. Siento los brazos cálidos de Paolo rodear mi cintura mientras me da varios besos en la frente. - Tranquila, amor, debes estar tranquila. Eso no les hace bien a los bebés. Por eso estás aquí. - En ese momento entra una doctora. - Qué bueno que ya despertó, señora Lombardi. - ¿Perdón? ¿Desde cuándo soy la señora Lombardi? - ¿Mis bebés están bien? -
- Fóllame... - Nena, no creo que...- Él se calla cuando mi mano comienza a acariciar su miembro por encima de la tela, hasta sentirlo duro en mi mano. - Dios mía, no hagas eso. - ¿Por qué no? - Digo con una sonrisa malvada, y con poco esfuerzo saco su miembro del boxer mientras comienzo a acariciarlo de arriba a abajo, ejerciendo un poco de presión. - Ahh, nena...- Él desabrocha mi sostén y con agilidad me lo quita. Toma uno de mis senos en la boca y con la otra mano comienza a darle masajes al otro. - Fóllame, fóllame...- Digo gimiendo, sintiendo cómo él aprieta con fuerza mis pezones. Él deja libre mis pezones y baja a mi entrepierna, corriendo mi ropa interior, y con mucho cuidado se introduce en mí. - Oh, Dios... Ahh... - Tiro mi cabeza hacia atrás disfrutando de las embestidas lentas de Paolo. Él vuelve a meterse un pezón en la boca y comienza a morderlo y chuparlo. - Ahh, Paolo... Dame más...- Grito al sentir cómo Paolo se entierra con fuerza haciéndome rozar el orgasmo. M