Milagro para Navidad:
En la bañera, Sheila sonreía como idiota. Se mordía el labio y volvía a sonreír. Hacer el amor con Casanova era una cosa, y tener sexo rudo y salvaje con él era otra completamente distinta.

Su amante enmascarado le enjabonaba la espalda y le masajeaba los hombros con movimientos tiernos y delicados, sin embargo, estaba demasiado callado. Y ella sabía porqué.

—No tienes por qué sentir celos de Marco, Casanova.— Susurró ella, girándose, para quedarse apoyada sobre el pecho masculino de su amante.— él no siente por mí lo que sientes tú.

Casanova jugó un instante con uno de los mechones castaños de su cabello.

—¿Y qué siento yo por ti?— interrogó él.

Ella se sonrojó.

—Tú mismo dijiste que te gusto, y que te gusto mucho. Entre nosotros hay una química innegable.—susurró ella, besando uno de sus fuertes pectorales.—nuestros cuerpos se atraen y se entienden, entre nosotros hay pasión.

Casanova acarició su mentón y a ella le temblaron los labios.

—Marco no me quiere. Nunca lo hizo.— Mu
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