Había amanecido pero estaba inquieta. En algún lugar de la amplia mansión estaba él, Marco. Como un zombi salido de su tumba con el único propósito de perseguirla. Tras darse una ducha y lavarse la cabeza, seleccionó la ropa que llevaría a trabajar esa mañana. Salió de su cuarto justo cuando la niñera terminaba de vestir a su hija, y recogiendo la mochila de Vicky y su propio bolso, bajaron las escaleras. En el comedor las esperaba el señor Stevens, y Sheila se sorprendió. Usualmente, su padre dormía plácidamente hasta alrededor de las diez de la mañana. Era grandemente inusual verlo despierto tan temprano. —¡Buen día abuelito!— gritó Victoria, soltando la mano de su madre y corriendo a abrazar a su abuelo. —Buen día, princesa.—respondió el anciano, besando la frente de su nieta quién inmediatamente lo liberó de su abrazo, desviando la atención hacia la natilla de chocolate que la esperaba. —Padre, ¿dónde está Mar…digo, el señor Zimmel?—interrogó , tomando su lugar a la mesa. —Oh
Sentado en la orilla de la playa, perdido en sus propios pensamientos, Marco recibió una llamada telefónica. —Marco, muchacho.—comenzó el señor Stevens.— Sheila estará ocupada en el salón hasta muy tarde, su secretaria me acaba de llamar. ¿ Por qué no aprovechas la oportunidad y buscas a Vicky en su escuela? Ustedes podrían, no sé, ¿ir por un helado, tal vez? Marco se separó el celular de la oreja y miró el objeto con expresión de sorpresa.¿Estaba el señor Stevens ayudándolo? ¿En serio? —¿Estas ahí? ¿Puedes escucharme? —Sí, aquí estoy. —Bien. ¿Qué le respondo a la secretaria de Sheila? Hoy es viernes y casi siempre es ella quién recoge a la niña de la escuela los viernes. Una idea pasó como un relámpago por la mente de Marco, haciéndolo sonreír. —¿Podrías pasarme el número de la secretaria? Me gustaría hablar con ella directamente. El señor Stevens pareció meditarlo durante unos minutos, pero finalmente respondió. —De acuerdo. Cuelgo y te lo envío por SMS. 000 Sheila regresó
A medida que pasaban los días, más nerviosa se iba poniendo. Cada vez que su teléfono sonaba su estómago se lanzaba en caída libre hacia el suelo. —Debería llamarlo y cancelarlo todo. No puedo hacer esto.— protestó, caminando de un lado para otro dentro de su consulta y luego tomando su celular en las manos, nerviosamente. Marissa corrió hacia ella, quitándole el celular de las manos. —Oh,no, cariño. Dame eso. —Marissa, por favor, no puedo… —Oye, claro que puedes, y es más, ¡Lo harás! Date la oportunidad de salirte de tu rutina, de experimentar cosas nuevas. —¡Todo esto es un desastre!— protestó , dejándose caer tras su buró y ocultando su rostro entre sus manos. —Por supuesto que no. Mira, no tuviste una vida como cualquier otra adolescente. No viviste las experiencias normales de la edad, como salir y conocer muchachos, esas cosa. Te saltaste todo eso, yéndote a casar con el bombón inglés. Hizo una mueca. —En, fin, que después de dos años de absolutamente nada en tu matrimo
—He pedido vacaciones en el hospital. Su padre la miró con expresión de perplejidad. —¿Vacaciones, hija? ¿Te sientes mal? —No. He pensado que sería lo mejor estar cerca mientras Marco esté aquí. —Ah, ya veo. Estaban en el despacho de su padre en la mansión, bebiendo unas cervezas juntos. —¿Temes que él pueda poner a Vicky en tu contra? Ella jugueteó con el cuello de su vestido nerviosamente. —No lo sé. No conozco las intenciones de Marco. —Comprendo. —Además, en unos días Vicky saldrá de vacaciones de invierno, hace ya un buen rato que no pasamos tiempo juntas. Arthur sonrió, tiempo juntas era lo más que pasaban su hija y su nieta, pero no iba a contradecir a su hija. Sabía que ella estaba muy nerviosa por todo lo que estaba sucediendo. 000 —¿Podemos ir a la playa?— preguntó Vicky.— la casa a la que fuimos la otra vez me gustó mucho. —¿La casa en la playa?—preguntó Marco.— creí que la habías vendido. —No. No me desharía de ella, guarda los recuerdos más felices de mi inf
