La fricción de su voz consigue entenderle que hay algo más allí, en aquellos ligero tono con el que usa sólo para ella, y Katherine desvía su mirada hacia el frente tan sólo por un motivo que no funciona ni para ella.John la ha puesto nerviosa. Sin embargo no da señales de esto y comienza alejarse de él porque sino comenzará a delirar de formas que no controla, y que tampoco la ayudarán en su proceso de autoconocimiento. ¡Ah! Los cuatro millones están aún a la vuelta de la esquina, y ante esto no se puede perder.Cambia el toque de John desde su cintura hacia sus manos, y se enreda en las frías de Katherine, que automáticamente se calientan ante su roce. Se dirigen hacia al frente y Katherine frunce un poco el ceño porque no ve a nadie más, ni siquiera a Julia.¿A dónde la ha llevado John?Su esposo le indica sentarse y no rechista ante este comentario. Va en contra de la moraleja de actuar antes que pensar, y no le ha ido muy bien con eso. Por tal motivo espera a que John se acerqu
Vuelve Katherine a sentarse y a echarse a reír como si no lo creyera. Aparta John las fichas y los diecisiete han sido bendecidos en su mano. La complacencia no se ve en su rostro, y no es que estuviesen apostando de verdad. Al parecer, según a su parecer, sólo estaba John mostrándole.Incluso así se le dificulta sólo pensar a Katherine de esta imposible casualidad.—¡Esto es…!—Sólo fue cuestión de suerte ésta vez —responde John, tranquilo—. He de decir que no me lo esperaba.—No esperabas que marcaran uno, o el cuatro. Eso no parece tan metódico de tu parte. ¡No me lo creo! Yo digo que hiciste trampa —y trata Katherine de mirar hacia abajo, de la mesa para conseguir alguna consecuencia de esta partida; rápida y eficaz.John niega.—La probabilidad es esta. Ganas o pierdes, pero matemáticamente a las ruletas no se les puede ganar. El apostador nunca gana en las ruletas. Es cuestión al azar, del destino —ha sido entonces que se atreve John en levantarse y brindarle la mano a su esposa
Un escalofrío recorre toda la espina de Katherine cuando John la guía hacia al frente, sobre la demás personas, y con su mano entrelazada contra la suya. La altura de John sobrepasa la suya y apenas observa lo que pasa adelante. Ha quedado un poco más que muda después de oír aquello. El despertar de un extraño cosquilleo en su pecho y bajo su estómago la acompaña hasta que observa a Julia en la primera silla, le sonríe y señala a su lado. ¿Era esto lo que quería ver John? ¿O lo que le enseñaría? ¿Quería verla jugar? Sobre todo el famoso póker. Katherine deja su mano y sin verlo se coloca a centímetros de Julia. Con un poco de convicción le sonríe.—Tal vez tengas suerte de principiante —le dice Julia.—Tal vez —responde Katherine. Se gira para observar a John—. ¿No juegas?—Prefiero observar —responde.No es que estuviese de acuerdo que precisamente ahora se dignara en no jugar con ella, o estar a su lado, pero poca importancia le daba acaso. No está en posición de decirle algo. Le
—Señoritas, ¿Listas para la ronda? La voz del repartidor llega para ambas mujeres y no deja Katherine de pensar en lo que ocurre. Julia le asiente con amabilidad al hombre y dentro de poco consigue que comience la partida. —No se porque te he dicho esto, Kate. Pero sé que puedo confiar en ti, además…John es tu esposo. Y sé que no querrás que algo malo le suceda, tampoco a lo que siempre ha luchado por tener. Las frases tiene de por sí un efecto dentro de Katherine. ¿Qué es aquello? Pero si sólo conoció a John hace una semana, no están enamorados, su unión es sólo un papel, y su contacto es sólo un trato que terminará en un año, o quizás menos. ¿Qué puede tener ella que ver en lo que a John O'Connell le interesa? ¿Es siquiera honesto pensar algo así? Su mente es un revuelo. El deseo de John es montar sus casinos, y sus joyerías en el país, y la única manera de hacerlo y no perder cientos de millones es casarse con ella. Su propósito es meramente personal. El repartidor lanza las d
