CAPÍTULO 5
Habían pasado bastantes cosas, Emilia lo sabía, estaba segura de que incluso había sido participe de algunas de ellas, pero no lograba recordar nada con claridad. Lo que había pasado esa joven castaña en las últimas horas de su vida estaba entre una nebulosa formada por sus lágrimas y su dolor.

Su dolor de cabeza era intenso, y los músculos de su cara estaban adolecidos por tanta presión a los que estaban sometidos. Emilia sentía la cara rígida, por eso, cualquier movimiento le causaba molestia; pero era imposible que no se movieran sus mejillas, nariz, su mentón o su frente cuando todo en ella temblaba dolorosamente.

Dolor era lo único que sentía, por todas partes. Si alguien le preguntaba qué le dolía más en ese momento, ella fácilmente podría decir que le dolía más la vida que la muerte, porque a su tía ya no le dolía nada, Cenaida al fin estaba en paz, lo sabía por esa expresión tranquila con que había terminado; en cambio, a Emilia le dolía hasta respirar.

—Quédate aquí un segundo
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