—¡Vaya! —exclamó un joven de cabello castaño claro y de ojos claros también, acercándose a la prometida de su primo, de quien tomó la mano y la besó—... Eres preciosa, y creo que no es la primera vez que nos vemos... ¿o sí?Emilia sintió que la incomodidad que había estado molestando a su estómago subía a su pecho, y era casi seguro que, algo que no eran palabras, iba a salir por su boca, pronto.» ¿Por qué siento que te he visto en alguna parte? —preguntó Álvaro Darrell, el primo de Alejandro, intentando no perder la mano de esa joven que puso todo su esfuerzo en zafarse de él y por eso retrocedió un poco hasta chocar con alguien detrás de ella.—¿Estás bien? —preguntó Alejandro a la joven que le miraba casi aterrada, y aún cuando la joven asintió el hombre de cabello y ojos oscuros miró con seriedad a su primo—. ¿Necesitas algo de mi prometida?—Sí —declaró Álvaro, sonriendo—. Siento que la conozco, pero no recuerdo de dónde, así que quería confirmar con ella si nos hemos encontrado
La boda ocurrió sin contratiempos, lo único que no parecía normal era el rostro duro de Alejandro que, con lo nerviosa que Emilia estaba, no notó; pero Armando Darrell sí lo hizo, aunque él tampoco se preocupó, pues él asumió que el joven también estaba nervioso solo que, a diferencia de Emilia que se la pasaba sonriendo, Alejandro no lograba mover ni un solo músculo de su apático rostro.—¿Estás preocupado por algo? —preguntó Álvaro, llegando hasta su primo—. No deberías, después de todo, el pasado está en el pasado... algunas veces.Alejandro Darrell apretó los dientes y miró mal a su primo, que solo sonrió y lo dejó atrás, inmerso en el recuerdo de lo que había hablado con él la tarde anterior.FLASHBACK—Pareces ocupado —dijo Álvaro, entrando a la oficina de su primo y tomando asiento aún cuando ni siquiera había recibido invitación para pasar—, quiero decirte algo, porque, si no lo hago, me remorderá la conciencia para siempre. Alejandro separó los ojos de su trabajo y miró con d
Alejandro llegó de nuevo tarde a casa. Él tenía toda la semana evitando a Emilia, probablemente, no a propósito, pero Emilia sentía que lo mejor sería que él compartiera un poco de eso que le agobiaba con ella, por eso lo esperó despierta esta vez.Pero la castaña se arrepintió un poco cuando su marido no se mostraba tan agotado o angustiado como creyó que se vería, pues, en los días pasados, había sido más lo que lo había escuchado de él que lo que lo había visto; pero ese hombre había llegado molesto a su casa, y pareció molestarse mucho más al encontrarla despierta.—¿Acabas de despedir a las visitas? —preguntó Alejandro, evidentemente molesto, y Emilia le miró completamente contrariada.—Alejandro, son más de las once de la noche —señaló la castaña—. ¿Qué clase de visitas mal educadas se irían a esta hora? Además, te recuerdo que no tengo amigos que me visiten. Te estaba esperando. Me tienes preocupada, y pensé que tal vez sería bueno que hablaras conmigo.—¿Hablar de qué? —cuestio
—Tal vez no debimos casarnos —declaró Alejandro y Emilia sonrió de medio lado.Que ese hombre soltara esas palabras justo después de haberse casado tras meses de que él le hubiera insistido tanto, y de haberla incluso enamorado para que no se echara para atrás con el contrato, le sabía demasiado amargo.—Tal vez no debimos —concedió la castaña, rompiéndole el alma a ese hombre que, a decir verdad, no sabía la respuesta que había esperado de ella, pero la que recibió fue en serio desgarradora.Ella estaba cansada, había caminado mucho hasta que le apenó que ese hombre le siguiera lento en su auto, entorpeciendo el tráfico y provocando murmullos sobre una situación vergonzosa en la que Emilia no se quería ver envuelta, por eso decidió mejor subir al auto y tragarse un poco de su orgullo.Y ahora estaban ahí, a la vuelta de su casa, desde donde Alejandro pudo ver, de nuevo, el auto de su primo arrancándose en cuanto él dio vuelta hacia su calle.¿Qué significaba eso? No podía dejar de pen
