Rodrigó se paseó de un lado a otro, tenía que conseguir una manera de hacer que su hermana desistiera de tener al hijo de Guillermo, eso solo complicaba su vida, había hecho mucho para tener acceso a la fortuna y aunque su hermana era la dueña de todo, no sería difícil doblegarla a su voluntad. Había cometido asesinato y no dudaría en volver a cometerlo nuevamente con tal de salirse con la suya.
—Calma Rodrigo, ya pensarás en algo ahora por favor ven a la cama, me estas mareando caminando de un lado a otro —habló Lucrecia.
—¡No puedo calmarme Lucrecia! He luchado mucho por todo esto que tenemos, soportó varios años ser únicamente un oficinista a disposición de Guillermo y cuando por fin puedo tener acceso a toda la fortuna, Grecia sale con que está esperando un hijo del muy maldito —gruñó sentándose a los pies de la cama.
—Hay muchas otras maneras de adueñarte de la fortuna de Grecia, puedes hacer…
—Cállate, las paredes pueden tener oídos y aunque mi padre está de acuerdo con todo lo que he hecho hasta ahora, no olvidemos que Grecia aún es importante para nuestros planes, es joven, bella —susurró como si alguien pudiera escucharlos.
—Entonces ven a la cama y deja de pensar por esta noche, mañana a la luz de un nuevo día podrás encontrar una solución a todos tus problemas —dijo la mujer recibiéndolo entre sus brazos.
A la mañana siguiente Grecia salió de casa a tempranas horas, tenía una cita con su mejor amiga. Camila la esperaba para tomar el desayuno y más tarde debía asistir a su cita con su ginecóloga para saber cómo iba desarrollándose su bebé. Condujo hasta la hacienda Limonares quedaba a una hora de la ciudad de Retalhuleu y a media hora del puerto de Champerico.
Estacionó y bajó del auto para ser recibida por un cálido abrazó de Camila.
—Lo siento mucho Grecia, lamento todo lo que has tenido que pasar durante estos últimos días, me abstuve de hacer acto de presencia porque tú me lo has pedido, aunque no entiendo la razón —dijo con amabilidad la joven.
—Es complicado Camila, no quiero que mi hermano sepa de nuestra amistad, sobre todo porque te conocía gracias a Guillermo —explicó caminando hacia el jardín donde tomarían el desayuno.
—Aún me es difícil creer que Guillermo ya no está con nosotros, él fue como un hermano para mí y no asistir a su entierro me devasto.
—Lo sé y tendrás que perdonarme, pero créeme que es mejor para todos los que conocieron a Guillermo mantenerse alejados —dijo sin pensarlo, provocando dudas en Camila.
—¿Qué quieres decir? —preguntó
—Mi hermano no es un hombre bueno Camila, y tengo mucho miedo de que sea capaz de hacerme daño ahora que… estoy embarazada —dijo tan bajo que Camila casi no alcanzó a escuchar.
—¿Embarazada?
—Sí, tengo apenas diez semanas, quiero alejarme de casa, pero no tengo una excusa para hacerlo —dijo con lágrimas en los ojos.
—Vete al extranjero, si tu hermano es como dices, no le molestará que le dejes al frente de todo, aprovecha y rompe con esas cadenas que te atan a tu familia —le aconsejó Camila al verla en aquel estado de angustia.
Grecia no respondió, pero aquellas palabras fueron adquiriendo forma en su cabeza. Esa podría ser la única forma de proteger a su hijo, pero también sería entregarle la fortuna de Guillermo a su hermano.
Luego de una larga conversación y de un desayuno delicioso Grecia se despidió de Camila, para volver a la ciudad. Encendió su móvil solo hasta que llegó a la clínica y rápidamente los mensajes de su hermano cayeron por montones y notificaciones de llamadas perdidas, pero no devolvió la llamada ni un solo mensaje.
Entró a consulta cuando una enfermera le indicó su turno. Estaba nerviosa porque esta sería la primera vez que vería a su bebé a través de una pantalla.
—Señora Mendoza, bienvenida —saludó la doctora con amabilidad.
—Buenos días, doctora Gutiérrez —respondió con la misma cortesía.
La doctora le hizo las preguntas de rutina y una vez que llenó el informe médico para abrir su caso.
—Le recomiendo que realicemos un examen de laboratorio para tener seguridad sobre el embarazo, muchas veces las pruebas de farmacia pueden dar un falso positivo o un falso negativo. También podemos saltarnos ese paso y tratar de ver al bebé por medio de una ecografía —explicó la doctora.
