Cuando despertó, notó que en su habitación habían alrededor de diez ramos de flores. Rosas, orquídeas, caléndulas y jazmines perfumaban todo el lugar. Junto a su mesa de noche encontró una nota: “ Un pétalo por cada vez que me fui de casa sin darte un beso.” Sheila se mordió el labio inferior, bufando de frustración y estrujando la nota en su mano. Esta situación no podía continuar, tenía que recalcarle los puntos sobre las ies a Marco. El hombre no podía seguir creyendo que ella era su monigote, y que un par de tonterías cómo estas la harían cambiar de opinión. Por desgracia, las cosas con Casanova se habían ido al carajo, y le dolía. ¡Le dolía tanto! Después de años de mantener su corazón bajo llave había aparecido ese sexy italiano que había puesto a prueba sus límites.Sheila se sonó la nariz con un pañuelo de papel. Necesitaba ayuda profesional. Tomó su celular y marcó el número de su más fiel y confiable consejera. —No me lo puedo creer. No puedo creer que te halla hecho
Su grito de sorpresa , se ahogó contra la boca de Marco, quien la besó como si se estuviera acabando el mundo. Luchaba por librarse de su agarre, con uñas y dientes, pero él no la soltaba. —Fiera.— Murmuró Marco, divertido. —¡Violador!—chilló ella, colérica. Marco soltó una risita. —No te estoy violando, cara. Solo estoy intentando ayudarte a entrar en razón. Eso la paralizó. Estaba comenzando a sudar frío. ¿Estaba alucinando? Tenía que estarlo. Marco no podía haber sonado exactamente igual que Casanova. —¿Qué te sucede, bella?— susurró él, contra su cuello.–te has puesto pálida de pronto. ¡ No! Ella tenía que estar equivocada. ¡No podía ser! Aprovechando que ella permanecía atónita, Marco la volvió a besar. Esta vez, lo hizo con lentitud, con delicadeza, derramando en cada movimiento de sus labios el terrible sufrimiento que le estaba produciendo tener a la mujer que tanto deseaba tan cerca pero tan lejos. Ella rompió el beso, apartando su rostro de él y manteniendo una
Se paró de la cama de un salto, envolviéndose en la sábana y enfrentando a Marco con perplejidad. —Marco, ¿qué…?—se ahogó en sus propias palabras.—¿qué haces aquí? ¡¿Que hago yo aquí?! —Pasamos la noche juntos, cara. Ella dio un paso atrás, como si él la hubiera golpeado. ¡No! ¡No podía ser! —¡¿Tú?! No... ¡No puedes ser tú…! Dos meses antes, Hotel Carlton, New York: —Las manos contra el espejo.— le ordenó y ella obedeció intrigada. —Me gusta tu piel.— comentó él, mientras acariciaba su espalda, disponible a su tacto ya que el vestido no la cubría.— es rosada e impoluta…me pregunto si eres así de delicada en todos lados. Lentamente comenzó a desproveerla de las diminutas horquillas que habían mantenido aprisionado su cabello, dejando que sus castañas mechas cayeran alrededor de su pequeño rostro. Cuando ya todo su cabello estuvo suelto, lentamente, Casanova acarició su cuello y espalda, con ambas manos, hasta rodear su pecho y apoderarse lentamente de sus senos, apretándolos
Luego de vestirse en su habitación y de buscar el botiquín de primeros auxilios, bajó al comedor. Marco la esperaba descalzo, vistiendo solamente el pantalón de su pijama, dejando al descubierto toda su musculosa y bronceada piel. Sheila se pateó mentalmente. No lograba comprender como no se había dado cuenta de que Casanova era Marco. —Quédate quieto.— Murmuró, tomando un algodón y comenzando a limpiar la herida. Era un corte bastante feo y de bordes irregulares, que necesitaba al menos dos suturas.— tendrán que cocerte. Si quieres podemos ir a emergencias o puedo hacerlo yo, aquí. Las manos de Marco comenzaron a tocarla, acariciando sus nalgas y tirando de ella para tenerla más cerca. —Una de mis fantasías, es tenerte en plan doctora mandona.—susurro él, en tono seductivo. Ella dio varios pasos, lejos de sus peligroso tentáculos. —Esto tiene que parar, Marco. Si continúas manoseándome no lo haré aquí. Marco la contempló a través de sus pestañas. —De acuerdo, doc. Proceda.
