La tormenta arrecia

La tormenta rugía como si el mismísimo cielo estuviera en guerra con la isla.

El viento aullaba, la lluvia golpeaba los cristales y la cabaña crujía como si fuera un anciano quejándose del reumatismo. Pero ahí estaba Carla, durmiendo como si nada, roncando con una potencia que podía competir con el estruendo de la tormenta.

Aziel, que tenía el instinto de supervivencia de un gato en un incendio, no estaba nada tranquilo. Caminaba por la casa como un jaguar enjaulado, con las manos en la cintura y un tic nervioso en el ojo izquierdo. Nunca había pasado una tormenta en el caribe. De repente la luz se fué. Miró por la ventana y se fijó que no había luz en toda la isla.

—Esto no está bien —murmura para sí mismo.

Fue hasta la habitación de Naiara y la encontró despierta, pero con una tranquilidad que solo podía explicarse con un exceso de confianza o una gran falta de sentido común.

—Hey, esta tormenta pasó a huracán categoría 2, se dice que aumentó al cruzar el mar caribe y va en aumento.
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