Su voz se impregna en lo más profundo se Katherine. Y tiene que parpadear ante lo que acaba de oír. Recurre a su suerte de no aparentar escuchar lo que directamente salió de los labios de John y traga saliva alzando una ceja. —¿ Qué carajos acabas de…?—Sube al auto, Katherine. Vendrás conmigo al resort. —No voy a ir contigo a ninguna parte —gruñe Katherine por lo bajo. —Lo harás —deja saber John en cuanto le toma con más control si cintura—. No llegaré sin ti. Casi balbucea Katherine ante estas palabras y con sus ojos grises tiene que observar el rostro de su esposo con el cual maneja una inmensa seriedad. Pero no cede todavía.—Tendrás que hacerlo —dice.—Katherine —repite John.—¡No iré contigo a ninguna parte así…! —¡Oh! Ahí están. Creí que ya se habían marchado —la señora Williams sale de su hogar con una sonrisa dirigiéndose hacia ellos—. ¿Ya parten hacia el hotel? —Lo hacemos —es John quien responde—. Me ha encantado verla hoy, señora Williams. Puede ir al reso
Como había dicho John la noche anterior, al día siguiente se preparan ambos para empezar a coexistir mejor en el ámbito de las apuestas. Así tal cual dijo aquella mañana John O’Connell después de que se marchó. Katherine no lo ha visto desde entonces, y va directo hacia la entrada del casino que se encuentra en el centro de Las Vegas con el mismo chófer de la noche anterior. Mira su celular, y hay un mensaje de Julia en la primera plana. “¡Espero no llegues tan tarde! Que mi vestuario no será en vano, señora O’Connell.” Aquella mañana también fue Julia quien la vistió. No le molesta, y es más, disfruta de que lo haga. Así que sonríe cuando observa el mensaje. Al que no ha visto es a Will. Y no sabe si también está en Las Vegas. ¿En dónde estará? —Señora, ya hemos llegado. Es lo que indica el chófer en cuanto están frente a la entrada del lugar. Katherine no está acostumbrada a ese seudónimo pero intenta por todos los medios actuar de la mejor forma. —¡Oh, si! Muchas g
Katherine observa la mano con cortesía y no espera un momento más para saludar. Como no quiere parecer grosera ahora y delante de este hombre, que por la mirada de Julia se trata de alguien más, deja caer la palma en la mano ofrecida, y sus ojos parecen más amables de lo que creyó. De tal manera aquel hombre nuevo, dotado de mirada interesada hacia ella, deposita un beso en sus nudillos. —Es un placer, un completo placer —dice el hombre—. Mi nombre es Stephen. Nunca antes te había visto por aquí.—Es que es la primera vez tocó Las Vegas —responde Katherine luego de haber alejado su mano de él.—Por supuesto; de haberte visto, creéme, no habría olvidado nunca rostro —este nuevo hombre parece ciertamente sugestionado de una mujer como ella, quien posee una belleza sin igual y una personalidad que esconde la fortuna de una nueva vida. Julia tiene que alzar sus cejas y rápidamente se coloca al lado de Katherine.—Es un gran placer, señor. Poder encontrarlo a usted ahora. De seguro lo vo
La fricción de su voz consigue entenderle que hay algo más allí, en aquellos ligero tono con el que usa sólo para ella, y Katherine desvía su mirada hacia el frente tan sólo por un motivo que no funciona ni para ella.John la ha puesto nerviosa. Sin embargo no da señales de esto y comienza alejarse de él porque sino comenzará a delirar de formas que no controla, y que tampoco la ayudarán en su proceso de autoconocimiento. ¡Ah! Los cuatro millones están aún a la vuelta de la esquina, y ante esto no se puede perder.Cambia el toque de John desde su cintura hacia sus manos, y se enreda en las frías de Katherine, que automáticamente se calientan ante su roce. Se dirigen hacia al frente y Katherine frunce un poco el ceño porque no ve a nadie más, ni siquiera a Julia.¿A dónde la ha llevado John?Su esposo le indica sentarse y no rechista ante este comentario. Va en contra de la moraleja de actuar antes que pensar, y no le ha ido muy bien con eso. Por tal motivo espera a que John se acerqu