—En eso entonces yo no me meto —dice Julia con una voz contundente. Y es claro a lo que se refiere—. Aunque no te preocupes que es casi normal que todos estos casinos estén abiertos de noche, de día, de madrugada. John sonríe un poco después de oír a Julia. —Me despediré de algunas personas y saldré al auto. Te esperó allí —se dirige hacia Katherine. Ella sólo asiente. Aunque no es verídico que le deje un beso en los labios o en la mejilla sólo brinda una misma sonrisa que queda plasmada con una inmensa complacencia. Ambas mujeres lo notan desaparecer de su zona de vista. Julia restriega unas cuantas palabras que hacen a Katherine sonreír. —Yo realmente no sé que hago entre ustedes dos, porque ¡Ah! Es obvio que sobro en este lugar. —No digas eso —dice jocosamente Katherine de una manera gentil—. Fue con sinceridad divertido haber jugado contigo. Siempre creí que me ganarías. —Estás bromeando —responde Julia cuando no puede ver por ningún algún interés—. Salgamos de aquí. Hay qu
La expresión de Julia es cálida. Y posiblemente haya dicho otra cosa entre sus labios aunque de cierto modo no lo comprende. Las manos de John nuevamenta están sobre su cintura y la cálida sensación por un momento le hace olvidar la conversación con Julia. —Ya es hora de marchar y estoy segura que vamos a encontrarnos más de una vez por aquí, Katie —Julia emplea una sonrisa deslumbrante y por consiguiente Katherine responde de la misma forma—. Me marcho ya. ¿Ustedes irán al hotel?—La llevaré a comer antes —responde John con tono calmado. Imaginandose Katherine está que su esposo tiende a tener este tipo de tono de voz cuando está mintiendo. Pero le ayuda en seguirle la corriente y asiente ante lo dicho.—Vale, entonces. ¡Hasta luego, Kate! ¡Hasta luego, John!Julia deposita un beso y luego se marcha directamente hacia su auto. Katherine espera a verla marchar para continuar dando suspiros, de la misma manera, alejandose unos cuantos pasos hacia adelante. No puede negar que la ext
Es sumamente impresionante oír de Katherine estas cosas. —¿Qué estás diciendo? —John le pregunta por fin. Katherine se limpia sus labios y lo mira, como si no fuera obvio. —¡Ah! No tienes que fingir conmigo, John. Ya lo dijiste, somos amigos. Es normal que quiera decirte un consejo, pero no lo tomes a mal. No es muy conveniente. Se rasca John la ceja mientras su rostro se congela por la severidad en las palabras que usa Katherine. —¿Estás hablando en serio? —le cuestiona John como si no lo creyera. —¿Qué significa esa pregunta? —cuestiona Katherine de vuelta. John empieza a mover su cabeza en señal de negación. —Esto no puede estar pasando… —Ah, amigo mío. Lo que es obvio no se pregunta. ¿No has escuchado de eso? Es una pena, porque si realmente te gusta no fue sencillo elegir casarse con otra mujer. Supongo que no es estadounidense y por eso no la elegiste. Realmente te digo que debes actuar como si no me conocieras para que ella no piense que estás enamorado de tu esposa. Oh
—¿La conoce? —es lo que le pregunta Randall.—Lo hago —responde John—. Trabaja para mí. En consecuencia deduzco que el problema ha sido por un inconveniente de la empresa.—Prefiero no entrar en detalles. Al menos no cuando no esté ella presente —Randall cerciora sus palabras con rapidez y se voltea a ver a su hermana—. ¿Tienes algún problema en que te lleve yo? Katherine se ha mantenido tranquila en su sitio pero no por dentro está igual. La forma en la que John defiende a esa mujer ante lo ocurrido no sólo la enoja, sino que siente hasta decepción que sea de esta forma. Sus ojos se quedan fijos en él, tan fuertes y dubitativos. Da un paso atrás.—Vámonos, Randall. No quiero estar más aquí.Katherine da la vuelta de una vez por todas, y no quiere recibir u oír otra palabra que provenga de John. Randall divisa esta reacción con un gesto serio y le dirige una mirada a quien es su cuñado.—Puedes usar mis llaves y llevar a Kate a dónde desee…—No te preocupes —rápidamente dice Randal