Emilia que, recargada en la recién cerrada puerta de la entrada de su casa, había sentido una ola de soledad golpearle junto a ese aroma a manzana y canela que siempre tenía su hogar, sintió también su frente contraerse y su cabeza doler.Ignoró su dolor de cabeza, y también sus ganas de llorar. Estaba cansada, necesitaba dormir, pero supo que no lograría hacerlo cuando, al recorrer el pasillo hacia su habitación, recorrió también montón de recuerdos en su cabeza.Emilia llegó a la cocina y, de la gaveta donde guardaban todos los medicamentos, tomó esas pastillas que le ayudaban a dormir a su tía.Cenaida había tenido problemas de sueño debido al estrés que le ocasionaba su situación de salud y la económica, que no se compaginaban adecuadamente, así que había estado recibiendo de todo tipo de medicamentos, cada uno más fuerte que el anterior, porque le dejaban de hacer efecto pronto.Luego de ingerir un par de pastillas se fue directo a su cama, donde se tiró y, tras un rato de lagrime
Emilia había despertado bien, tal como se lo había dicho a Alejandro, pero, al parecer, todo había sido a causa de que seguía medio dormida aún, pues, con el paso del tiempo, su ánimo decayó, junto a su poca energía.Cuando la joven castaña dejó su cama y se encaminó afuera de la habitación, sintió a la soledad susurrarle montón de cosas tristes y dolorosas, entonces, ignorando su vacío estómago, se aprontó a la habitación de su tía que le inundó los ojos en ardientes lágrimas al verla vacía.Esa vista de una cama vacía le recordaba su dura realidad, una que, al abrir los ojos por primera vez ese día, se planteó de nuevo que todo hubiera sido solo parte de un horrible sueño; pero no era así.Sin poder evitarlo, la chica se adentró a la habitación de la mujer, de la que se había tenido que despedir el día anterior, y la recorrió con calma, observando cada detalle hasta que, justo al lado de una cama donde no había dormido Cenaida, y en la que no dormiría de nuevo jamás, perdió las fuerz
—La señorita volvió a comer poco, no tocó el desayuno ni la cena, además de que otra vez no salió de su habitación para nada. Pasó casi todo el día en cama —reportó Teresa, ama de llaves en ese lugar.—Está bien —aseguró Alejandro, quien de nuevo recibía un reporte del comportamiento de Emilia—, solo déjenla estar. El tiempo es su mejor aliado para curar sus heridas, dejémosla tranquila y síganla vigilando.La mujer que recibía la instrucción del hombre que pagaba su salario asintió y se retiró, entonces transmitió el mensaje recibido al resto de los empleados del lugar.Alejandro vivía en un lugar grande, tanto que los empleados se extendían a su ama de llaves, tres mucamas, la cocinera, el jardinero y el chófer, que solo usaba su abuelo, pues vivían en la misma casa los dos.Cuando los padres de Alejandro murieron en ese accidente, el pequeño Alejandro se había mudado a casa de sus abuelos, quienes lo criaron como consideraban sus difuntos padres lo hubieran querido, entonces, ese lu
—Lo lamento —repitió Alejandro, recargado a una puerta que no se abría, por mucho que la tocara, insistiendo a pesar de que quien estaba adentro le había pedido, un par de veces ya, que se marchara—, no me di cuenta de que la estabas pasando mal, pensé que necesitabas tiempo para estar a solas.Emilia, que también estaba recargada a la puerta, solo que por adentro, suspiró. Se había hecho tantas esperanzas de ella viviendo al lado de ese hombre e iniciando su nueva familia, que su corazón había sufrido severos daños al darse cuenta de que la “compañía” prometida por ese hombre no era una realidad.» Emilia, ábreme, por favor. Quiero saber que estás bien y...—Estoy bien —respondió la joven, que no quería escuchar nada más de ese hombre, por eso lo interrumpió—. Estoy bien, así que vete.—Emilia, por favor —suplicó Alejandro, que no podía creerle que estaba bien, no sin verla, al menos...—Alejandro, estoy cansada y no quiero discutir contigo —declaró la castaña, recargando su cabeza en
