No es mi tipo:

Acudir a este evento, esta noche fue un error. Pensó ella por decimoquinta vez en las dos horas que llevaba allí.

El baile benéfico anual del hospital Angels Memorial era uno de los acontecimientos sociales más seguidos por la prensa y sin duda una ocasión para que la élite presumiera sus abultadas billeteras.

Suspiró aburrida

 Greg la había invitado y no había encontrado excusa válida que dar para no asistir, siendo él el director general del hospital y un cirujano de renombre internacional, no había podido rehusarse.

—La verdad es que no te comprendo. Tienes a ese hombre prácticamente babeando por ti, y aquí estás, jugando con la aceituna del cóctel que pediste hace media hora.— protestó Marissa y ella la miró de medio lado.

—Greg no babea por mí, simplemente quiere mejorar su staff convenciéndome de venir a trabajar para él, aquí, al Angels.

—¿En serio?— preguntó su amiga indignada.— ¡hombre! Y yo que juraba que él quería hacerte venirrrr, de otro modo.

Ella rió por lo bajo, solo a Marissa se le ocurriría ponerse a encontrarle doble sentido a sus palabras.

—En fin, ¿aceptarás? ¿Vas a transferirte?

Ella mordió la aceituna que acompañaba su bebida, por lo general se limitaba a un trago o dos de champagne, pero las margaritas eran su debilidad.

—No. A pesar de que me ofrecieron un puesto en la junta directiva y la posición de docente, no estoy interesada. Greg no cree realmente en mis habilidades solo busca congraciarse con mi padre.

—¡Oh!— protestó Marissa, arrugando la nariz.— pensé que esas tonterías habían finalizado cuando fuiste reconocida por la ACS.

Liberó un suspiro exasperada.

—Yo también. Además, no puedo simplemente empacar todas mis cosas y mudarme aquí, Vicky adora su escuela.

—Muy cierto.

La vida le había sonreído a Sheila Stevens, luego de regresar de Inglaterra, asustada y desanimada, había confesado todo lo ocurrido a sus padres quienes estuvieron de acuerdo en mantener su secreto.

Había tenido a su hija y luego había retomado la idea de estudiar medicina. Los subsiguientes años habían sido difíciles, hacer malabares y equilibrar el tiempo que dedicaba a su hija primero con sus estudios y luego con su profesión había demandado mucho sí, pero había dado sus frutos.

A la edad de veinte y ocho años, ya era reconocida como una de las diez mejores cirujanos cardiovasculares pediátricos de Estados Unidos, logrando un ochenta porciento de efectividad en sus procederes y gozando de un índice de mortalidad muy bajo. Sus logros la enorgullecían, y a su familia. Su madre había vivido lo suficiente como para verla triunfar.

—Bueno…lo de Greg es inesperado, pero no me puedes negar que estos últimos años se han acercado a ti sujetos con intenciones más…placenteras, digamos, y tú te has encargado de espantarlos a todos.

—Simplemente no me interesa empezar una relación con nadie.

—No me refiero a una relación, estoy hablando de…— Marissa se acercó más a ella para susurrarle.—sexo por diversión.

—No soy de esa clase de mujer .— protestó.

Marissa soltó una risita irónica.

—Ni de esa clase ni de ninguna. Chica, pareciera que estás tallada en piedra. Mira, comprendo que te fue muy mal con…

Ella hizo una mueca.

—…bueno, el que no debe ser nombrado, pero ese no motivo para que estés muerta en vida.

—No estoy muerta en vida, no exageres.

Marissa torció sus labios.

—Ajá.

—Es en serio, soy feliz tal y como estoy. Tengo un trabajo que amo, una hija que es mi tesoro y un padre que me apoya. ¿Qué más podría querer?

—¿Un hombre, capaz de producirte buenos orgasmo?

—¡Marissa!

—¿Qué?

Ella negó, moviendo la cabeza. Su amiga era incorregible. Habían estudiado juntas durante los años de universidad, pero mientras Sheila se había decidido por la pediatría, Marissa se había hecho ortopedista.

—No tienes remedio.

—Eres tú la que no tiene remedio. Ocho años sin estar con un hombre, por dios, debes ser virgen otra vez.

 Elevó un hombro, desinteresadamente.

—Mi punto es, que sé que lord Voldemort dejó tu autoestima por los suelos y que entre graduarte y ser la mejor madre del mundo, no has tenido tiempo ni de mirar a tu alrededor pero ahora que ya llegaste a la cima, deberías detenerte a oler las flores de cuando en cuando.

—Muy bonita metáfora para referirse a tener sexo casual e insignificante con desconocidos solo por diversión.— protestó.

—De acuerdo, entonces , ahora ya que estás en las grandes ligas, dedica un tiempo a follar.¿Así está mejor?

—Shh, te van a escuchar.— la regañó.

—Pero, ¿escucharás lo que te digo?

—Obvio que no. No necesito más complicaciones en mi vida.

—Disculpen señoras.—una voz gruesa las interrumpió, girándose ambas mujeres vieron que un mesero les sonreía.— con los cumplidos del caballero de la mesa veinte.

El mesero colocó una nueva copa de margaritas frente a ella y señaló al hombre que las contemplaba desde lejos.

—Debe ser un error yo no…—comenzó Sheila pero su protesta murió cuando el misterioso caballero elevó la copa de champagne que sostenía, en un brindis, directamente en su dirección.

—Vaya, justo a tiempo. Ahí lo tienes, adelante.—la animó Marissa.

 Escaneó al hombre con la mirada, era alto, bronceado, atlético, pero le era imposible detallar su rostro porque en vez de un antifaz al igual que ella, él cubría sus facciones con una máscara plateada que solo mostraba el contorno de sus ojos y dejaba al descubierto sus gruesos labios y fuerte mentón.

—No es mi tipo.—expresó cortante, alejándose de la barra, en dirección al baño, sin siquiera probar la bebida.

En su fuero interno, se reusaba a dejarse manosear por un desconocido solo por simple curiosidad, sin embargo, debía reconocer que el sujeto le había resultado endemoniadamente sexy.

Había dicho que el hombre no era su tipo, pero realmente sí lo era. Sentía una debilidad especial por los hombres de caballera negra, lacia y piel broncínea, hombres que se parecieran físicamente a …Marco, pero era demasiado recatada como para considerar cualquier cosa indecente.

En el baño, se demoró varios minutos retocando su maquillaje, esperaba que ese tiempo le hiciera comprender al sujeto que ella no estaba interesada, así que cuando salió del baño y observó que Marissa se hallaba en la pista de baile, optó por salir a uno de los balcones cercanos para tomar aire fresco.

La brisa de la noche era un poco helada, y hacía que las crespas hebras de cabello que habían quedado libres de su peinado se mecieran rítmicamente.

Marco…

Ese nombre era como un disparo directo a su plexo solar. Pensar en él le producía jaquecas. No porque lo odiara, de hecho ya lo había superado hacía mucho tiempo, sino porque él había destruido toda su autoestima y había pisoteada todo su amor propio hasta dejarla convertida en un manojo de inseguridades y tristeza, temerosa de sonreírle siquiera a un hombre.

—Es considerada mala educación rechazar un regalo, cara (querida).

Una voz gruesa y masculina interrumpió sus pensamientos y el corazón de Sheila cayó en picado en dirección a sus tacones altos. Mirando sobre su hombro, encontró al hombre de la máscara plateada, apoyado contra la puerta de entrada al balcón y contemplándola con abierta expresión de curiosidad.

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