—Emilia, yo no me casé contigo para tenerte en mi casa, encerrada, si as personas no nos ven juntos podrían sospechar que algo anda mal con nosotros —explicó Alejandro y Emilia suspiró.Eso era algo que Emilia no había visto porque, en realidad, no lo habían dejado claro antes de casarse; pero era obvio que ella debía de tener responsabilidades como esposa para, de esa manera, poder disfrutar de los beneficios que ese hombre le prometió en un inicio.—Alejandro, no puedo decirle que no a mi compañera a estas alturas —explicó la joven tras suspirar—, pero cenemos juntos... Ah, y, solo para evitarnos estas desavenencias de nuevo, deberías hacerme una lista con mis obligaciones como tu esposa.» Oh —hizo la joven, comenzando a caminar hasta su habitación—, y también me gustaría saber el tiempo exacto en que seremos esposos, necesito planear mi futuro como divorciada.Alejandro no supo qué decir, él solo se dejó caer en el sofá detrás de él, viéndola irse, pues, seguramente, ella estaba ca
—Emilia, alguien quiere verte —dijo una joven enfermera, llegando hasta el cuarto que decidieron usar como dormitorio de enfermeros y moviendo un poco a la joven que tenía, si acaso, una hora y media dormida.Ella se había ido a dar un baño rápido y luego cenó algo ligero y se recostó a dormir, porque sentía que ya no podía más. De ocho a doce horas había una diferencia significativa, pero estaba cansada porque ella jamás había movido aparatos tan grandes y pesados, y tampoco había levantado pacientes del piso o de la cama para moverlos.—¿Quién? —preguntó la joven en un gruñido, sin abrir los ojos siquiera, porque no tenía energías ni para eso, y sabía bien que debía aprovechar cada segundo que tuviera disponible para descansar.Esa había sido la lección número tres de Alejo, quien les advirtió a todos que, aunque cada uno tenía un turno, en caso de emergencia, si había déficit de personal, debían apoyar, aunque no estuvieran de turno.—Dijo que se llamaba Alejandro Darrell —informó e
“Me salvaste la vida una vez, y por eso dejaré pasar esto, pero no perdonaré jamás, y solo volveremos a vernos una vez: el día en que quieras divorciarte de mí.” Eso era lo que decía esa única cosa que encontró Alejandro Darrell de Emilia en su casa.Lo entendía, claro que sí; y es que, todo el tiempo, aunque actuó por el alcohol, su conciencia se lamentaba en un rincón de su cabeza por la atrocidad que estaba cometiendo con esa joven que no paraba de suplicarle que no lo hiciera.Quizá la culpa de estarla dañando tanto fue lo que le empujó a confesar su amor, creyendo que eso lo justificaba; pero no había manera de que el amor justificara un acto tan vil.—Maldición —gruñó el hombre y, en un arranque de ira contra sí mismo, destrozó todo lo que encontró a su paso, dejando ese lugar, que un día imaginó como su caja de sueños y que se convirtió en su mayor infierno, como si un huracán hubiera pasado sobre de él y destrozado todo ahí.Alejandro Darrell había hecho algo imperdonable, alg
Emilia sintió que el mundo debajo de sus pies se comenzaba a desmoronar cuando su cerebro entendió lo que significaba ese positivo en la hoja de sus resultados de laboratorio. Ella estaba embarazada, y nada preparada emocionalmente para esa noticia; eso sin contar con que económicamente tampoco pintaban las cosas para ir bien con ella.El embarazo le había tomado por sorpresa, porque ella ni siquiera se había sentido mal. Emilia no tuvo ningún mareo, ninguna nausea y ni siquiera un retraso en su menstruación, ella solo tenía ese cansancio crónico y el dolor de cabeza que atribuyó a su turno de noche.Pero, cuando el químico en prácticas le pidió su apoyo para realizar unos análisis generalizados, pensó que no estaba mal revisarse de vez en cuando, sobre todo si era gratis; y ahora estaba ahí, leyendo sobre sus cuatro meses de embarazo.La castaña suspiró casi con dolor, y es que ella no podía imaginarse lo que haría después de semejante noticia, sobre todo porque el periodo de asignaci