—Lo lamento —repitió Alejandro, recargado a una puerta que no se abría, por mucho que la tocara, insistiendo a pesar de que quien estaba adentro le había pedido, un par de veces ya, que se marchara—, no me di cuenta de que la estabas pasando mal, pensé que necesitabas tiempo para estar a solas.Emilia, que también estaba recargada a la puerta, solo que por adentro, suspiró. Se había hecho tantas esperanzas de ella viviendo al lado de ese hombre e iniciando su nueva familia, que su corazón había sufrido severos daños al darse cuenta de que la “compañía” prometida por ese hombre no era una realidad.» Emilia, ábreme, por favor. Quiero saber que estás bien y...—Estoy bien —respondió la joven, que no quería escuchar nada más de ese hombre, por eso lo interrumpió—. Estoy bien, así que vete.—Emilia, por favor —suplicó Alejandro, que no podía creerle que estaba bien, no sin verla, al menos...—Alejandro, estoy cansada y no quiero discutir contigo —declaró la castaña, recargando su cabeza en
—No —respondió Emilia, volviéndose a dejar caer en la cama, alejándose así del hombre que, ante su reacción y respuesta, solo sonrió y se recostó también—. Estoy en serio agotada, y no quiero que me duela el cuerpo cuando no puedo con el dolor de mi alma.—Cuando mis padres murieron —comenzó a hablar Alejandro Darrell, aparentemente de la nada—, no recuerdo haber sentido dolor, como tal, pero recuerdo que fue difícil. Cada que volvía a casa me daban ataques de ansiedad: mis manos y frente comenzaban a sudar por nada y mi garganta se cerraba de tal forma que dejaba gradualmente de permitirme respirar, así que no he vuelto nunca ahí... Creo que es por eso que temía que estuvieras en este lugar, pero tú pareces estar bien.—No estoy bien —informó Emilia—, es solo que, justo ahora, mi cansancio es más grande que mi tristeza, por eso solo quiero dormir, para descansar.—Creo que eres una mujer muy fuerte —resolvió el hombre, provocando en la chica una leve sonrisa—, admiro eso de ti.—Graci
La rutina hizo muy buenos amigos a un par de prometidos que vivían juntos, porque las cosas que comenzaron a pasar entre ellos eran bastante buenas: Emilia ya no estaba sola, y Alejandro tampoco.Alejandro Darrell nunca pensó que la compañía de alguien le haría bien, porque incluso con Malena, a quien estaba seguro de que la amaba con todo su corazón, había pensado que sería difícil la convivencia, pero también creía que el amor y los beneficios que conseguirían al casarse les darían fuerza a ambos para superarlo; sin embargo, con Emilia era muy diferente a lo que había imaginado, era incluso mucho mejor.Alejandro dormía muy bien al lado de esa joven, y Emilia era una gran ama de casa, cocinaba bastante bien y, tal vez por que la casa era pequeña y Emilia no recibía visitas, pero era cómodo para Alejandro estar en la casa de su ahora prometida.Aun así, él sabía bien que tras la boda no deberían seguir viviendo en un lugar tan impropio de él y lo que él representaba.—¿A qué estás jug
—¿Cómo está Emilia? —preguntó el hombre mayor y la azabache se aterró en serio, pues, que ese hombre la conociera y se interesara en ella, podría ser algo peligroso de verdad—. ¿A dónde pasarás por ella?—Está bien —respondió Alejando con una expresión relajada y el rostro de Malena se frunció inevitablemente, pues en el estómago de la joven seguía ardiendo su coraje y en su cabeza comenzaron a aparecer mil inseguridades—, ha estado animada, así que me siento tranquilo.Todo se estaba tornando para mal para Malena, porque Alejandro de verdad parecía no tener más interés en ella, a pesar de que antes babeaba cuando la veía pasar; de otra forma, él no estaría olvidándose de que ella estaba ahí y se estaría acomodando en el suelo para que ella pisara sobre él.» Iré por ella a un club campestre a las afueras de la ciudad —informó Alejandro a su abuelo—, la psicóloga le recomendó un taller de tanatología con arteterapia, o algo así, y estará fuera todo el día. Quería invitarla a cenar lueg
