CAPÍTULO 9
—La señorita volvió a comer poco, no tocó el desayuno ni la cena, además de que otra vez no salió de su habitación para nada. Pasó casi todo el día en cama —reportó Teresa, ama de llaves en ese lugar.

—Está bien —aseguró Alejandro, quien de nuevo recibía un reporte del comportamiento de Emilia—, solo déjenla estar. El tiempo es su mejor aliado para curar sus heridas, dejémosla tranquila y síganla vigilando.

La mujer que recibía la instrucción del hombre que pagaba su salario asintió y se retiró, entonces transmitió el mensaje recibido al resto de los empleados del lugar.

Alejandro vivía en un lugar grande, tanto que los empleados se extendían a su ama de llaves, tres mucamas, la cocinera, el jardinero y el chófer, que solo usaba su abuelo, pues vivían en la misma casa los dos.

Cuando los padres de Alejandro murieron en ese accidente, el pequeño Alejandro se había mudado a casa de sus abuelos, quienes lo criaron como consideraban sus difuntos padres lo hubieran querido, entonces, ese lu
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