—No —respondió Emilia, volviéndose a dejar caer en la cama, alejándose así del hombre que, ante su reacción y respuesta, solo sonrió y se recostó también—. Estoy en serio agotada, y no quiero que me duela el cuerpo cuando no puedo con el dolor de mi alma.—Cuando mis padres murieron —comenzó a hablar Alejandro Darrell, aparentemente de la nada—, no recuerdo haber sentido dolor, como tal, pero recuerdo que fue difícil. Cada que volvía a casa me daban ataques de ansiedad: mis manos y frente comenzaban a sudar por nada y mi garganta se cerraba de tal forma que dejaba gradualmente de permitirme respirar, así que no he vuelto nunca ahí... Creo que es por eso que temía que estuvieras en este lugar, pero tú pareces estar bien.—No estoy bien —informó Emilia—, es solo que, justo ahora, mi cansancio es más grande que mi tristeza, por eso solo quiero dormir, para descansar.—Creo que eres una mujer muy fuerte —resolvió el hombre, provocando en la chica una leve sonrisa—, admiro eso de ti.—Graci
La rutina hizo muy buenos amigos a un par de prometidos que vivían juntos, porque las cosas que comenzaron a pasar entre ellos eran bastante buenas: Emilia ya no estaba sola, y Alejandro tampoco.Alejandro Darrell nunca pensó que la compañía de alguien le haría bien, porque incluso con Malena, a quien estaba seguro de que la amaba con todo su corazón, había pensado que sería difícil la convivencia, pero también creía que el amor y los beneficios que conseguirían al casarse les darían fuerza a ambos para superarlo; sin embargo, con Emilia era muy diferente a lo que había imaginado, era incluso mucho mejor.Alejandro dormía muy bien al lado de esa joven, y Emilia era una gran ama de casa, cocinaba bastante bien y, tal vez por que la casa era pequeña y Emilia no recibía visitas, pero era cómodo para Alejandro estar en la casa de su ahora prometida.Aun así, él sabía bien que tras la boda no deberían seguir viviendo en un lugar tan impropio de él y lo que él representaba.—¿A qué estás jug
—¿Cómo está Emilia? —preguntó el hombre mayor y la azabache se aterró en serio, pues, que ese hombre la conociera y se interesara en ella, podría ser algo peligroso de verdad—. ¿A dónde pasarás por ella?—Está bien —respondió Alejando con una expresión relajada y el rostro de Malena se frunció inevitablemente, pues en el estómago de la joven seguía ardiendo su coraje y en su cabeza comenzaron a aparecer mil inseguridades—, ha estado animada, así que me siento tranquilo.Todo se estaba tornando para mal para Malena, porque Alejandro de verdad parecía no tener más interés en ella, a pesar de que antes babeaba cuando la veía pasar; de otra forma, él no estaría olvidándose de que ella estaba ahí y se estaría acomodando en el suelo para que ella pisara sobre él.» Iré por ella a un club campestre a las afueras de la ciudad —informó Alejandro a su abuelo—, la psicóloga le recomendó un taller de tanatología con arteterapia, o algo así, y estará fuera todo el día. Quería invitarla a cenar lueg
—Eres un imbécil —declaró Malena que, luego de pagar la cuota por la información, leía un documento que de Leandro Martín recibía, y enfurecía al obtener un tan mal resultado—. Esto no me sirve de nada. No quiero su lista de obras de caridad, Leandro, quiero su historial malo, el que me pueda ayudar a sacarla de la vida de Alejandro.—Ese historial no existe —informó Leandro, contando los billetes recién recibidos—. La joven se la vivía del trabajo al hospital, y del hospital a la casa; eso era todo para ella, a veces no tenía tiempo ni de comer, mucho menos de portarse mal.—No. Tiene que haber más —declaró la azabache, ansiosa por encontrar algo de utilidad para ella, algo contundente—. ¿En dónde diablos pudo haber conocido a Alejandro? Ni el hospital, ni su trabajo, y mucho menos su casa son lugares que él pudiera frecuentar.—Pues, su casa no sé —informó el hombre de cabello castaño y ojos marrones—, pero al hotel donde ella trabajaba, sí que iba, Hay montones de registros de su ho