Regresó a la mansión relativamente más temprano, encontrando a Vicky jugando en el jardín con su conejito. —¿Qué tal se ha portado el pequeñín, hoy?— interrogó. —¡Oh, de lo más bien! Lo saqué a hacer popó, pero…— Vicky enrojeció, acercándose a su madre y susurrando.—… en vez de eso, terminó comiéndose las flores de Sawyer. Sheila rió por lo bajo. Vicky tomó a su mascota, metiéndola en su jaula y le dio la mano a su madre para juntas entrar a la casa. *** —Es extraño que Marco no haya llegado aún.— comentó el señor Stevens después de la cena, cuando Sheila dejó a Vicky dormida y descendió a por un té. —Estará ultimando los detalles para su mudanza.— respondió ella, sin levantar la mirada de su tasa humeante. —¿Ustedes volvieron a discutir? Hoy en la tarde salió de aquí muy dispuesto a ir a verte al hospital. Sheila frunció el entrecejo. —Hija... Sé que no es de mi incumbencia y sé que estoy sobrepasando una línea, pero no todas las historias de amor se escriben exactamente igu
Tres semanas después, Marco estuvo listo para ser dado de alta del hospital, ya estaba fuera de peligro. Debía apoyarse en un bastón por un tiempo, pero el ortopedista le había asegurado que con tiempo y rehabilitación volvería a caminar. Los negocios los había dejado a manos del vicepresidente de la empresa, y había decidido no alarmar a sus padres. La salud de su padre era demasiado precaria como para alterarse por algo que ya no tenía remedio. Se sentía extraño, regresar a la mansión Stevens. Había sido un día lluvioso de febrero, y a Marco la pierna le dolía como los mil infiernos. —Vamos, no seas impertinente. Tómate tus medicamentos.— regañó a Marco, al ver que se reusaba a hacerlo.—Por Dios, Marco, deja de comportarte como un niño engreído. Toma tus analgésicos de una vez. Marco rodó los ojos, y se tragó los comprimidos, haciendo una mueca. —Eso es, buen chico. Ahora, vamos, voy a prepárate el baño. Marco palideció. —En serio…no estarás pensando en bañarme, ¿verdad? El
Aunque Arthur le había asegurado que no había ningún problema en que se quedara un tiempo más, después de todo la pierna aún le fallaba y podría sufrir un accidente si se iba a vivir solo, Marco no soportaba quedarse un día más en la mansión Stevens. Hizo un par de llamadas, necesitaba contratar una ama de llaves para que le mantuviese limpio el apartamento que se acababa de comprar, que le hiciera la colada, y ya de cocinar se encargaría él si tenía ánimo. Sheila y él no habían conversado sobre lo que había ocurrido entre ellos. Cada vez que ella intentaba disculparse, él la frenaba, diciéndole que todo estaba bien, pero que no quería hablar sobre aquello. Marco no quería continuar sufriendo. No quería continuar siendo una piedra de tropiezo para ella así que estaba planeando su mudanza al apartamento que había comprado, en un par de semanas. —¿Cómo te sientes hoy?—Susurró , entrando a su habitación, trayendole el desayuno. —Espléndidamente.—Murmuró él, fingiendo una sonrisa. Se
Sheila manejaba apretando el acelerador. ¿Y si Marco resbalaba y se caía en el baño? ¿ Y si su pierna fallaba y se golpeaba la cabeza? A su mente venían una y otra vez todos los peores escenarios imaginables. Había sufrido mucho cuando Marco había tenido su accedente, pensando en que había podido perderlo irremediablemente y ahora estaba al borde de la histeria de nuevo. Llegó al edifico y pidió subir al penthouse. El custodio de la puerta llamó a Marco y le permitieron subir al elevador. Su pecho estaba lleno de angustia, se sentía desesperada e inquieta. Le abrieron la puerta y se abalanzó sobre él. Rodeándole el cuello con los brazos y besándole con tal pasión que Marco no supo de qué otra forma reaccionar que no fuese devolviéndole los besos y apretándola por la cintura. Entrelazando sus dedos en el cabello de ella y hundiéndose en la fragancia a vainilla que lo envolvía. Ella rompió el beso, rápidamente recorriéndolo con sus manos en busca de lesiones o de sangre. El mied