Está John sonriendo también cuando siente la suavidad de la mano de Katherine en la suya. Después, la encierra con terneza y ambos se miran un momento. —¿ Estás seguro de que quieres que esté a tu lado? —le pregunta Katherine de alguna u otra manera impresionada de que esté John brindándole un puesto como es aquel. —Sólo hay que pulirte. Noto que eres buena en pensar rápido, pero no siempre es bueno. A veces hay que analizar las cosas, bien —no es una respuesta clara pero quiere decir que por debajo si entiende de su aceptación—. Pero estoy seguro, Katherine.La señora O’Connell para todos aquellos tiende a dejar una clara evidencia del rubor que se apodera en sus mejillas y cuando no quiere que esto lo note John, quita la mano de la palma de su esposo y replantea su antigua charla. El trato que estaba por cumplirse.—De acuerdo. Puedo empezar cuando lo desees. Apostar…suena severo —dice Katherine cuando han terminando por desayunar. Se levanta primero John antes que ella y la ayuda
A quien ve por primera vez es a su madre. Katherine abre los brazos para darle una sonrisa. —¡Querida! —expresa la señora Williams en cuanto la suelta—. Leí tu mensaje está mañana. Entiendo que hayas tenido que quedarte en el hotel. Dime, ¿Has visto a su familia?—Ah, sí —dice Katherine cuando se sientan en el sofá y tiene que disimular que la presentación con su cuñada no fue la mejor de todas—. La familia de John es muy buena. Son buenas personas. —Eso me alegra tanto, querida —su madre le entrega un té—. Ahora que estamos juntas, y a solas, me gustaría preguntarte algunas cosas. La alarma de Katherine se enciende. Y tiene que dejar la taza de té en la mesa porque su propia idea de que algo pueda salir mal le arruina el sabor. —¿Cómo es qué…has aparecido aquí, después de un largo tiempo y casada con nada más que un hombre importante? No digo que no me emociona verte aquí, porque era mi único deseo. Pero no comprendo lo tanto que ha sido esto. Es que, hija mía. Estás casada
Katherine recorre la poca distancia que se asemeja frente a ella. Porque no puede dar objeción a lo que observa, y no es que estuviese arriba en celos gigantes pero recuerda que el mismo John O’Connell le había dicho que actitudes como aquellas no podrían verse más. “Nos dará una mala impresión.” Fue lo que dijo. Aparte, la sonrisa incrustada en los labios de Melissa no la hacen controlar su disturbio. Porque observa a la pareja frente a ella como con orgullo. Katherine abre su boca por lo que está viendo. Sin embargo prontamente está dando los únicos pasos necesarios para alcanzar la visión de John. Su esposo deja de sonreír una vez la observa y Katherine empieza a hacerlo cuando hacen contacto con él. —¿Katherine? —menciona John. —Cielo. No sabía que estabas aquí , creí que te encontrabas en unas de tu reuniones. Melissa también se gira cuando oye a su hermano. Y su rostro cambia cuando tiene que encontrar a su cuñada, frente a ella para girarse por completo y rebajar
Su voz se impregna en lo más profundo se Katherine. Y tiene que parpadear ante lo que acaba de oír. Recurre a su suerte de no aparentar escuchar lo que directamente salió de los labios de John y traga saliva alzando una ceja. —¿ Qué carajos acabas de…?—Sube al auto, Katherine. Vendrás conmigo al resort. —No voy a ir contigo a ninguna parte —gruñe Katherine por lo bajo. —Lo harás —deja saber John en cuanto le toma con más control si cintura—. No llegaré sin ti. Casi balbucea Katherine ante estas palabras y con sus ojos grises tiene que observar el rostro de su esposo con el cual maneja una inmensa seriedad. Pero no cede todavía.—Tendrás que hacerlo —dice.—Katherine —repite John.—¡No iré contigo a ninguna parte así…! —¡Oh! Ahí están. Creí que ya se habían marchado —la señora Williams sale de su hogar con una sonrisa dirigiéndose hacia ellos—. ¿Ya parten hacia el hotel? —Lo hacemos —es John quien responde—. Me ha encantado verla hoy, señora Williams. Puede ir al reso
