CAPÍTULO 11
—No —respondió Emilia, volviéndose a dejar caer en la cama, alejándose así del hombre que, ante su reacción y respuesta, solo sonrió y se recostó también—. Estoy en serio agotada, y no quiero que me duela el cuerpo cuando no puedo con el dolor de mi alma.

—Cuando mis padres murieron —comenzó a hablar Alejandro Darrell, aparentemente de la nada—, no recuerdo haber sentido dolor, como tal, pero recuerdo que fue difícil. Cada que volvía a casa me daban ataques de ansiedad: mis manos y frente comenzaban a sudar por nada y mi garganta se cerraba de tal forma que dejaba gradualmente de permitirme respirar, así que no he vuelto nunca ahí... Creo que es por eso que temía que estuvieras en este lugar, pero tú pareces estar bien.

—No estoy bien —informó Emilia—, es solo que, justo ahora, mi cansancio es más grande que mi tristeza, por eso solo quiero dormir, para descansar.

—Creo que eres una mujer muy fuerte —resolvió el hombre, provocando en la chica una leve sonrisa—, admiro eso de ti.

—Graci
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