—¿Entonces vienen tus primas?—le pregunta Aziel acostado en una hamaca mientras disfruta de la mañana.—Si, Sofía y Mónica. No quiero que sepan de mi situación...no todavia. Son capaces con irles con el chisme a mis tíos. No quiero más invasión en mi dulce morada.—Dejame ver si entendí. No quieres que ellas sepan que estás embarazada ni que estamos juntos ¿Cierto?—Exacto.—¿Cómo vas a explicarles que un hombre vive contigo?—Eres el hermano del esposo de mi mejor amiga. Y podemos decirles que te quedas temporalmente porque trabajamos juntos hasta segunda orden.—No serán inteligentes si se comen ese cuento.—No te preocupes por eso, déjame lo demás a mi. No puedes venir a mi habitación, ni abrazarme, ni besarme, ni tratarme con delicadeza.—Mejor dime que no respire y desaparezca.—Deja el drama, solo estarán una semana aquí.—Mierda...eso es una eternidad. Mejor pídeme que case un unicornio o que te baje una estrella.—Aziel ponte serio.—¡Estoy serio! ¿Una semana de celibato?Cuan
—Mierda...ya deben ser ellas.Naiara acelera los movimientos de su boca contra su virilidäd y Aziel acabo en su boca.—¡Agrhhh!—gruñe al dejar salir todo.Naiara traga todo, mientras jadea por el esfuerzo que acababa de hacer.—Wao, eso fue mucho.El sonido del claxon del automóvil fuera rompió el momento de tranquilidad. Naiara se acomoda y Aziel cierra el ziper de su pantalón con rapidez. Ana sale a recibirlas.— Mónica, Sofía. Bienvenidas—la saluda Naiara.—¡Naiara, prima! ¡No puedo creer que finalmente estés tan lejos de todo! Aunque, no puedo mentir, este lugar no está nada mal para descansar. ¡Me encanta la decoración!—Hola Nai—Sofia sonríe.—Pasen adelante—les dice luego de unos besos y unos abrazos.Mónica entró al salón, arrastrando una maleta más grande que ella, mientras Sofía, más tranquila y observadora, seguía detrás. Las dos se miraron con sorpresa al ver a Aziel en la cocina. Él se volvió hacia ellas, sonriendo con esa calma que siempre lo caracterizaba, y Mónica no p
A medida que los dias avanzaban, las dinámicas de la casa cambiaban lentamente. Un amigo de Naiara apareció de paracaídas...Carlos, pero se hacía llamar Carla, porque era un chico que se sentía ser una chica.Carla, Mónica y Sofía, parecían disfrutar de la tranquilidad que ofrecía la isla, y aunque Aziel seguía siendo el hombre de pocos gestos, no pudo evitar notar la química entre las dos primas de Naiara y su amigo. Había algo en esa amistad de cuatro que lo hacía sentirse extraño, pero al mismo tiempo lo comprendía. Aziel dormía en el sofá y Carla dormía en una cama de aire junto a Aziel, mientras que las primas dormía. en la habitación de Aziel y Naiara en su habitación.La presencia de ellas en la casa no solo trajo diversión, sino también una sensación de normalidad que Naiara parecía haber perdido desde que él se mudó a vivir con ella. A pesar de que las complicaciones seguían presentes en sus vidas, tener a alguien como Carla cerca le recordaba a Naiara que, a pesar de todo, a
La noche estaba en su punto más tranquilo.La casa, llena de risas y música caribeña hasta hace poco, se había quedado en silencio. Habían comido y bebido hasta saciarse y quedar agotados. Naiara ya había ido a la cama y dejado a todos durmiendo esparcidos por la cabaña, aunque su mente seguía danzando con pensamientos, especialmente por el hecho de que Aziel había sido tan… lindo y tierno.Esa mirada que siempre tenía, esa manera de sonreír que la dejaba con las piernas temblando. Pero no era solo eso. No podía dejar de pensar en su bondad, en cómo se comportaba con ella y como aceptaba a sus amigas. Ya no se trataba solo de su físico imponente, sino de todo lo que comenzaba a ver en él. Esos pequeños pero lindos detalles que resaltan en un hombre.Aziel, por otro lado, estaba de pie frente al espejo del baño, ajustándose la camisa blanca que, honestamente, le quedaba tan bien que parecía hecha a medida. Un collar pequeño, de plata con una piedra color aguamarina, descansaba sobre el
