El deseo intenso de desaparecer que experimentaba Míriam era muy profundo, su madre, al ver el rostro de su hija, no pudo evitar preocuparse, la examinó y notó que había adelgazado. —Miriam, querida ¿Por qué tu esposo no ha venido contigo? Habíamos planeado una cena para ustedes —Míriam no contestó a su madre inmediatamente, estaba absorta, hundida en su mundo de dolor y decepción.—¿Piensas que fue adecuado que me casara con Caden? —Preguntó de repente sin mirar a su madre, la mujer al ver cómo su hija comenzaba a quebrarse se le acercó rápidamente. —¡Caden está saliendo otra vez con esa mujer! —No, madre, pero su fantasma permanece vivo entre nosotros dos. El llanto de Míriam se intensificó —dime madre, ¿cómo puedo recuperar algo que nunca fue mío? ¡No sabes cómo me arrepiento de haber sido tan obstinada y caprichosa, debí haberme alejado!—No cariño, no digas eso. Sé que te sonará muy repetido lo que te voy a decir, pero la experiencia me ha enseñado que muchas veces el amor lle
Míriam. El tiempo que Míriam pasó con Henry hizo que ella olvidara temporalmente sus problemas; Henry traía consigo los recuerdos de sentimientos antiguos que alguna vez fueron parte de su mundo, como la calidez y la paz en un día soleado.Tomó un sorbo de su chocolate caliente, saboreando el dulce sabor que tenía en su paladar, mientras lo hacía, pensaba en Stanley. Nunca había reparado en hacerlo, tenía unos ojos hermosos, negros como el ónix al igual que su cabellera, sus manos eran grandes y las uñas de sus manos las tenía bien cuidada, no podía negarse que Henry Stanley era un hombre atractivo, Miriam se preguntó: ¿Por qué no se había dado cuenta de ello antes? ¿Será casado? ¡Debe serlo! Era un hombre de unos treinta y seis años, aunque no necesariamente porque tuviese es
Angelina dormía tranquilamente, desde que Michael había colocado escoltas, su tranquilidad había regresado.No podía olvidar la tarde en que Caden fue tras de ella, y la alzó por un brazo, ella entendió que Caden ya sabía de su paseo con Michael. Por varios días no pudo olvidar la cólera que traslucía Caden y temió que le hiciera daño, pero ese día los escoltas del duque de St. Moritz la habían rescatado. Angelina empezó a moverse en la cama, su sueño estaba siendo interrumpido por el repentino frío, el calor de su habitación se estaba evaporando, aunque dormida, se arropó con la pesada manta, pero las ráfagas de viento frío seguían molestándola. Entonces giró, y vio que la ventana estaba abierta, el viento que entraba moviendo las cortinas se lo afirmaban. Aquel suceso la aterró, ella sabía a la pe
Los dos escoltas, que habían estado en vigilia cuidando a Angelina, habían sido encontrados en un callejón amordazado y aturdidos. Luego de recuperar la noción del tiempo le dijeron a la policía que eran empleados del duque de St. Moritz. Más tarde, dos agentes de policía acudieron a la residencia de Michael. Uno de los sirvientes avisó a William, quien fue rápidamente a indagar el motivo de la visita. —Disculpen que lo moleste —dijo uno de los policías. —Pero, hallamos a dos hombres, estaban amordazados en un callejón miserable apartado de la ciudad y ellos afirman estar bajo órdenes del duque —William quedó pensativo. —¿Dónde están esos caballeros? —En la comisaría, señor. —Llévenme con ellos. —Los p
Arianna. El viaje había sido largo, aun así, no se sentía agotada, su corazón rotó no le daba más cabida que para la urgencia de su dolor. La joven no había aceptado la propuesta de su tía en ir a Escocia, había decidido refugiarse en la casa de su padre, necesitaba arroparse, bajó la protección de los días felices, cuando su amado padre aún vivía ¡Cuanto lo extrañaba! Y como lo necesitaba. —Ni siquiera un hermano o hermana pudiste dejarme, el ser hija única siempre ha acentuado mi soledad —suspiró y trató de recordar a su madre en vida, pero no lo logró. —¡Señorita Arianna! ¿Por qué no avisó que venía? Hubiéramos arreglado su alcoba —dijo una mujer de aproximadamente 54 años de ed
—Cómo olvidarlo, todos hablaban de ese momento —respondió Míriam, recordando la reacción de su cuñada, Emilia sonrió, la expresión de Míriam era un libro abierto, y él escudriñó, experto de la duquesa, descubrió que Míriam pensaba en Alyssa.—Su cuñada, la señorita Alyssa, va a sentirse muy decepcionada.—No estoy segura de a qué se refiere —Emilia volvió a sonreír.—No necesita fingir conmigo, soy muy observadora y sé que su cuñada siente una fuerte atracción por el duque. Míriam quiso decirle a la duquesa que su sobrina era otra que no disimulaba su atracción por el atractivo duque, pero hizo silencio. —El punto, es que mi querido hijastro siente una fijación por esa muchacha… Angelina —Míriam se sorprendió por la declaración de la duquesa, y aunque ya había escuchado aquellas sospechas por labios de Alyssa, la cual causó rabietas, oírlas de los labios de la duquesa era diferente, entonces sintió rabia.—¡Esa mujer no tiene escrúpulos, es una trepadora! —El vino ya hacía efecto en M
Alyssa estaba dubitativa cuando contemplaba las llamas de un fósforo que había encendido. Observaba cómo lentamente el fuego consumía el fósforo, dejó que se carbonizara hasta que el fuego tocó su delicado dedo. Solo en ese instante soltó el fósforo consumido para encender otro.—Alyssa —dijo Miriam al llegar a la puerta cerrada de la biblioteca de la casa de sus suegros.—Dije que nadie me molestara, y eso te incluye a ti… No estoy dispuesta a soportar tus quejas de mujer frustrada; te recomiendo que te marches, no tengo intención de perder mi tiempo contigo. —Miriam se sintió dañada al oír las palabras de su cuñada, y tras quedarse en silencio y tomar una profunda respiración, decidió volver a intentarlo.—Es preciso que conversemos, se refiere a la duquesa —esta vez
Emilia no pudo disimular su irritación cuando uno de sus mayordomos de confianza le informó que el duque había llegado con una dama.—¿Reconoces a la dama? —Preguntó Emilia aun a sabiendas de que se trataba de Angelina.—La reconozco, señora, es la joven que bailó con el duque durante su presentación en la sociedad de Londres. —La mujer agradeció la información y, a continuación, con gran elegancia se dirigió al balcón. Allí confirmó lo que sospechaba y lo que había dicho el mayordomo. Al ver a Angelina bajar del carruaje y la expresión de extrema felicidad de Michael al contemplar a la muchacha, ella sintió una reacción de odio que se intensificó cuando Michael la abrazó. Ya los cotilleos entre los círculos más prominentes de la sociedad se estaban volviendo insoportable, Emilia no quería ser nuevamente el hazmerreír.—Esto no lo voy a permitir —sentenció.La duquesa madre, bajando cautelosamente las escaleras, tenía todo planeado en su mente, cada palabra y cada argumento, pero al v