—Solo quería acabar con esta tontería lo antes posible —afirma Pablo, caminando de un lado a otro en mi despacho—. Nunca imaginé que algo así podría pasar.—Ya quédate quieto, me estás mareando —respondo, cansado de verlo lamerse las heridas.El día ha sido largo, y ya no soy joven para soportar tantas emociones de golpe.Pablo deja escapar un bufido y, tras unos segundos de indecisión, finalmente se deja caer en el sillón. De un solo trago, vacío el vaso que le serví.—No puedo creer que ese mocoso lograra que Rebeca se fuera de la casa.— ¿Seguro que fue culpa de Iván Felipe esta vez?—Por favor, don Noé. Usted sabe todo lo que ese hombre ha hecho para separarnos.Lo miro con seriedad antes de responder.—Y tú se lo estás dejando todo en bandeja de plata —le recalco, logrando que me lance una mirada de reproche. Me río, sin inmutarme—. Mirándome así no vas a lograr nada. Mejor agradece que la herida de Rebeca fue superficial.—Sí, pero si hubiera regresado conmigo, ya habría sanado d
Salgo de la casa de don Noé con un solo propósito: recuperar a mi esposa. Sé que lo que estoy a punto de hacer no contaría con su aprobación, pero no soy él. No puedo, ni quiero, pasar veinticuatro horas sin ella.La noche es mi aliada. La oscuridad cubre mis movimientos mientras cruzo el jardín con sigilo, acercándome al balcón de su habitación.Desde la penumbra, la observo. Se levanta el tocador, deja caer la bata con elegancia antes de apagar la luz y deslizarse debajo de las sábanas. Por unos segundos, simplemente el observo. Su sola presencia alivia algo dentro de mí, pero no es suficiente. Don Noé tiene razón: he sido yo quien la ha alejado, pero eso se acabó. He mi aprendido lección.Empujo la puerta del balcón, pero está cerrada. Golpeo el vidrio suavemente. Ella se sobresalta, se endereza en la cama y dirige su mirada preocupada hacia mí.Cuando corre la cortina y nuestros ojos se encuentran, veo el reproche en su expresión. De no ser por el cabestrillo que sujeta su brazo d
Ayer casi muero del susto al ver a mi hija herida. Cuando Rebeca llegó a casa, su brazo vendado y el rostro pálido, supe que un médico ya la había atendido y que su vida no corría peligro, pero aun así, el dolor y la angustia me consumieron.¿Hice mal en entregar a mi hija a ese hombre?No dejo de preguntármelo.Supe que Iván Felipe había retado inicialmente a Pablo a duelo, un enfrentamiento que no llegó a concretarse por el repentino fallecimiento de mi querida Marta. Pero ahora, con el duelo solicitado por Pablo, mi corazón de madre solo encuentra culpabilidad en él.Mientras mi hija descansaba, Iván Felipe pasó a preguntar por ella y su estado. Aparentemente mi hija no lo quizo cerca al igual que a su marido al momento de la atención médica.—Estoy seguro de que Marta fue engañada por ese hombre —murmuró Iván Felipe con el tormento reflejado en su mirada—. No hay otra explicación para que una señorita de su condición cediera ante sus pretensiones insanas.Lo observé con un nudo e
Estoy desesperada. Nadie ha venido a contarme oficialmente que es lo que está pasando. Supongo que don Noé está con Pablo tratando de arreglar esta situación y por eso no ha venido. Ahora sí, oficialmente estamos en boca de todo el pueblo.—Por supuesto que no puedes salir —dice mamá, interponiéndose en la puerta—. Una señorita no debe ir a ese tipo de lugares.La miro incrédula.—Mamá, no soy una señorita. Soy una mujer casada y necesito saber qué está pasando con mi esposo.—Ese hombre ya no es tu esposo, no es nada tuyo entiéndelo, es solo un criminal.No puedo creer lo que escucho. Nunca la había oído expresarse así de alguien y que lo haga preciso del hombre que amo, me duele.—¿Cómo te atreves a decir que después de todo lo vivido con ese hombre no soy su esposa? Si, un apellido cambió, pero recuerdo perfectamente que fue ese hombre al que miré a los ojos en el altar, no importa cuál hubiese sido su apellido.Mamá baja momentáneamente la mirada. Ella sabe que mis palabras son ve
