Volvieron a casa en completo silencio, mientras el mundo se abría para uno, se cerraba para ella, apenas llegaron a la mansión Mendoza, bajó del auto y se encaminó a la habitación donde su padre se encontraba, era un hombre de setenta años, con una enfermedad incurable. Ella era la última de sus hijos, producto de un segundo matrimonio y la única niña en la familia Falcón, aparte de Rodrigo, tenía otros dos hermanos que habían preferido hacer su vida lejos de su padre y hermano mayor; sin embargo, ella no había tenido la misma suerte, tras la muerte de su madre se había quedado a cargo de Rodrigo quien tuvo siempre mano dura para ella, no le permitió tener un novio hasta Guillermo.
—Esta es la última vez que te atreves a desafiarme Grecia, es la última vez que te lo voy a permitir —gritó Rodrigo apuntándole con el dedo, mientras Grecia lo miraba con resentimiento.
—Espero que comprendas una sola cosa Rodrigo, soy la viuda de Mendoza y todo lo que tus ojos pueden ver me pertenece, así que ten mucho cuidado como te diriges a mí —dijo girándose para ver a su hermano; era evidente que había esperado impaciente por reclamarle por lo sucedido en el cementerio, pero ella no quería saber nada más. Estaba cansada de escucharle decir cada dos minutos lo que tenía que hacer, lo que podía y no hacer con su vida. Grecia sentía tanto rencor contra su hermano por lo que había hecho a Guillermo que algo en su corazón se había roto para siempre y eso era el poco respeto que aún sentía por él.
—¡Ya basta! —escucharon la voz de su padre desde la cama, el patriarca de la familia Falcón estaba lo suficientemente enfermo para no poder abandonar su cama, pero lo suficientemente fuerte como para manipular las cosas a su favor, no era muy distinto de Rodrigo o sería mejor decir que Rodrigo era exactamente su reflejo, había sido Alfredo Falcón quien había lo había moldeado a su imagen y semejanza.
—Grecia, debes comprender que todo lo que tu hermano hizo fue por el bien de la familia, sin él jamás, ¡jamás! Habrías tenido la oportunidad de acercarte a medio metro de Mendoza, le debes lo que eres, te lo dije desde el día que te casaste con Guillermo, harás lo que tu hermano disponga, porque es quien me representa y si no estás de acuerdo, vete a disfrutar tu vida por el mundo, búscate otro marido rico —dijo el hombre troceando debido al esfuerzo.
—¡¿Cómo puedes ser tan cruel?! Acabo de perder a mi marido, Guillermo no tiene ni una semana de fallecido, pero ustedes han dispuesto todo a su conveniencia, ¿Qué pasa si él tiene familia? —preguntó caminando de un lado a otro.
—¿Te dijo que tenía familia? ¿Te presentó con algún miembro de su dinastía? —cuestionó Rodrigo—. Llevó años trabajando para la compañía y jamás en todo ese tiempo pude conocer a alguien que llevará su apellido o fuera cercano a él. No existe nadie que pueda despojarte de lo que te pertenece y en todo caso, habrá que llamar al abogado para que el testamento sea abierto ya estaré ocupándome de eso —añadió con enfado.
Grecia los miró con recelo, salió de la habitación y salió de la casa, tomó el primer auto que tuvo a la vista y condujo sin saber exactamente a dónde y solo fue consciente del lugar al que había llegado cuando estacionó el auto cerca del barranco donde Guillermo había perdido la vida.
Salió del auto con el corazón roto, su cuerpo temblaba como lo hace la hoja del árbol cuando es mecida por el viento. El dolor se extendió abriéndose paso sin piedad alguna, cayó de rodillas y no puedo evitar sollozar.
—¡Guillermo! ¡Guillermooo! —gritó con desolación. El dolor se cernió sobre ella como una mano gigantesca apretando su corazón hasta convertirlo en nada. Eso era exactamente Grecia Falcón de Mendoza, no era nada si no tenía el amor de Guillermo en su vida. Sin él su vida sería una noche sin luna por toda la eternidad y su corazón un mausoleo donde guardaría el amor por Guillermo para siempre…
No supo cuánto tiempo estuvo llorando de rodillas en aquel lugar, no le importaba tampoco, solo deseaba morir y reunirse con él, pero no tenía el valor para lanzarse porque aquel peñasco sobre todo porque no terminaría únicamente con su vida, sino también con la vida de su hijo, el hijo de Guillermo. Con aquella verdad volvió a su casa con el amparo de la noche, no se detuvo cuando la voz enfadada de su hermano la llamó varias veces, no quería verlo, no deseaba nada más que dormir y esperar que los siguientes días las cosas fueran más llevaderas.
