La felicidad en el rostro de Liza y Gerald era tan evidente que Caden se sintió asfixiado y deseó arrancar aquellas sonrisas triunfales del rostro de sus progenitores, pero se convenció de que pronto todo daría un giro favorable y él obtendría lo que realmente anhelaba.—Cariño, cambia esa expresión, vamos a una fiesta de compromiso, no a un funeral.—Madre, no me solicite milagros, el hecho de que esté aquí montado en este carruaje camino a la mansión Hamilton ya para mí es una marcha fúnebre… ¡Vaya rumbo a mi funeral!—¡No seas dramático! Ya verás que terminarás agradeciendo. Esto que hacemos por ti es para bien, y Angelina pasará a ser solo un recuerdo. Además, las de su clase siempre terminan aceptando las bajas pasiones por unas cuantas monedas —las palabras de Gerald profundizaron la molestia de Caden —. Así que haz tu mejor trabajo —dijo Gerald, acto seguido, tomó la caja del anillo y la colocó en el bolsillo de la chaqueta de su hijo, Caden lo miró con desprecio. La entrada
—Busquemos el sombrero que les gustó —dijo Vanessa cambiando de tema bruscamente y mirando hacia la calle para ver si encontraba un vendedor de periódicos, pero no fue necesario que saliera a comprarlo, Clara entró como un vendaval llevando un periódico en la mano.—Angelina, acompáñame —dijo apenas estuvo cerca —Amelia, quédate en la caja —Angelina se inquietó al ver el estado tan alterado de su madre—. Ya en la habitación Clara cerró la puerta.—Mamá, ¿qué sucede? ¡Me estás asustando!—¡Esto es lo que me sucede! —luego le extendió el periódico, Angelina lo tomó rápidamente y comenzó a leer lo que su madre le mostraba, en la página de sociales y en letras grandes se daba la noticia de que el doctor Caden Greenwood se había comprometido con la señorita Miriam Hamilton. Al leer aquella noticia, Angelina comenzó a sudar frío y la noche en que Caden le pidió matrimonio delante de todas aquellas personas resurgió de entre sus recuerdos. Clara notó cómo la palidez se apoderaba del rostro
Caden. —Mi estimado amigo, no sé por qué percibo una profunda tristeza en tus ojos, cuando deberías verte rozagante de felicidad. ¡Te vas a casar con una de las damas más ricas y bella de la ciudad! —dijo el doctor Stanley para sacar a Caden de aquel estado ensimismado que lo había poseído desde que salieron de la mansión. —Parece que la señorita Hamilton, aún envuelta en oro y belleza, no te roba el sueño, no es necesario ser un superdotado para saber que no estás enamorado. Lo que salta a la vista no requiere anteojos. —Nunca puedo admitir lo que es inconcebible, no quiero a esa mujer. —¿Entonces porque te vas a casar? No es nada satisfactorio vivir amarrado a una mujer que no se desea —Caden soltó una sonrisa carente de convicción y, al mismo tiempo, diciéndose así mismo: “Uno de los motivos es que, si está al tanto de las acciones que he realizado, puede lograr que me expulsen de la sociedad de médicos y me quiten la licencia para ejercer.” ——Es un matrimonio impuesto por mis p
Michael. —Hoy ha llegado una carta para usted, duque —manifestó uno de los sirvientes. Michael, quien estaba presente en la caballeriza, tomó el sobre y lo abrió con rapidez. Se trataba del investigador privado, donde le contaba de manera detallada el matrimonio de Caden y Miriam que se celebraría muy pronto. Michael, lejos de sentir alegría, sintió paz. Imaginó que Angelina estaría dolida, pero eso pasaría y era mejor meses de dolor que años de angustia. Suspiró y llevó a su yegua cerca de su cría. —Creo saber cómo te llamarás, pequeño amigo. —Michael acarició el pelaje del hermoso animal que tenía un brillo dorado. —La belleza innata de las cosas está presente en el mundo, y a las personas nos encanta buscar esa belleza innata de las cosas. Y has obtenido el honor de ser considerado uno de los caballos más hermosos del mundo. «Celestial», esa es la única palabra que me pasa por la cabeza cuando te veo. —Angelina ocupó sus pensamientos al decir aquello. Aquella breve tranquilidad
