Capítulo 2

Tori, observaba la calle frente a nosotros a través del vidrio impecable. No quiso pedir nada, salvo un late de vainilla. Por mi lado yo engullía unos camarones al ajillo. La gente definitivamente se estaba comportando extraña ese día. Bebí un trago de vino.

—Cuando lo desees, puedes decirme porque me citaste acá, nena —ella clavó sus ojos marrones en los míos.

—Come tranquilo, Theo. No hay apuro.

—Si eso prefieres.

Continúe comiendo, eso era lo que me encantaba de nuestra relación, siempre éramos sinceros sin importar lo demás. Veinte minutos después había terminado la deliciosa comida e iba por mi tercera copa de vino.

—Theo… antes que diga lo que debo decirte, quiero que sepas que eres un hombre grandioso y que suceda lo que suceda siempre te voy a querer —se encontraba tensa, algo en sus ojos había cambiado, podía ver una mezcla de alegría y miedo.

—Me estás asustando, encanto.

—¿Tu realmente me amas? Quiero que seas sincero por primera vez conmigo.

M****a. Me va a terminar ¿Se habrá enterado sobre lo ocurrido anoche? Más vale decirle la verdad antes que comience a tirarme todo lo que se encuentra sobre esta mesa, ella era muy capaz. Resoplé y coloqué mis brazos encima de la mesa.

—Mira, si escuchaste algún chisme mal intencionado, quiero que... —me interrumpió como si nada.

—Ni se te ocurra suponer que creo en chismes de pasillos, sino veo no creo, ya me conoces lo suficiente, Theodore.

—No entiendo entonces a que viene tu pregunta si no es porque has escuchado algo —Tori, suspiró, parecía que tenía una lucha interna consigo misma.

—No hay nada que entender, han sido dos años de relación y siento que no vamos por el mismo camino, no nos compenetramos, somos más amigos que novios y no pude ver que esto nos ocurría hasta que... —se detuvo bajando la cabeza, pude escuchar claramente pese a que lo dijo bajo: demonios.

—Mírame, Victoria. Di lo que viniste a decirme y déjate de rodeos, me extraña tu manera de afrontar lo que vas a decirme —lo hizo, de sus ojos se borró el miedo.

—No quiero seguir contigo.

Lo que tanto adoraba de ella en ese momento lo odié. Lo dijo serena, decidida. Observé sus manos entrelazadas y su postura recta. No era broma, ya no quería ser mi novia. No me dolió, ella y yo sabíamos que nuestra relación ahora era mas fría que uno de los glaciares de la Antártida, sin embargo la quería en mi vida, así que intenté persuadirla de la decisión que había tomado. Ella no podía dejarme de buenas a primeras como si nada. Joder.

—¿Por qué lo haces? ¿Estás segura que quieres terminar conmigo? Vamos Tori, juntos somos una gran pareja, la pasamos a gusto, disfrutamos el uno del otro, además, nos vemos perfectos en las fotos —dije esto sonriendo de lado y le guiñé un ojo, vi un asomo de sonrisa sin embargo negó con énfasis.

—¿Te estás escuchando? ¡Eso no es amor! Por Dios, Theodore. Si, te quiero, pero nada mas como amigo, piénsalo... y tu reacción y respuesta me acaban de confirmar lo que presentía —ella creía que la dejaría ir tan fácilmente. Me levanté ubicándome frente a ella, me agaché y la tomé de las manos, mi postura la sorprendió.

—Por favor bonita, dame una segunda oportunidad, se que con el tiempo nos vamos a enamorar —le supliqué bajo, esta vez hablaba en serio, la necesitaba en mi vida, era una tremenda mujer en todo el sentido de la palabra —sé que he fallado, no he sido el mejor novio, pero merezco otra oportunidad, te lo pido, intentemos salvar esto… —sus ojos se humedecieron, me acarició el cabello despacio.

