La noche estaba en su punto más tranquilo.La casa, llena de risas y música caribeña hasta hace poco, se había quedado en silencio. Habían comido y bebido hasta saciarse y quedar agotados. Naiara ya había ido a la cama y dejado a todos durmiendo esparcidos por la cabaña, aunque su mente seguía danzando con pensamientos, especialmente por el hecho de que Aziel había sido tan… lindo y tierno.Esa mirada que siempre tenía, esa manera de sonreír que la dejaba con las piernas temblando. Pero no era solo eso. No podía dejar de pensar en su bondad, en cómo se comportaba con ella y como aceptaba a sus amigas. Ya no se trataba solo de su físico imponente, sino de todo lo que comenzaba a ver en él. Esos pequeños pero lindos detalles que resaltan en un hombre.Aziel, por otro lado, estaba de pie frente al espejo del baño, ajustándose la camisa blanca que, honestamente, le quedaba tan bien que parecía hecha a medida. Un collar pequeño, de plata con una piedra color aguamarina, descansaba sobre el
Aziel no perdió más tiempo.—Naiara...Sus manos, grandes y seguras, recorrieron el cuerpo de Naiara con una mezcla de necesidad y devoción. Su boca descendió sin prisa, dejando un rastro de besos húmedos por su piel hasta llegar a su vientre, donde descansó la palma de su mano. La acarició con ternura, sabiendo que, aunque aún no se notara, dentro de ella crecía su hijo.Naiara tembló bajo su toque, entrecerrando los ojos cuando sintió su lengua delinear su piel con precisión. No pudo contener un jadeo cuando él bajó aún más, separando lentamente sus muslos y posicionándose entre ellos.—Aziel… —murmura, con la voz cargada de deseo.Él no respondió con palabras, sino con acciones. Su lengua la exploró con lentitud y maestría, saboreando cada reacción de su cuerpo. Naiara arqueó la espalda, aferrándose a las sábanas mientras él la devoraba sin compasión.—Dios… —soltó, perdiéndose en el placer.Los labios de Aziel se curvaron en una sonrisa satisfecha contra su piel antes de intensifi
Desde que Naiara tenía memoria, las tormentas tropicales eran un pan de cada año en la isla.Nada que una buena construcción y un poco de paciencia no pudieran manejar. Así que cuando Carla irrumpió en la sala con cara de alarma y el teléfono en la mano, Naiara apenas levantó la vista de su taza de té.—¡Se viene una tormenta tropical! —anuncia Carla, como si estuviera dando la noticia del fin del mundo.—Ajá —responde Naiara, soplando su té con calma.—¡Ajá, no! ¡Tienes que asegurar todo! ¡Comprar comida! ¡El papel de baño, jabón y demás!—recita con ademanes de sus manos.Naiara parpadea y la mira con una ceja arqueada.—¿En serio? No te preocupes, no se va a acabar el papel de baño.—Sí, mujer, el papel de baño es lo primero que la gente le echa mano. En tiempos de crisis, la gente se convierte en animales y arrasa con lo esencial. ¿Has visto una fila de isleños peleando por el último paquete de papel higiénico? Lo ví en la televisión en tiempos de pandemia.Naiara suspira. Sabía qu
La tormenta rugía como si el mismísimo cielo estuviera en guerra con la isla.El viento aullaba, la lluvia golpeaba los cristales y la cabaña crujía como si fuera un anciano quejándose del reumatismo. Pero ahí estaba Carla, durmiendo como si nada, roncando con una potencia que podía competir con el estruendo de la tormenta.Aziel, que tenía el instinto de supervivencia de un gato en un incendio, no estaba nada tranquilo. Caminaba por la casa como un jaguar enjaulado, con las manos en la cintura y un tic nervioso en el ojo izquierdo. Nunca había pasado una tormenta en el caribe. De repente la luz se fué. Miró por la ventana y se fijó que no había luz en toda la isla.—Esto no está bien —murmura para sí mismo.Fue hasta la habitación de Naiara y la encontró despierta, pero con una tranquilidad que solo podía explicarse con un exceso de confianza o una gran falta de sentido común.—Hey, esta tormenta pasó a huracán categoría 2, se dice que aumentó al cruzar el mar caribe y va en aumento.