Mansión Zimmel, diez años antes: El auto frenó justo frente al jardín y de él se bajaron ella y Marco. Ella venía descalza caminando por sobre la suave hierba del césped, disfrutando de haber liberado sus pobres pies de los terriblemente altos tacones que se había visto forzada a ponerse para asistir al evento del que acababan de regresar. Marco la miró de soslayo, torciendo los labios. —Extremadamente antihigiénico e infantil de tu parte, ¿no crees? —Me duelen los pies.—explicó ella, en un susurro. —Cuando entremos pídele una aspirina a uno de los sirvientes. Ella había sonreído débilmente, si su esposo se limitaba a tomar su mano en público solo para guardar las apariencias, nunca la había besado y nunca la tocaba, era natural que mirase sus pies con asco. —Gracias, lo haré. Actualidad: Casanova besaba su empeine, mordiendo la piel de su pie, mientras la apretaba entre sus dedos. —¿Te gusta, cara? ¡ Estaba al borde de un desmayo! —Me gustan tus pies, son sexys.—susurró é
—¡Imbecile!—bramó Casanova, evidentemente enojado.— el hombre debe ser más tonto de lo que creía. No sólo se divorció de ti, caramelo, ¿también fue capaz de decir eso? —Sí. Casanova tomó el rostro de ella entre sus manos, besándola con arrolladora pasión. —Cualquier hombre lo suficientemente estúpido como para dejarte ir no te merece. Estás mejor sin él, bella. Una sonrisa tonta parecía haberse apoderado de los labios de ella. Conducía de regreso a casa, mordiéndose los labios y riéndose como loca. "Casanova." Si. El hombre era un misterio y un enigma. "Casanova." ¡Oh, qué hombre! Lo habían vuelto a hacer en la bañera. Desparramando espuma por todo el suelo y disfrutando el uno del otro con morbo, con descaro. Mirándose a los ojos a través de las máscaras y jadeando uno en la boca del otro. Sus besos demenciales la aturdían, sus movimientos posesivos y rudos la dominaban, Sheila sospechaba que si no se andaba con cuidado, fácilmente podía terminar enamorándose de su amante se
—Debí golpearme con algo sin darme cuenta anoche. No me duele, por eso no lo había notado.—susurró entrecortadamente, sintiéndose extraña. Marco la miraba raro. La expresión de su rostro delataba que no le creía ni una pizca y que estaba comenzando a sospechar exactamente lo que había hecho la noche anterior. —No me debes explicaciones. Es tu vida.— masculló él, levantándose de su tumbona y alejándose. Sheila se abrazó a sí misma. A pesar de que estaba consciente de que no tenía por qué justificar sus acciones ante Marco, no podía evitar sentirse como una vil mentirosa. Su celular sonó, sobresaltándola, miró en la pantalla y vio que quien la llamaba era Casanova. Rápidamente buscó a Marco con la mirada, notando que no estaba cerca, se había ido a una heladería, así que rápidamente descolgó. —Ciao bella. —Ciao.— respondió ella con sequedad. Casanova rió. —Estás teniendo un mal día. ¿Te está molestando tu ex? —No. Marco se está portando bastante bien hoy, eres tú quien me está
Al regresar del Moll, Sheila llevó a Vicky a su cuarto y tomaron un baño juntas. Luego de eso, cenaron en la habitación de ella y finalmente la niña se quedó dormida a mitad de su libro de cuentos. La tomó en brazos y la llevó a su habitación, la acomodó en la cama, apagó la luz y regresó a la suya. Estaba aplicándose la crema que siempre se ponía antes de acostarse a dormir cuando su celular comenzó a sonar. ¡Era Casanova! Oh, no. Con el susto y el disgusto de lo sucedidohabía olvidado por completo que había quedado con él en la casa de la playa. —Bona cera, mío Candy.—murmuró él italiano seductivamente – veo que te has olvidado de mí, amore. Aquí estoy, sólo en nuestro nido de pasión, esperándote. El corazón de ella cayó en picada y sin paracaídas. —Perdóname caro, salí de compras con mi hija esta mañana y regresamos en la tarde. Estoy demasiado cansada. Sé que acordamos reunirnos y hablar, pero me es imposible..— susurró ella, sonrojándose. —Comprendo. Cuéntame ¿Qué tal te