—Eres hermoso Theodore Bourke, exterior e interiormente. Escucha, eres bueno, tu forma de ser es adorable, aunque ahora no lo veas porque te encuentras confundido, estoy totalmente segura de que por allí está tu otra mitad esperando que la encuentres y cuando eso ocurra lo vas a notar porque no serás el mismo, vas a ser un hombre enamorado.

Sus palabras se quedaron marcadas en mi mente. "Ser un hombre enamorado" claro, era mujer y como todas, ella también soñaba con el puto príncipe azul, patrañas. No es que no creyera en el amor, para muestra estaban mis padres quienes habían demostrado lo grande y especial que era estar con la persona correcta.

Hasta entonces no conocía el valor de ese sentimiento. Suspiré a la vez que una idea ridícula se atravesó en mi cabeza.

—¿Te gusta otro hombre? ¿Es eso?

Expresé, incorporándome para regresar a la silla. Tomé la botella de vino para servirme la cuarta copa. Tori, se removió inquieta, giró de nuevo sus ojos a la avenida.

—¿Victoria? —No sé porque de repente sentí que me ocultaba algo — si me dices que te interesa otro tipo, me voy a sentir realmente ofendido, ¿cómo puedes cambiarme por alguien más? Mírame, soy el galán perfecto —bromee, no quería hacerla sentir incómoda, al menos ella fue quien dio el primer paso para la ruptura de este absurdo noviazgo, si, lo reconocía. Eso lo venía venir, sino era ella, sería yo quien terminaría la relación, me entristeció no poder amarla como ella se lo merecía, el hombre que lograra llegar a su corazón sería tremendamente afortunado.

Comenzó a reír pero su risa se llenó de lágrimas, sus ojos marrones se enrojecieron.

—Voy a extrañar mucho tus estúpidos chistes sarcásticos —asentí con melancolía. Debía aceptar mi realidad.

—Y yo voy a extrañar tu mal humor de m****a cada día. Solo puedo decirte que fue un honor ser parte de tu vida, fue divertido ser tu novio durante este tiempo.

Se apresuró hacia mí y me levanté para recibirla, nos abrazamos largo rato sin importarnos las miradas curiosas en nuestro entorno. Lloraba y sin embargo se veía hermosa, fue la primera vez que la vi llorar, debía tener su punto vulnerable aunque jamás lo demostró. Levantó finalmente su vista, concentrándose en mi rostro.

—Prométeme al menos, que seguiremos siendo amigos —le pedí, ella sonrió sorbiendo la nariz.

—Sería una idiota si te dijera que no.

Me besó en la mejilla, y esa fue la última vez que la vi en aquel tiempo.

***

El jet aterrizó ágilmente en el aeropuerto de Berlín-Tegel. Pronto comenzaría clases y la universidad Humboldt esperaba por mí, tenía demasiadas expectativas. La carrera de Ciencias Empresariales la tuve clara desde que inicié secundaria, cuando niño quería ayudar a mi padre dentro de la empresa y esa fue el área que llamó mi atención, en un futuro de tres años la economía de la empresa quedaría a mi cargo, mientras que mis hermanos y padre teníamos en la mira a Troy para que fuera el CEO de las empresas ya que nuestro progenitor planeaba retirarse. Quien mejor que Troy para semejante compromiso.

El chófer asignado se encontraba esperando en el hangar cuando baje la pequeña escalera del jet. Sentía mi cuerpo entumido por las largas horas de vuelo, pese a que pude dormir durante el viaje no era lo mismo que hacerlo en tierra firme. Saludé a Ernest, un tipo alto de un metro noventa, con corte al ras y ojos grises escondidos detrás de sus lentes de sol y vestido de traje negro, era el conductor asignado por mi padre, escolta y trabajador de confianza de la familia. Despedirme de mi familia fue incómodo, sobre todo de mi madre, no paró de llorar, no es como que me iba para siempre, los visitaría para navidad y fechas especiales, de esa misma manera lo hacía Troy desde que se encontraba viviendo en Tokio.

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