Después de la tormenta que dejó la cabaña en ruinas, Aziel no lo pensó dos veces y decidió llevar a Naiara a Atlanta. Pero antes de partir coordinaron con un ingeniero, luego de recoger lo que se podía salvar mientras se hospedaban en el hotel en dónde Naiara trabaja como planeadora de bodas.Lo que se salvó lo envió en un Courrier express directo a Atlanta.Aziel quiere vivir con ella, no solo para que estuviera segura y estar cerca de su bebé, sino porque, siendo sinceros, la idea de dormir en esas ruinas no era precisamente su sueño dorado. Además un cambio de aires no le vendría mal. Ellos luego de organizar todo, comprar los pasajes de avion y empacar las maletas partieron rumbo al aeropuerto.Naiara llamó a su amiga Valentina y le contó todo lo que le había sucedido.Y, por supuesto, en el viaje los acompañaba Carla, el hombre más amanerado y extravagante que Naiara había conocido en su vida. Aunque muy leal y apasionado por la vida.—Pense que era broma el que vendrías— le dice
Apenas entraron al apartamento, Carla se hizo la dueña del lugar.—Bueno, mis amores, yo tomaré la habitación de visitas. Necesito un espacio para mis cremas, mis aceites esenciales y mis sesiones nocturnas de meditación con velas aromáticas —dijo mientras caminaba con sus maletas como si fuera una estrella de cine llegando a un hotel de cinco estrellas.Aziel rodó los ojos con resignación y miró a Naiara con una sonrisa traviesa.—Supongo que eso significa que nos tocará compartir cama.Naiara, que ya estaba lo suficientemente cansada por el viaje y las náuseas, le lanzó una mirada asesina.—¡Ni lo sueñes! Yo puedo dormir con carla. Ambas somos visita.Aziel se lleva una mano al pecho, fingiendo estar ofendido.—¡Naiara, estás embarazada de mi hijo! No puedo dejar que duermas con otro hombre aunque se crea una mujer. Vamos, te cedo la mitad de mi cama. Además Carla ronca como su tuviera un demonio en la garganta.Ella suspira y se frota la frente.—La mitad. Nada de intentar hacerte
—Renata, por favor… —su voz sonaba entre nerviosa y suplicante.—Esto no es apropiado. No puedes llegar aquí como perro por tu casa. Esto es mi espacio personal. Tu y yo ya hablamos. No tenemos nada.Renata ignora por completo su incomodidad.—Aziel, mi amor, volví para recuperar lo nuestro. ¡Te extraño tanto! ¡Tu madre me dijo que estabas mal pero no sabía qué tanto! Mira que traer a esta isleña de tan lejos y a...eso de allí —señala a Carla con su mascarilla puesta.—¿Lo nuestro? —interrumpe Naiara con una voz tan filosa que hasta Carla se estremece. —¡Disculpa, pero creo que te equivocaste de dirección y de novio!Renata gira el rostro hacia ella, posando su mirada en ella.—¿Y tú isleña crees que Aziel te ama? Él me ama solo a mi. Haci que regresa por dónde llegaste.Naiara sonríe sin humor.—Soy la novia, amante, mujer y amiga de Aziel… si es que alguna vez se le ocurre casarse seré la esposa. ¿lo dudas?Aziel siente un escalofrío recorrerle la espalda. Naiara habla con tal sarca
Bernard resopla, pero antes de que pudiera lanzar otra de sus frases autoritarias, Naiara lo detuvo.—Tío, con todo respeto, he decidido mi camino. Vine por mi abuela, no para asumir un rol que no deseo —dice con firmeza.El tío la mira con desaprobación, pero no pudo decir más, pues la misa en honor a la difunta abuela estaba por comenzar. Luego asistirían a una cena de gala en la noche, como una conmemoración.Más tarde, en el gran salón, rodeados de nobles y políticos de todas partes, luego del discurso de muchos y los pésame de otros, Aziel aprovecha la ocasión y se lleva a Naiara a uno de los jardines para que se despeje la mente. Pasaron un día ajenos a los prejuicios de los demás.Para mala suerte de Aziel, Naiara fue asignada a su antigua habitación, mientras que los demás tenían sus propias habitaciones en otra ala del castillo.Cada vez que asistía con Naiara a una reunión social, las nobles siempre estaban preguntando a Naiara porqué estaba embarazada sin casarse y quien er