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46. SOLO CIEGO O TONTO

Le dije a mamá que quería quedarme un rato más. Ya sabe dónde estoy y comprende que necesito escapar un poco de la casa. No logro entender las imágenes que adornaban este lugar, pero, sin importar desde dónde lo mire, es un templo. Aunque no creo que sea católico.

Debió haber sido hermoso en sus mejores días. Tal vez pueda hablar con Iván Felipe para ver si es posible restaurarlo; Podría usarse como oratorio. Sin embargo, no puedo quedarme aquí por más tiempo. Me pongo en camino a casa, pero en el trayecto encuentro a una niña.

—Hola, bonita, ¿vives por aquí? —me agacho para estar a su altura. La niña me sonríe con dulzura antes de responder. Supongo que es hija de algún trabajador.

—Sí, me llamo Abigaíl. Me gusta tu cabello —dice, mientras toca uno de mis rizos, desacomodándolo con sus diminutos dedos.

—Gracias, Abigaíl. Mucho gusto, me llamo Rebeca. Eres muy pequeña para andar sola por aquí, ¿dónde están tus padres?

Señala hacia dónde quedan las viviendas de los trabajadores. Son un
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