—Eres un imbécil —declaró Malena que, luego de pagar la cuota por la información, leía un documento que de Leandro Martín recibía, y enfurecía al obtener un tan mal resultado—. Esto no me sirve de nada. No quiero su lista de obras de caridad, Leandro, quiero su historial malo, el que me pueda ayudar a sacarla de la vida de Alejandro.—Ese historial no existe —informó Leandro, contando los billetes recién recibidos—. La joven se la vivía del trabajo al hospital, y del hospital a la casa; eso era todo para ella, a veces no tenía tiempo ni de comer, mucho menos de portarse mal.—No. Tiene que haber más —declaró la azabache, ansiosa por encontrar algo de utilidad para ella, algo contundente—. ¿En dónde diablos pudo haber conocido a Alejandro? Ni el hospital, ni su trabajo, y mucho menos su casa son lugares que él pudiera frecuentar.—Pues, su casa no sé —informó el hombre de cabello castaño y ojos marrones—, pero al hotel donde ella trabajaba, sí que iba, Hay montones de registros de su ho
—¿Te ofrezco algo para tomar? —preguntó Malena luego de que ese hombre llegara hasta su departamento—. Lamento haberte llamado aquí, pero me siento tan mal que no me atrevo a salir con esta cara.Alejandro no dijo nada al respecto, él era un caballero, así que no le mencionaría lo mal que la azabache se veía, porque de verdad parecía que ella la estaba pasando mal. Era una verdadera suerte que él la conociera de verdad.Malena lo condujo hasta la sala, caminó a su cava de vinos y luego fue gasta él para entregarle un coctel que ella misma había preparado, y al cual le había añadido una sustancia especial para que él se pusiera de buen humor, en el aspecto sexual, claro.» De verdad no entiendo qué fue lo que pasó con nosotros —declaró la joven, sentándose al frente de donde Alejandro había tomado asiento, viéndolo complacida beber lo que ella le había ofrecido—, ¿por qué no fui suficiente para ti, Alejandro?—Malena —habló el hombre luego de haber bebido media copa de eso que ella le d
—Es normal —dijo el médico luego de revisar al hombre y de escuchar sus preocupaciones—. Hasta que tu sistema no se deshaga de toda la sustancia, tu cuerpo estará reaccionado de manera extraña, pero es normal. Lo que puedes hacer es tomar mucha agua, hacer ejercicio y comer sanamente, en lo que tu cuerpo lo desecha todo.Alejandro asintió y miró a Emilia, que, desde la puerta de la habitación, se abrazaba a sí misma, sintiendo el corazón en la boca.Ella intentaba no pensar demasiado en el pasado, pero había cosas que detonaban desagradables sensaciones al traer a su mente algunos recuerdos. En ese instante, viendo a un médico junto a la cama, le provocaba un hueco en el estómago y ganas de vomitar.—Oye —habló Alejandro, notando lo pálida que se veía la joven—, estoy bien, así que quita esa cara.Emilia, tras ser sacada de la marejada de emociones negativas que le estaban envolviendo, volvió a respirar y sonrió un poco.—Vigílelo —pidió el médico y la joven asintió, le sonrió al hombr
—Entonces —habló Armando Darrell que, por esa noche, cenaría con Alejando y Emilia algo que la joven había preparado—, ¿cuándo se casarán? Quiero una fecha.Alejandro y Emilia se miraron uno al otro sin saber qué responder, pues, era cierto que el tiempo seguía pasando y ellos, aunque ya habían dicho que se casarían, en realidad no habían puesto una fecha, porque habían estado demasiado ocupados disfrutando de su vida juntos.Y es que, para ser francos, estaban cómodos como estaban y en donde estaban, y ambos sabían que, luego de casarse, algunas cosas deberían cambiar, cosas como su lugar de residencia y la dinámica que estaban manejando porque, por ahora, no era que ambos vivieran juntos, sino que Alejandro Darrell se estaba quedando con Emilia para acompañarla.—No hemos hablado de eso —confesó Alejandro a su abuelo—, han pasado muchas cosas, así que no nos hemos dado tiempo para discutirlo.—Pues entonces pondré la fecha yo —declaró Armando—, porque los veo muy cómodos solo viviend