Grecia abrió los ojos ligeramente aturdidos, observó el techo de la habitación como si fuera la cosa más interesante del mundo y es que para ella en ese preciso momento lo era. No quería enfrentarse a la realidad, pero lo quisiera o no, debía hacerlo sobre todo porque necesitaba saber de su hijo, sino fuera por él desearía dormir por la eternidad. Por él se obligó a ponerse de pie.
—Guillermo —susurró en tono bajo, pero no lo suficiente como para que Guillermo se acercara a ella.
—Grecia, ¿Cómo te sientes? —se apresuró a preguntar.
—¿Cómo esperas tú que me sienta? —respondió sin verlo.
—Lo siento Grecia, todo tiene una explicación, yo…
—Yo no quiero escuchar y te agradeceré que no vuelvas a tocarme, no quiero saber más de tus mentiras —le inter
Grecia sintió su corazón latir fuerte dentro de su pecho y sin pensarlo corrió hasta la habitación de su hijo, abrió la puerta y ver los ojitos de su pequeño le inundó de felicidad.—¡Mi bebé! —gimoteo acercándose a él.—Mami —susurró estirando sus manitos para que ella pudiera cogerlo, pero los cables no se lo permitían.—Tranquilo mi amor, aquí estoy contigo, no te dejaré mi tesoro. Por ahora debemos esperar —le susurró acariciando su cabecita con ternura.Guillermo observó la escena con el corazón apretado, su hijo estaba a salvo, su familia estaba completa, pero…—¡Papi! —llamó el niño al verlo parado en la puerta.—Hola campeón —dijo acercándose por el otro lado para no incomodar a Grecia.—Papá
«Lo único que quiero de ti, es que me des el divorcio»«Divorcio»«Divorcio»«Divorcio»Aquella palabra se repitió como un mantra en la mente de Guillermo, mientras su corazón se estrujaba dentro de su pecho, hasta el punto de hacerle perder el aliento.—Grecia —susurró, mientras lágrimas caían por sus mejillas.—Buscaré un abogado para que se haga cargo de todo, y verás a nuestros hijos solo cuando el juez lo disponga, antes prefiero que te mantengas alejado —pidió luchando para que la voz no se le quebrara.—No puedes hacerme esto, no puedes hacernos esto Grecia, ¡nos amamos! —gritó como último recurso.—Te equivocas, te amé. Y te amé como jamás hubiese podido ser capaz de amar a otro ser en mi vida, te idealicé, fuiste mi todo
Guillermo se puso de pie antes de que el abogado dijera algo más. Estaba hecho, oficialmente su relación con Grecia había terminado, pero no lo que sentía por ella y así le llevara toda la vida, trataría de volver a conquistarla si tenía la oportunidad de hacerlo.—Iré a despedirme de los chicos —anunció sin ver a la mujer.—Siéntete libre —respondió con simpleza.Grecia por su parte despidió al abogado, le agradeció por la rapidez de sus servicios y se quedó en la biblioteca, ¿Qué otra cosa podía hacer? Todo estaba decidido ya, por fin era una mujer libre. Empezaría de cero y saldría adelante por sus hijos, ellos serían el motor de su vida de ahora en adelante.Mientras tanto Guillermo observó a sus hijos con pesar, ¿Cómo iba a decirles que no volverían a ser una fa
Grecia se sintió incómoda por lo ocurrido allí afuera, por un momento llegó a pensar que Basil tenía un interés sentimental en ella, pero al darse cuenta que la cena era solo eso; una cena entre amigos se sintió un poco más relajada y decidió disfrutar del momento que pocas veces se permitía tener. Y todo lo que hasta ese momento había disfrutado se vio opacado en el mismo instante que Basil tomó sus manos entre las suyas. Un gesto que no tenía nada que ver con la amistad, porque ella sabía muy bien diferenciar una cosa de la otra.—Basil —susurró tratando de liberar sus manos con discreción.—Grecia, no sé cómo decirte esto, o como puedas tomarlo tú, pero no puedo seguir callando lo que siento por ti, esto me supera —confesó y el cuerpo de Grecia tembló.—Basil, por favor —Grecia l
El vaso de cristal resbaló de las manos de Grecia sin poder evitarlo, mientras un dolor agudo se apoderó de su corazón; el pecho le dolía sin razón aparente.—¡No des ni un solo paso más mamá o te cortarás! —gritó Guillermo al ver a su madre temblar.—Estoy bien —susurró, pero era una mentira.Grecia sentía que el aire empezaba a faltarle y el ardor en los pulmones solamente empeoraba la sensación de ahogamiento, como si estuviera siendo sumergida dentro de una piscina de agua y no pudiera salir para coger aire.—¡Mamá! —gritó Valentina al verla casi a punto de caerse.—No sé acerquen, estoy bien, les juro que estoy bien —insistió impidiendo que ellos se acercaran y se cortaran con los pedazos de vidrio en el piso.Grecia se obligó a respirar varias veces para tranq
Guillermo pensó que estaba teniendo el mejor sueño de su vida, llegó a pensar incluso que podía haber muerto y ahora estaba en un mundo paralelo donde finalmente podía ser feliz junto a Grecia y sus hijos.«Eso es, solo así puedes explicar que Grecia te dijera que te ama y que nunca te ha dejado de amar», pensó.Sin embargo, al despertar esa noche Grecia estaba dormida en el sillón en una esquina de la habitación y su corazón volvió a latir enloquecido porque las palabras que su mente recordaba eran todas ciertas.Guillermo vio a Grecia por un largo tiempo, no quería hacer ruido o llamarla, porque no deseaba despertarla, sin embargo, algo sucedió y ella abrió los ojos fijándose en él.—¿Estás bien? —se apresuró a su lado y tocó su rostro con las manos.Guillermo se sintió de repen
Grecia se miró al espejo una vez más sin poder creer que estaba vestida de novia por tercera vez en su vida y con el mismo hombre. Definitivamente, ellos habían nacido para estar juntos.—Date prisa mamá, papá está desesperado —gritó Valentina vestida con su vestido blanco, parecía una pequeña hada de cuentos infantiles.—¡Ya voy! ¡Ya voy! No es que quiera escapar —se quejó Grecia al ser casi arrastrada por su hija de siete años.Habían pasado dos años viviendo en unión libre, pero con el compromiso grabado en sus corazones. Dos hermosos años en los que aprendieron a sanar sus heridas como pareja y disfrutaron de sus hijos todo cuanto pudieron y finalmente Guillermo le había pedido matrimonio dos semanas atrás.«—¿Qué es lo que se traen entre manos? —preguntó mient
Guillermo Mendoza aceleró el auto, había logrado escapar de sus secuestradores, el corte sobre su ceja sangraba profusamente, casi impidiéndole ver con el ojo izquierdo, su labio inferior estaba roto e hinchado, tenía al menos dos costillas rotas y hematomas en todo el cuerpo.Apretó los dientes con furia, jamás se había esperado una traición como esa, había sido un completo imbécil por confiar en quien no debía y si no fuera porque había logrado sobrevivir a ese ataque, nunca habría sabido quién había cometido aquel traicionero ataque en su contra.—¡Creí en ti, fui un tonto! —se lamentó, mientras pisaba el acelerador a fondo al ver por el retrovisor a sus secuestradores, los muy cretinos parecían empeñados a borrarlo del mapa a cualquier precio.«¿Tanto era el odio y el resentimiento que Falcó