Un mes después. Angelina observaba desde la ventana de su habitación cómo el invierno se había apoderado de todos los árboles y calles de la ciudad. Un manto blanco como el mármol brillante e inmaculado era el protagonista de aquel paisaje helado; no pudo evitar compararse con ese frío, así sentía su alma… el hielo se había apoderado de ella. Un mes ya había transcurrido, y con el paso de los días Caden se convirtió en una sombra que dejaba solo ventisca a su paso, los ojos de Angelina se humedecieron y los recuerdos pasados volvieron inyectando odio en su alma, no había derecho de que él jugase con ella de aquella manera; sin embargo, en medio de su dolor reflexionaba: ¿Por qué si lo suyo era un juego paro antes de llevarla a la cama?—Fue porque no tuvo tiempo —se dijo así misma. Clara entró en la habitación de su hija y la encontró hundida en su depresión, observando aletargada por la ventana. Sabía que desde el día en que Caden se esfumó Angelina se dedicaba a ver por la ventana
Una mujer joven, delgada, pero nada fea, había subido al carruaje. Caden supo de inmediato que era la misma mujer; el olor barato de su perfume lo confirmaba. Caden abrió otro cigarrillo y le ofreció uno a su acompañante; la mujer sonrió. —Observo que no me olvidaste —dijo la mujer mientras Caden le extendía su cipo para encender su cigarrillo. —Siempre cumplo con mis promesas —la mujer se le acercó con deliberación y apoyó una de sus manos en el miembro de Caden. —¿Te llevo a la gloria en este momento? —dijo divertidamente la mujer. Caden tomó la mano y la quitó con cautela. —Alarguemos el camino hacia la gloria, yo también quiero liberarte. —Adoro los hombres que hablan bien. —Caden sonrió y le solicitó a Gilbert que los trasladara a un lugar más privado, a su nueva propiedad, se trataba de una mansión que su padre le había brindado por haber aceptado casarse con Miriam, lo que Caden le agradaba de esta propiedad era que estaba alejada de la ciudad y pocos conocían su ubicación.
Cinco días después. Caden observaba el traje de novio que se encontraba sobre su cama, no podía evitar la oscuridad que sentía al imaginarse caminando con Miriam hacia el altar. Esa era la tortura más dolorosa que su familia le había impuesto, pero lo más relevante era tener que alejarse de Angelina y que su arrogancia no le permitiera darle la cara. Decirle esa verdad era como reconocer que todo había terminado; la promesa de su amor y eso estaba muy lejos de hacerlo, aunque tuviera que pasar por muchas pruebas, esto pasaría a la historia como un sacrificio humano para su supervivencia. Luego él pasaría facturas. Tomó el traje de mala gana y empezó a ponerlo, cuando faltaba poco para terminar su arreglo tocaron a su puerta. Caden abrió la puerta y vio a su abuela que no sabía cómo abordarlo, aun así, Jazmines le sonrió a su nieto, él la dejó pasar. —¡Eres el novio más atractivo que he visto en toda mi vida! Y vaya que he vivido largos años. —Un novio que se casará con la novia e
La tortura del baile había concluido y, en su lugar, se suscitaron los brindis y agradecimientos de la familia y los allegados. Caden intentó otorgar su sonrisa más efectiva, no obstante, a pesar de su esfuerzo, no le resultó posible. Era incapaz de adquirir convicción, y se encontraba en estado de vacío. Por lo tanto, bebió todo lo posible para mantener su falsa. El doctor Stanley lo extrajo de su estupor y lo apartó de los invitados.—Está bebiendo mucho, estimado amigo, y la gente lo nota.—¿Un hombre no puede embriagarse de felicidad en su propia boda? —las palabras de Caden eran sarcasmo puro. El doctor Stanley comprobó que Caden estaba muy alterado y decidió quitarle la copa.—Mañana te vas de luna de miel y debes estar tranquilo. A pesar de que no lo puedas ver, te casaste con una mujer hermosa.—Iré a una luna infernal; en cambio, sus ojos colega Stanley evidencian que Miriam ha experimentado una sensación de cautividad en usted.—No soy ciego y me gusta admirar lo hermoso. Po