Los días fueron pasando, convirtiéndose en semana y Grecia no pudo evitar decirle a su familia de su embarazo, el niño estaba creciendo en su vientre y no había razón alguna para ocultarlo, él fue procreado dentro del matrimonio y con amor.
—¡¿Qué estás diciendo?! —gritó Rodrigo con el rostro desfigurado por el enojo.
—Te he dicho que estoy embarazada de diez semanas, el hijo de Guillermo crece en mi vientre —repitió con seriedad.
—¡Eres una tonta, una estúpida! ¿Cómo se te ha ocurrido embarazarte de Guillermo Mendoza? Te dije que te tomarás las malditas pastillas desde que iniciaste tu relación con él, te dije que…
—Se perfectamente lo que me dijiste, no tienes que repetirlo Rodrigo. Pero es mi vida y es mi cuerpo y tú no tienes voz y voto en ese asunto. Mi hijo es hijo de Guillermo y cuando crezca ocupará el lugar de su padre, así que te recomiendo no llevarnos a la ruina antes de tiempo —espetó girándose para salir del lugar, lo que Grecia no sabía es que con aquella noticia y sobre todo con aquella actitud desafiante le había puesto precio a su cabeza, porque Rodrigo Falcón era lo suficientemente ambicioso como para borrar todo rastro de la sangre Mendoza del planeta. Él no iba a perderlo todo por culpa de un intruso.
Rodrigó se paseó de un lado a otro, tenía que conseguir una manera de hacer que su hermana desistiera de tener al hijo de Guillermo, eso solo complicaba su vida, había hecho mucho para tener acceso a la fortuna y aunque su hermana era la dueña de todo, no sería difícil doblegarla a su voluntad. Había cometido asesinato y no dudaría en volver a cometerlo nuevamente con tal de salirse con la suya.—Calma Rodrigo, ya pensarás en algo ahora por favor ven a la cama, me estas mareando caminando de un lado a otro —habló Lucrecia.—¡No puedo calmarme Lucrecia! He luchado mucho por todo esto que tenemos, soportó varios años ser únicamente un oficinista a disposición de Guillermo y cuando por fin puedo tener acceso a toda la fortuna, Grecia sale con que está esperando un hijo del muy maldito —gruñó sentándose a los pie
Grecia despertó sobresaltada, aquel sueño la perseguía constantemente desde el día que comprendió lo peligroso que era Rodrigo y de lo que era capaz de hacer con tal de salirse con la suya. Lloró con aquella misma desesperación que embargó su corazón al despertar en el hospital, con el miedo inundando todo su cuerpo y su corazón, con aquella certeza que nada en su vida volvería a ser igual.Las manos de la doctora Gutiérrez habían sido las únicas en sostenerla y brindarle el consuelo que necesitaba. Jamás antes había echado tanto de menos a su madre como en aquel instante. Se limpió bruscamente las lágrimas al escuchar los toques a su puerta que eran más insistentes a medida que se negaba a responder.—Sé que estás despierta Grecia, no te servirá de nada fingir —gritó Rodrigo al otro lado de la puer
Diego Mendoza observó con frialdad la escena frente a sus ojos, la señora de Mendoza había caído desplomada al suelo al verlo entrar en la habitación, debía ser que algo en su conciencia le carcomía al punto de hacerla perder el conocimiento, sonrió ligeramente o sería mejor decir que dibujó una ligera mueca de lo que un día fue una hermosa sonrisa.—Señor, no tiene necesidad de presenciar esto, si usted me lo pide puedo cancelar la reunión —susurró su asistente de manera que solo él pudiera escucharlo.—Te daré las órdenes cuando las considere necesarias Robledo, por ahora déjame presenciar este hermoso espectáculo —respondió con frialdad, se sentó en la silla más alejada de la familia Falcón, estudiándolos a su gusto y placer.Después de lo que pareció unos
