Emergencia:
Había amanecido pero estaba inquieta.

En algún lugar de la amplia mansión estaba él, Marco. Como un zombi salido de su tumba con el único propósito de perseguirla. Tras darse una ducha y lavarse la cabeza, seleccionó la ropa que llevaría a trabajar esa mañana. Salió de su cuarto justo cuando la niñera terminaba de vestir a su hija, y recogiendo la mochila de Vicky y su propio bolso, bajaron las escaleras.

En el comedor las esperaba el señor Stevens, y Sheila se sorprendió. Usualmente, su padre dormía plácidamente hasta alrededor de las diez de la mañana. Era grandemente inusual verlo despierto tan temprano.

—¡Buen día abuelito!— gritó Victoria, soltando la mano de su madre y corriendo a abrazar a su abuelo.

—Buen día, princesa.—respondió el anciano, besando la frente de su nieta quién inmediatamente lo liberó de su abrazo, desviando la atención hacia la natilla de chocolate que la esperaba.

—Padre, ¿dónde está Mar…digo, el señor Zimmel?—interrogó , tomando su lugar a la mesa.

—Oh
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