Grecia no tenía duda acerca de su embarazo, tenía retraso en su periodo que siempre había sido muy puntual y también estaban los ligeros cambios que su cuerpo estaba sufriendo, pero comprendía el punto de la doctora.
—No tengo ninguna duda de mi embarazo doctora Gutiérrez, así que, si tengo que elegir, quiero realizarme la ecografía —sería lo más rápido, porque estaba segura que su hermano empezaría a rastrear su ubicación en cuestión de minutos.
—Bien, entonces pase a la camilla —le indicó la doctora y Grecia no perdió tiempo, subió a la camilla, contuvo el aliento cuando sintió el gel frío sobre su vientre, y seguidamente la doctora paseaba el transductor sobre el vientre a un plano de Grecia.
—¡Tenemos un pequeño intruso! —exclamó con alegría mientras la imagen aparecía en la pantalla. Grecia no era capaz de distinguir una mancha oscura, pero la doctora le explicó:
—A las diez semanas todos los órganos vitales del bebé se han formado y han comenzado a funcionar juntos y también se da la separación de sus dedos tanto en los pies como en las manos —continúo la doctora explicando.
El corazón de Grecia se hinchó de felicidad al ver que ahí estaba la prueba de su amor y aun sin Guillermo, ella intentaría ser feliz al lado de su hijo.
Dos horas después volvía a su casa, había pasado a comer algo una modesta cafetería, para no reunirse con su hermano a la hora del almuerzo, le extrañó que después de encender el móvil no recibiera ninguna llamada o mensaje; subió las escaleras para encontrarse con el rostro enojado de su hermano.
—¿A dónde demonios te has metido? —preguntó sin apartarse del caminó de Grecia.
—He salido a tomar aire Rodrigo, no tengo que pedirte permiso, te recuerdo que soy la dueña de esta casa por lo cual no puedes pedirme explicaciones —respondió sin alterarse debía cuidar a su pequeño y hacer corajes no era una opción.
—¡Soy tu hermano mayor! —dijo apretándole el brazo con fuerza hasta arrancar un ligero gemido de dolor de los labios de Grecia.
—¡Suéltame! ¡No tienes por qué ser tan rudo y cruel! —le pidió, pero los ojos de Rodrigo brillaron con una maldad que Grecia no se esperó y mucho menos pudo adivinar sus intenciones hasta que fue muy tarde.
Rodrigo no la saltó, Rodrigo la empujó deliberadamente por las escaleras…
Grecia despertó sobresaltada, aquel sueño la perseguía constantemente desde el día que comprendió lo peligroso que era Rodrigo y de lo que era capaz de hacer con tal de salirse con la suya. Lloró con aquella misma desesperación que embargó su corazón al despertar en el hospital, con el miedo inundando todo su cuerpo y su corazón, con aquella certeza que nada en su vida volvería a ser igual.Las manos de la doctora Gutiérrez habían sido las únicas en sostenerla y brindarle el consuelo que necesitaba. Jamás antes había echado tanto de menos a su madre como en aquel instante. Se limpió bruscamente las lágrimas al escuchar los toques a su puerta que eran más insistentes a medida que se negaba a responder.—Sé que estás despierta Grecia, no te servirá de nada fingir —gritó Rodrigo al otro lado de la puer
Diego Mendoza observó con frialdad la escena frente a sus ojos, la señora de Mendoza había caído desplomada al suelo al verlo entrar en la habitación, debía ser que algo en su conciencia le carcomía al punto de hacerla perder el conocimiento, sonrió ligeramente o sería mejor decir que dibujó una ligera mueca de lo que un día fue una hermosa sonrisa.—Señor, no tiene necesidad de presenciar esto, si usted me lo pide puedo cancelar la reunión —susurró su asistente de manera que solo él pudiera escucharlo.—Te daré las órdenes cuando las considere necesarias Robledo, por ahora déjame presenciar este hermoso espectáculo —respondió con frialdad, se sentó en la silla más alejada de la familia Falcón, estudiándolos a su gusto y placer.Después de lo que pareció unos
Grecia abrió los ojos con cierto temor. El miedo recorrió cada fibra de su cuerpo, podía recordar y reconocer aquellos hermosos ojos grises en cualquier parte del mundo, estos eran iguales y distintos a la vez…—¡Abre los ojos de una maldit@ vez Grecia! —gritó Rodrigo enfadado su fachada de hermano comprensivo y buen hombre había sido borrado apenas Diego Mendoza abandonó la oficina. Su enojo e ira iba en aumento cada vez que veía el rostro pálido de su hermana.Grecia terminó por abrirlos de golpe al escuchar la voz de su hermano, eso solo quería decir que Diego Mendoza ya no estaba en la habitación.—¿Quién era él…? —preguntó desorientada, se sentó con la ayuda de una enfermera.—¡Sal de aquí! —ordenó Rodrigo a la joven quien no dudó en salir corriendo, todos co
