Mansión Zimmel, diez años antes: El auto frenó justo frente al jardín y de él se bajaron ella y Marco. Ella venía descalza caminando por sobre la suave hierba del césped, disfrutando de haber liberado sus pobres pies de los terriblemente altos tacones que se había visto forzada a ponerse para asistir al evento del que acababan de regresar. Marco la miró de soslayo, torciendo los labios. —Extremadamente antihigiénico e infantil de tu parte, ¿no crees? —Me duelen los pies.—explicó ella, en un susurro. —Cuando entremos pídele una aspirina a uno de los sirvientes. Ella había sonreído débilmente, si su esposo se limitaba a tomar su mano en público solo para guardar las apariencias, nunca la había besado y nunca la tocaba, era natural que mirase sus pies con asco. —Gracias, lo haré. Actualidad: Casanova besaba su empeine, mordiendo la piel de su pie, mientras la apretaba entre sus dedos. —¿Te gusta, cara? ¡ Estaba al borde de un desmayo! —Me gustan tus pies, son sexys.—susurró é
—¡Imbecile!—bramó Casanova, evidentemente enojado.— el hombre debe ser más tonto de lo que creía. No sólo se divorció de ti, caramelo, ¿también fue capaz de decir eso? —Sí. Casanova tomó el rostro de ella entre sus manos, besándola con arrolladora pasión. —Cualquier hombre lo suficientemente estúpido como para dejarte ir no te merece. Estás mejor sin él, bella. Una sonrisa tonta parecía haberse apoderado de los labios de ella. Conducía de regreso a casa, mordiéndose los labios y riéndose como loca. "Casanova." Si. El hombre era un misterio y un enigma. "Casanova." ¡Oh, qué hombre! Lo habían vuelto a hacer en la bañera. Desparramando espuma por todo el suelo y disfrutando el uno del otro con morbo, con descaro. Mirándose a los ojos a través de las máscaras y jadeando uno en la boca del otro. Sus besos demenciales la aturdían, sus movimientos posesivos y rudos la dominaban, Sheila sospechaba que si no se andaba con cuidado, fácilmente podía terminar enamorándose de su amante se
—Debí golpearme con algo sin darme cuenta anoche. No me duele, por eso no lo había notado.—susurró entrecortadamente, sintiéndose extraña. Marco la miraba raro. La expresión de su rostro delataba que no le creía ni una pizca y que estaba comenzando a sospechar exactamente lo que había hecho la noche anterior. —No me debes explicaciones. Es tu vida.— masculló él, levantándose de su tumbona y alejándose. Sheila se abrazó a sí misma. A pesar de que estaba consciente de que no tenía por qué justificar sus acciones ante Marco, no podía evitar sentirse como una vil mentirosa. Su celular sonó, sobresaltándola, miró en la pantalla y vio que quien la llamaba era Casanova. Rápidamente buscó a Marco con la mirada, notando que no estaba cerca, se había ido a una heladería, así que rápidamente descolgó. —Ciao bella. —Ciao.— respondió ella con sequedad. Casanova rió. —Estás teniendo un mal día. ¿Te está molestando tu ex? —No. Marco se está portando bastante bien hoy, eres tú quien me está
Al regresar del Moll, Sheila llevó a Vicky a su cuarto y tomaron un baño juntas. Luego de eso, cenaron en la habitación de ella y finalmente la niña se quedó dormida a mitad de su libro de cuentos. La tomó en brazos y la llevó a su habitación, la acomodó en la cama, apagó la luz y regresó a la suya. Estaba aplicándose la crema que siempre se ponía antes de acostarse a dormir cuando su celular comenzó a sonar. ¡Era Casanova! Oh, no. Con el susto y el disgusto de lo sucedidohabía olvidado por completo que había quedado con él en la casa de la playa. —Bona cera, mío Candy.—murmuró él italiano seductivamente – veo que te has olvidado de mí, amore. Aquí estoy, sólo en nuestro nido de pasión, esperándote. El corazón de ella cayó en picada y sin paracaídas. —Perdóname caro, salí de compras con mi hija esta mañana y regresamos en la tarde. Estoy demasiado cansada. Sé que acordamos reunirnos y hablar, pero me es imposible..— susurró ella, sonrojándose. —Comprendo. Cuéntame ¿Qué tal te