La resistencia de las generaciones jóvenes al cambio ha disminuido, en gran parte porque han descubierto las ventajas del mundo exterior. La posibilidad de explorar nuevos territorios y, sobre todo, de encontrar a sus compañeros, los impulsa a mirar más allá de nuestras fronteras.Pedro ha sido clave en este proceso. Su rol como enlace con el mundo no se limita al trato con los humanos; ha tejido una red de contactos con otras manadas, algo que antes era impensable. Gracias a él, ahora no solo mantenemos comunicación y comercio con ellas, sino que incluso están considerando adoptar nuestro modelo. Sería lo ideal para todos.—He escuchado de algo que hacen los humanos y me parece interesante —dijo Pedro, poco antes de la captura de nuestro Alfa—. Lo llaman feria de pueblo. Durante unos días al año, organiza una celebración para atraer visitantes. Podríamos hacer algo similar, usar la inauguración del pueblo como excusa e invitar a otras manadas. Tal vez así muchos encuentren a sus comp
—La orden viene de arriba, licenciado —dice el oficial al juez Vinazco, cuya expresión se ensombrece con indignación ante mi detención.El juez toma los documentos que le entregan y los revisa con detenimiento. A medida que avanza en su lectura, su rostro se aguanta, volviéndose cada vez más agrio.—Tiene razón, la documentación está en regla. Buen trabajo, oficial —afirma con voz firme. Luego, agrega con un deje de severidad que me hace pensar que quizás don Noé tenía razón respecto a este hombre—: Es momento de visitar a esa familia y recordarles que nadie está por encima de la ley.—Pero, señor juez... ellos son personas de reputación intachable...La mirada fría del magistrado es suficiente para silenciar al oficial. Sin más, se vuelve hacia mí y sentencia con indiferencia:—Por ahora, no hay nada que hacer. Te quedas aquí.Cuando sale, los oficiales me escoltan por una estrecha escalera de piedra que desciende a una especie de sótano. El aire es denso, viciado. Un hedor fétido imp
—¡Eres injusto! —exclamo con la voz temblorosa, sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos—. Me estás arrebatando cualquier oportunidad de socializar y encontrar un marido.Mi tío suspira, visiblemente irritado, y responde con esa mezcla de frustración y autoridad que siempre lo caracteriza:—No digas disparates, María. No estoy impidiendo que te relaciones, pero los Ortega no son buena gente. Son personas turbias, y no quiero verte cerca de ellos.Es mi tío, sí, pero a veces tengo la sensación de que me detesta. Su trabajo nos obliga a mi madre ya mí a cambiar constantemente de pueblo, como hojas arrastradas por el viento. Eso ha hecho imposible que forme amistades duraderas, mucho menos que encuentre un esposo. La frustración me consume. Ya tengo veinte años; el tiempo avanza implacable para mi y, sin embargo, él parece ignorarlo por completo.—Me voy a mi cuarto. —Doy media vuelta con dramatismo, ignorando cualquier otra palabra suya, y me precipito escaleras arriba. Al llegar a
Los informes sobre asesinatos escabrosos se alejan cada vez más de este lugar. Las investigaciones indican que la manada circundante—que ahora sé que pertenece a mi "hermano"—es pacífica, lo que lleva a una conclusión lógica: el asesino es un licántropo desterrado.Si bien no son comunes, existen casos en los que algunos licántropos son condenados al exilio. Ignoro la naturaleza exacta de sus faltas, pero sé que la manada se libra del problema liberándolos al mundo.Las jornadas de trabajo han sido largas y agotadoras, acumulando un peso sobre mis hombros que se suma a mis otras preocupaciones personales.—¿Está seguro de que no necesita nada más, señor Ortega? —pregunta por tercera vez la criada—. Parece que le vendría bien un masaje para relajarse.Capté, por fin, la insinuación oculta en sus palabras. Siempre he sido lento para notar esas cosas, y escuchar la misma oferta en tres ocasiones debió haber sido suficiente para entenderla. La observo con atención por primera vez, pese a