Vuelve Katherine a sentarse y a echarse a reír como si no lo creyera. Aparta John las fichas y los diecisiete han sido bendecidos en su mano. La complacencia no se ve en su rostro, y no es que estuviesen apostando de verdad. Al parecer, según a su parecer, sólo estaba John mostrándole.Incluso así se le dificulta sólo pensar a Katherine de esta imposible casualidad.—¡Esto es…!—Sólo fue cuestión de suerte ésta vez —responde John, tranquilo—. He de decir que no me lo esperaba.—No esperabas que marcaran uno, o el cuatro. Eso no parece tan metódico de tu parte. ¡No me lo creo! Yo digo que hiciste trampa —y trata Katherine de mirar hacia abajo, de la mesa para conseguir alguna consecuencia de esta partida; rápida y eficaz.John niega.—La probabilidad es esta. Ganas o pierdes, pero matemáticamente a las ruletas no se les puede ganar. El apostador nunca gana en las ruletas. Es cuestión al azar, del destino —ha sido entonces que se atreve John en levantarse y brindarle la mano a su esposa
Un escalofrío recorre toda la espina de Katherine cuando John la guía hacia al frente, sobre la demás personas, y con su mano entrelazada contra la suya. La altura de John sobrepasa la suya y apenas observa lo que pasa adelante. Ha quedado un poco más que muda después de oír aquello. El despertar de un extraño cosquilleo en su pecho y bajo su estómago la acompaña hasta que observa a Julia en la primera silla, le sonríe y señala a su lado. ¿Era esto lo que quería ver John? ¿O lo que le enseñaría? ¿Quería verla jugar? Sobre todo el famoso póker. Katherine deja su mano y sin verlo se coloca a centímetros de Julia. Con un poco de convicción le sonríe.—Tal vez tengas suerte de principiante —le dice Julia.—Tal vez —responde Katherine. Se gira para observar a John—. ¿No juegas?—Prefiero observar —responde.No es que estuviese de acuerdo que precisamente ahora se dignara en no jugar con ella, o estar a su lado, pero poca importancia le daba acaso. No está en posición de decirle algo. Le
—Señoritas, ¿Listas para la ronda? La voz del repartidor llega para ambas mujeres y no deja Katherine de pensar en lo que ocurre. Julia le asiente con amabilidad al hombre y dentro de poco consigue que comience la partida. —No se porque te he dicho esto, Kate. Pero sé que puedo confiar en ti, además…John es tu esposo. Y sé que no querrás que algo malo le suceda, tampoco a lo que siempre ha luchado por tener. Las frases tiene de por sí un efecto dentro de Katherine. ¿Qué es aquello? Pero si sólo conoció a John hace una semana, no están enamorados, su unión es sólo un papel, y su contacto es sólo un trato que terminará en un año, o quizás menos. ¿Qué puede tener ella que ver en lo que a John O'Connell le interesa? ¿Es siquiera honesto pensar algo así? Su mente es un revuelo. El deseo de John es montar sus casinos, y sus joyerías en el país, y la única manera de hacerlo y no perder cientos de millones es casarse con ella. Su propósito es meramente personal. El repartidor lanza las d
—En eso entonces yo no me meto —dice Julia con una voz contundente. Y es claro a lo que se refiere—. Aunque no te preocupes que es casi normal que todos estos casinos estén abiertos de noche, de día, de madrugada. John sonríe un poco después de oír a Julia. —Me despediré de algunas personas y saldré al auto. Te esperó allí —se dirige hacia Katherine. Ella sólo asiente. Aunque no es verídico que le deje un beso en los labios o en la mejilla sólo brinda una misma sonrisa que queda plasmada con una inmensa complacencia. Ambas mujeres lo notan desaparecer de su zona de vista. Julia restriega unas cuantas palabras que hacen a Katherine sonreír. —Yo realmente no sé que hago entre ustedes dos, porque ¡Ah! Es obvio que sobro en este lugar. —No digas eso —dice jocosamente Katherine de una manera gentil—. Fue con sinceridad divertido haber jugado contigo. Siempre creí que me ganarías. —Estás bromeando —responde Julia cuando no puede ver por ningún algún interés—. Salgamos de aquí. Hay qu