Como había dicho John la noche anterior, al día siguiente se preparan ambos para empezar a coexistir mejor en el ámbito de las apuestas. Así tal cual dijo aquella mañana John O’Connell después de que se marchó. Katherine no lo ha visto desde entonces, y va directo hacia la entrada del casino que se encuentra en el centro de Las Vegas con el mismo chófer de la noche anterior. Mira su celular, y hay un mensaje de Julia en la primera plana. “¡Espero no llegues tan tarde! Que mi vestuario no será en vano, señora O’Connell.” Aquella mañana también fue Julia quien la vistió. No le molesta, y es más, disfruta de que lo haga. Así que sonríe cuando observa el mensaje. Al que no ha visto es a Will. Y no sabe si también está en Las Vegas. ¿En dónde estará? —Señora, ya hemos llegado. Es lo que indica el chófer en cuanto están frente a la entrada del lugar. Katherine no está acostumbrada a ese seudónimo pero intenta por todos los medios actuar de la mejor forma. —¡Oh, si! Muchas g
Katherine observa la mano con cortesía y no espera un momento más para saludar. Como no quiere parecer grosera ahora y delante de este hombre, que por la mirada de Julia se trata de alguien más, deja caer la palma en la mano ofrecida, y sus ojos parecen más amables de lo que creyó. De tal manera aquel hombre nuevo, dotado de mirada interesada hacia ella, deposita un beso en sus nudillos. —Es un placer, un completo placer —dice el hombre—. Mi nombre es Stephen. Nunca antes te había visto por aquí.—Es que es la primera vez tocó Las Vegas —responde Katherine luego de haber alejado su mano de él.—Por supuesto; de haberte visto, creéme, no habría olvidado nunca rostro —este nuevo hombre parece ciertamente sugestionado de una mujer como ella, quien posee una belleza sin igual y una personalidad que esconde la fortuna de una nueva vida. Julia tiene que alzar sus cejas y rápidamente se coloca al lado de Katherine.—Es un gran placer, señor. Poder encontrarlo a usted ahora. De seguro lo vo
La fricción de su voz consigue entenderle que hay algo más allí, en aquellos ligero tono con el que usa sólo para ella, y Katherine desvía su mirada hacia el frente tan sólo por un motivo que no funciona ni para ella.John la ha puesto nerviosa. Sin embargo no da señales de esto y comienza alejarse de él porque sino comenzará a delirar de formas que no controla, y que tampoco la ayudarán en su proceso de autoconocimiento. ¡Ah! Los cuatro millones están aún a la vuelta de la esquina, y ante esto no se puede perder.Cambia el toque de John desde su cintura hacia sus manos, y se enreda en las frías de Katherine, que automáticamente se calientan ante su roce. Se dirigen hacia al frente y Katherine frunce un poco el ceño porque no ve a nadie más, ni siquiera a Julia.¿A dónde la ha llevado John?Su esposo le indica sentarse y no rechista ante este comentario. Va en contra de la moraleja de actuar antes que pensar, y no le ha ido muy bien con eso. Por tal motivo espera a que John se acerqu
Vuelve Katherine a sentarse y a echarse a reír como si no lo creyera. Aparta John las fichas y los diecisiete han sido bendecidos en su mano. La complacencia no se ve en su rostro, y no es que estuviesen apostando de verdad. Al parecer, según a su parecer, sólo estaba John mostrándole.Incluso así se le dificulta sólo pensar a Katherine de esta imposible casualidad.—¡Esto es…!—Sólo fue cuestión de suerte ésta vez —responde John, tranquilo—. He de decir que no me lo esperaba.—No esperabas que marcaran uno, o el cuatro. Eso no parece tan metódico de tu parte. ¡No me lo creo! Yo digo que hiciste trampa —y trata Katherine de mirar hacia abajo, de la mesa para conseguir alguna consecuencia de esta partida; rápida y eficaz.John niega.—La probabilidad es esta. Ganas o pierdes, pero matemáticamente a las ruletas no se les puede ganar. El apostador nunca gana en las ruletas. Es cuestión al azar, del destino —ha sido entonces que se atreve John en levantarse y brindarle la mano a su esposa