Grecia abrió los ojos con cierto temor. El miedo recorrió cada fibra de su cuerpo, podía recordar y reconocer aquellos hermosos ojos grises en cualquier parte del mundo, estos eran iguales y distintos a la vez…—¡Abre los ojos de una maldit@ vez Grecia! —gritó Rodrigo enfadado su fachada de hermano comprensivo y buen hombre había sido borrado apenas Diego Mendoza abandonó la oficina. Su enojo e ira iba en aumento cada vez que veía el rostro pálido de su hermana.Grecia terminó por abrirlos de golpe al escuchar la voz de su hermano, eso solo quería decir que Diego Mendoza ya no estaba en la habitación.—¿Quién era él…? —preguntó desorientada, se sentó con la ayuda de una enfermera.—¡Sal de aquí! —ordenó Rodrigo a la joven quien no dudó en salir corriendo, todos co
Grecia se giró al escuchar la voz del hombre a su espalda, no lo conocía jamás en la vida lo había visto, pero… ¿Por qué decía que esa era su casa?—¿Estás sorda? —preguntó frunciendo el ceño—. Te he hecho una pregunta… ¿Qué haces en mi casa y quién eres? —repitió.—No estoy sorda y me has hecho dos preguntas —rebatió Grecia alejándose de la cuna del pequeño Guillermo.—Y por lo que veo no piensas responder a ninguna de ellas —alegó el hombre haciéndose a un lado, invitando a Grecia a abandonar la habitación.—¡Jorge! —el grito de Camila llamó la atención de los dos que se enfrentaban con una fiera mirada.Grecia creía que era mucho tener que vivir soportando a Rodrigo, como para venir a soportar a otro p
Diego observó su reflejo en el espejo, la cicatriz que surcaba su rostro era el cruel y frío recordatorio de todo lo que había sufrido para lograr sobrevivir. La rabia corrió por sus venas como lava quemando todo a su paso, consumiendo su corazón y llenándolo del más puro odio por la familia Falcón.—Señor —llamó Robledo su asistente siempre guardaba una prudente distancia, cuando el estado de ánimo de Diego era crudo. Y podía entender la razón ningún hombre había sufrido tanto como él, si no hubiese visto de primera mano todo por lo que tuvo que pasar, creería que era un hombre cruel y sin corazón, pero no era el caso y él estaría a su lado apoyándolo sin cuestionarlo.—¿Está todo preparado? —preguntó con tono gélido, habían pasado varios días desde que se pr
Grecia sentía que el mundo se le caía a pedazos, no había podido contactar con Diego Mendoza, llamó todos los días y en ninguna ocasión tuvo éxito, sentía que la oportunidad de salvar el poco patrimonio que aún quedaba de Guillermo se había esfumado el día que terminó desmayada en la sala de juntas.Lamentablemente era consciente de que nada podía hacer para echar el tiempo atrás y evitar aquel momento, pero siendo sincera jamás hubiera estado preparada para encontrarse con un hombre que evidentemente era idéntico a su esposo muerto, excepto por aquella cicatriz que le surcaba el rostro y por la dureza y frialdad que había en aquellos ojos.Salió de su habitación para asegurarse de que su padre continuara respirando, él era la única razón por la cual seguía soportando al patán de su hermano y realmente n
Diego ni siquiera se molestó en despedirse de un Rodrigo totalmente borracho, el cretino seguía siendo el mismo miserable y aprovechado de siempre, pidió las botellas más finas y caras del lugar y luego le pasó la cuenta, claro él ya estaba preparado para eso. No era la primera vez que se lo hacía, en el pasado no se habría molestado porque le consideraba un buen hombre, un buen hermano. Pero toda esa mierd@ solo era el telón que escondía sus verdaderos propósitos y él como imbécil había caído redondito en la trampa de la familia Falcón.Esperó a que su asistente abriera la puerta para él, lo que no se esperaba era sentir la pequeña mano sobre su brazo que le hizo sobresaltarse al recordar que había sido así exactamente igual el día que lo secuestraron para matarlo.Diego se giró bruscamente dispuesto a matar s