Casanova la recibió como siempre, abriendo la puerta y tomando su mano para besarla. —Ya estaba inquieto, cara. Creí que no vendrías.—Susurró él. —Prometí que lo haría y soy una mujer de palabra. —Va bene. Entraron y cerraron la puerta tras de sí. se encaminó hacia el sofá, pero recordando la intensísima sesión de sexo que habían tenido allí, terminó sentándose sobre los cojines con evidente incomodidad. —¿Quieres algo de beber, bella?—ofreció Casanova, amablemente. —No. Quiero escuchar las explicaciones que me prometiste. Casanova sonrió. —Obviamente, quieres ir al grano.— susurró él, atrapando una de las manos de ella con la suya y acariciando los nudillos con sus dedos.— hace, unos ocho años me casé. Al principio creí estar enamorado. Mi mujer era como un diamante, como una estrella; todo lugar al que ella llegaba se llenaba rápidamente de su brillo y yo, fui como esas polillas que mueren al acercarse demasiado a la luz pero lo hacen de todas formas. Sin embargo, ahora, cuan
Regresó a la mansión. Tan cansada como estaba hubiera sido imposible realizar algo físico con su amante, sin embargo se sentía feliz. Aliviada incluso. Conversar con Casanova le había hecho bien y bailar con él se había sentido como un sueño hecho realidad. A la mañana siguiente, Vicky volvió a insistir en ir al parque de diversiones y ella accedió. Vistió unos vaqueros y un abrigo ajustado, hacia bastante frío, y pronto podría comenzar a nevar. Cómo ya era costumbre, Marco se les unió. El vestía casual, y muy a su pesar, Sheila no pudo evitar notar lo extremadamente bien que se mantenía. —¿A dónde vamos primero?— preguntó él, mirando con verdadero horror la monstruosa montaña rusa. —¿Qué tal al carrusel?— ofreció. Vicky negó vehemente, apuntando con decisión a la rueda de la fortuna. —Allí. Ella y Marco se miraron, Sheila elevó un hombro, el asintió, por lo que se dirigieron a la atracción que su hija les indicaba. Al final, aunque Marco protestó y puso mil excusas, termi
Salió de la mansión, conduciendo su auto. Casanova le había enviado un mensaje al celular, diciéndole que la esperaría para cenar a las ocho. Estaba ansiosa por verlo de nuevo, su amante secreto se estaba apoderando cada vez más y más no solo de su cuerpo y su mente, sino también de su corazón. —Bienvenida, cara.— Susurró él. Vestido impecablemente en su traje negro, y llevando su máscara. Ella por supuesto también llevaba la suya. Aunque justo en ese momento deseó fervientemente poder ver el rostro de ese hombre que la estaba hechizando con sus atenciones. —Ciao, bello.—respondió ella, ofreciéndole la mano que el tomó y besó, con delicadeza, depositando besos sobre sus nudillos y su palma. En un movimiento rápido, tiró de ella hasta pegarla a su cuerpo, estrujándola con dureza contra su pecho y apoderándose de las nalgas de ella con sus manos. —Tuve tanto miedo de que desistieras de lo nuestro, amore.— Susurró él, vehemente, acariciando el cuello de cuello de ella con sus labios.—
En la bañera, Sheila sonreía como idiota. Se mordía el labio y volvía a sonreír. Hacer el amor con Casanova era una cosa, y tener sexo rudo y salvaje con él era otra completamente distinta. Su amante enmascarado le enjabonaba la espalda y le masajeaba los hombros con movimientos tiernos y delicados, sin embargo, estaba demasiado callado. Y ella sabía porqué. —No tienes por qué sentir celos de Marco, Casanova.— Susurró ella, girándose, para quedarse apoyada sobre el pecho masculino de su amante.— él no siente por mí lo que sientes tú. Casanova jugó un instante con uno de los mechones castaños de su cabello. —¿Y qué siento yo por ti?— interrogó él. Ella se sonrojó. —Tú mismo dijiste que te gusto, y que te gusto mucho. Entre nosotros hay una química innegable.—susurró ella, besando uno de sus fuertes pectorales.—nuestros cuerpos se atraen y se entienden, entre nosotros hay pasión. Casanova acarició su mentón y a ella le temblaron los labios. —Marco no me quiere. Nunca lo hizo.— Mu