Grecia se giró al escuchar la voz del hombre a su espalda, no lo conocía jamás en la vida lo había visto, pero… ¿Por qué decía que esa era su casa?—¿Estás sorda? —preguntó frunciendo el ceño—. Te he hecho una pregunta… ¿Qué haces en mi casa y quién eres? —repitió.—No estoy sorda y me has hecho dos preguntas —rebatió Grecia alejándose de la cuna del pequeño Guillermo.—Y por lo que veo no piensas responder a ninguna de ellas —alegó el hombre haciéndose a un lado, invitando a Grecia a abandonar la habitación.—¡Jorge! —el grito de Camila llamó la atención de los dos que se enfrentaban con una fiera mirada.Grecia creía que era mucho tener que vivir soportando a Rodrigo, como para venir a soportar a otro p
Diego observó su reflejo en el espejo, la cicatriz que surcaba su rostro era el cruel y frío recordatorio de todo lo que había sufrido para lograr sobrevivir. La rabia corrió por sus venas como lava quemando todo a su paso, consumiendo su corazón y llenándolo del más puro odio por la familia Falcón.—Señor —llamó Robledo su asistente siempre guardaba una prudente distancia, cuando el estado de ánimo de Diego era crudo. Y podía entender la razón ningún hombre había sufrido tanto como él, si no hubiese visto de primera mano todo por lo que tuvo que pasar, creería que era un hombre cruel y sin corazón, pero no era el caso y él estaría a su lado apoyándolo sin cuestionarlo.—¿Está todo preparado? —preguntó con tono gélido, habían pasado varios días desde que se pr
Grecia sentía que el mundo se le caía a pedazos, no había podido contactar con Diego Mendoza, llamó todos los días y en ninguna ocasión tuvo éxito, sentía que la oportunidad de salvar el poco patrimonio que aún quedaba de Guillermo se había esfumado el día que terminó desmayada en la sala de juntas.Lamentablemente era consciente de que nada podía hacer para echar el tiempo atrás y evitar aquel momento, pero siendo sincera jamás hubiera estado preparada para encontrarse con un hombre que evidentemente era idéntico a su esposo muerto, excepto por aquella cicatriz que le surcaba el rostro y por la dureza y frialdad que había en aquellos ojos.Salió de su habitación para asegurarse de que su padre continuara respirando, él era la única razón por la cual seguía soportando al patán de su hermano y realmente n
Diego ni siquiera se molestó en despedirse de un Rodrigo totalmente borracho, el cretino seguía siendo el mismo miserable y aprovechado de siempre, pidió las botellas más finas y caras del lugar y luego le pasó la cuenta, claro él ya estaba preparado para eso. No era la primera vez que se lo hacía, en el pasado no se habría molestado porque le consideraba un buen hombre, un buen hermano. Pero toda esa mierd@ solo era el telón que escondía sus verdaderos propósitos y él como imbécil había caído redondito en la trampa de la familia Falcón.Esperó a que su asistente abriera la puerta para él, lo que no se esperaba era sentir la pequeña mano sobre su brazo que le hizo sobresaltarse al recordar que había sido así exactamente igual el día que lo secuestraron para matarlo.Diego se giró bruscamente dispuesto a matar s
Grecia permaneció en silencio, mientras su cerebro procesaba las palabras de Rodrigo. «Él te quiere y yo te he entregado» ¿La había vendido? La indignación se abrió paso con la fuerza de un huracán, haciendo que cada terminación nerviosa de su cuerpo volviera a la vida de manera casi violenta y sin pensarlo dos veces estampó su mano abierta en el rostro de su hermano.—¡No soy una maldita cosa! ¡No soy un objeto que puedas entregar a quien lo desea! —gritó ignorando el dolor de su mano y aun sentía que ese golpe era poco para lo que él se merecía.—Me importa una m1erda lo que crees ser Grecia Falcón, aquí harás lo que yo decida hacer contigo, he firmado los papeles y no voy a dar ni un solo paso atrás, si sabes lo que te conviene será mejor que de una maldit@ vez aceptes tu destino, desde que naciste su