Aziel no perdió más tiempo.—Naiara...Sus manos, grandes y seguras, recorrieron el cuerpo de Naiara con una mezcla de necesidad y devoción. Su boca descendió sin prisa, dejando un rastro de besos húmedos por su piel hasta llegar a su vientre, donde descansó la palma de su mano. La acarició con ternura, sabiendo que, aunque aún no se notara, dentro de ella crecía su hijo.Naiara tembló bajo su toque, entrecerrando los ojos cuando sintió su lengua delinear su piel con precisión. No pudo contener un jadeo cuando él bajó aún más, separando lentamente sus muslos y posicionándose entre ellos.—Aziel… —murmura, con la voz cargada de deseo.Él no respondió con palabras, sino con acciones. Su lengua la exploró con lentitud y maestría, saboreando cada reacción de su cuerpo. Naiara arqueó la espalda, aferrándose a las sábanas mientras él la devoraba sin compasión.—Dios… —soltó, perdiéndose en el placer.Los labios de Aziel se curvaron en una sonrisa satisfecha contra su piel antes de intensifi
Desde que Naiara tenía memoria, las tormentas tropicales eran un pan de cada año en la isla.Nada que una buena construcción y un poco de paciencia no pudieran manejar. Así que cuando Carla irrumpió en la sala con cara de alarma y el teléfono en la mano, Naiara apenas levantó la vista de su taza de té.—¡Se viene una tormenta tropical! —anuncia Carla, como si estuviera dando la noticia del fin del mundo.—Ajá —responde Naiara, soplando su té con calma.—¡Ajá, no! ¡Tienes que asegurar todo! ¡Comprar comida! ¡El papel de baño, jabón y demás!—recita con ademanes de sus manos.Naiara parpadea y la mira con una ceja arqueada.—¿En serio? No te preocupes, no se va a acabar el papel de baño.—Sí, mujer, el papel de baño es lo primero que la gente le echa mano. En tiempos de crisis, la gente se convierte en animales y arrasa con lo esencial. ¿Has visto una fila de isleños peleando por el último paquete de papel higiénico? Lo ví en la televisión en tiempos de pandemia.Naiara suspira. Sabía qu
La tormenta rugía como si el mismísimo cielo estuviera en guerra con la isla.El viento aullaba, la lluvia golpeaba los cristales y la cabaña crujía como si fuera un anciano quejándose del reumatismo. Pero ahí estaba Carla, durmiendo como si nada, roncando con una potencia que podía competir con el estruendo de la tormenta.Aziel, que tenía el instinto de supervivencia de un gato en un incendio, no estaba nada tranquilo. Caminaba por la casa como un jaguar enjaulado, con las manos en la cintura y un tic nervioso en el ojo izquierdo. Nunca había pasado una tormenta en el caribe. De repente la luz se fué. Miró por la ventana y se fijó que no había luz en toda la isla.—Esto no está bien —murmura para sí mismo.Fue hasta la habitación de Naiara y la encontró despierta, pero con una tranquilidad que solo podía explicarse con un exceso de confianza o una gran falta de sentido común.—Hey, esta tormenta pasó a huracán categoría 2, se dice que aumentó al cruzar el mar caribe y va en aumento.
Después de la tormenta que dejó la cabaña en ruinas, Aziel no lo pensó dos veces y decidió llevar a Naiara a Atlanta. Pero antes de partir coordinaron con un ingeniero, luego de recoger lo que se podía salvar mientras se hospedaban en el hotel en dónde Naiara trabaja como planeadora de bodas.Lo que se salvó lo envió en un Courrier express directo a Atlanta.Aziel quiere vivir con ella, no solo para que estuviera segura y estar cerca de su bebé, sino porque, siendo sinceros, la idea de dormir en esas ruinas no era precisamente su sueño dorado. Además un cambio de aires no le vendría mal. Ellos luego de organizar todo, comprar los pasajes de avion y empacar las maletas partieron rumbo al aeropuerto.Naiara llamó a su amiga Valentina y le contó todo lo que le había sucedido.Y, por supuesto, en el viaje los acompañaba Carla, el hombre más amanerado y extravagante que Naiara había conocido en su vida. Aunque muy leal y apasionado por la vida.—Pense que era broma el que vendrías— le dice