Grecia abrió los ojos con cierto temor. El miedo recorrió cada fibra de su cuerpo, podía recordar y reconocer aquellos hermosos ojos grises en cualquier parte del mundo, estos eran iguales y distintos a la vez…
—¡Abre los ojos de una maldit@ vez Grecia! —gritó Rodrigo enfadado su fachada de hermano comprensivo y buen hombre había sido borrado apenas Diego Mendoza abandonó la oficina. Su enojo e ira iba en aumento cada vez que veía el rostro pálido de su hermana.
Grecia terminó por abrirlos de golpe al escuchar la voz de su hermano, eso solo quería decir que Diego Mendoza ya no estaba en la habitación.
—¿Quién era él…? —preguntó desorientada, se sentó con la ayuda de una enfermera.
—¡Sal de aquí! —ordenó Rodrigo a la joven quien no dudó en salir corriendo, todos co
Grecia se giró al escuchar la voz del hombre a su espalda, no lo conocía jamás en la vida lo había visto, pero… ¿Por qué decía que esa era su casa?—¿Estás sorda? —preguntó frunciendo el ceño—. Te he hecho una pregunta… ¿Qué haces en mi casa y quién eres? —repitió.—No estoy sorda y me has hecho dos preguntas —rebatió Grecia alejándose de la cuna del pequeño Guillermo.—Y por lo que veo no piensas responder a ninguna de ellas —alegó el hombre haciéndose a un lado, invitando a Grecia a abandonar la habitación.—¡Jorge! —el grito de Camila llamó la atención de los dos que se enfrentaban con una fiera mirada.Grecia creía que era mucho tener que vivir soportando a Rodrigo, como para venir a soportar a otro p
Diego observó su reflejo en el espejo, la cicatriz que surcaba su rostro era el cruel y frío recordatorio de todo lo que había sufrido para lograr sobrevivir. La rabia corrió por sus venas como lava quemando todo a su paso, consumiendo su corazón y llenándolo del más puro odio por la familia Falcón.—Señor —llamó Robledo su asistente siempre guardaba una prudente distancia, cuando el estado de ánimo de Diego era crudo. Y podía entender la razón ningún hombre había sufrido tanto como él, si no hubiese visto de primera mano todo por lo que tuvo que pasar, creería que era un hombre cruel y sin corazón, pero no era el caso y él estaría a su lado apoyándolo sin cuestionarlo.—¿Está todo preparado? —preguntó con tono gélido, habían pasado varios días desde que se pr
Grecia sentía que el mundo se le caía a pedazos, no había podido contactar con Diego Mendoza, llamó todos los días y en ninguna ocasión tuvo éxito, sentía que la oportunidad de salvar el poco patrimonio que aún quedaba de Guillermo se había esfumado el día que terminó desmayada en la sala de juntas.Lamentablemente era consciente de que nada podía hacer para echar el tiempo atrás y evitar aquel momento, pero siendo sincera jamás hubiera estado preparada para encontrarse con un hombre que evidentemente era idéntico a su esposo muerto, excepto por aquella cicatriz que le surcaba el rostro y por la dureza y frialdad que había en aquellos ojos.Salió de su habitación para asegurarse de que su padre continuara respirando, él era la única razón por la cual seguía soportando al patán de su hermano y realmente n
Diego ni siquiera se molestó en despedirse de un Rodrigo totalmente borracho, el cretino seguía siendo el mismo miserable y aprovechado de siempre, pidió las botellas más finas y caras del lugar y luego le pasó la cuenta, claro él ya estaba preparado para eso. No era la primera vez que se lo hacía, en el pasado no se habría molestado porque le consideraba un buen hombre, un buen hermano. Pero toda esa mierd@ solo era el telón que escondía sus verdaderos propósitos y él como imbécil había caído redondito en la trampa de la familia Falcón.Esperó a que su asistente abriera la puerta para él, lo que no se esperaba era sentir la pequeña mano sobre su brazo que le hizo sobresaltarse al recordar que había sido así exactamente igual el día que lo secuestraron para matarlo.Diego se giró bruscamente dispuesto a matar s
Grecia permaneció en silencio, mientras su cerebro procesaba las palabras de Rodrigo. «Él te quiere y yo te he entregado» ¿La había vendido? La indignación se abrió paso con la fuerza de un huracán, haciendo que cada terminación nerviosa de su cuerpo volviera a la vida de manera casi violenta y sin pensarlo dos veces estampó su mano abierta en el rostro de su hermano.—¡No soy una maldita cosa! ¡No soy un objeto que puedas entregar a quien lo desea! —gritó ignorando el dolor de su mano y aun sentía que ese golpe era poco para lo que él se merecía.—Me importa una m1erda lo que crees ser Grecia Falcón, aquí harás lo que yo decida hacer contigo, he firmado los papeles y no voy a dar ni un solo paso atrás, si sabes lo que te conviene será mejor que de una maldit@ vez aceptes tu destino, desde que naciste su
Grecia volvió a casa al filo de la tarde, no recordaba cómo logró sobreponerse a todas las cosas que Diego le había dicho, no recordaba ni un solo detalle de lo que habían hablado sobre la boda. Su suerte estaba echada y jamás la vida la favoreció. Su infierno sería el mismo, únicamente estaba cambiando de diablo.Los siguientes días pasaron en medio de una bruma, Grecia no comprendía las actitudes de Diego. Estaba el hecho de que la había comprado para su placer, pero no le había puesto una sola mano encima, no había siquiera intentado besarla, es más le rehuía como la peste. Se habían presentado a algunas reuniones sociales a las que le ordenó acompañarlo, pero nada era como se lo había esperado.Y esa noche tendría que asistir nuevamente a una de esas tantas reuniones que no sabía que se llevaban a cabo en la ciuda
Grecia abrió los ojos desmesuradamente al sentir la boca de Diego sobre la suya e intentó alejarse, pero él se lo impidió de manera firme y posesiva. Presionó sus mejillas con las manos para lograr tener acceso a sus labios y cuando Grecia abrió la boca él aprovechó para meter su lengua y adueñarse de la situación.Grecia no pudo evitar el gemido que salió de su garganta consciente de que aquel beso estaba llevándose su cordura, rompiendo el dique de la pasión. Y no supo exactamente en qué momento sucedió, pero solo fue consciente que estaba a horcajadas sobre las piernas de Diego cuando sintió su dura erección rozar su intimidad, el vestido le daba libertad y lo único que separaba sus partes íntimas era la fina tela de su braga y la tela del pantalón de él.Diego gruñó al sentir las caderas de Grecia restregar
Grecia volvió a casa y no se sorprendió al ver como los empleados corrían de un lado a otro, cómo sí este matrimonio fuera el evento más importante del año. Quizás para su hermano lo era, para la empresa también era un acontecimiento importante. Salvarla de la ruina era una buena cosa, tendría una oportunidad de sobrevivir solo si Diego quitaba a Rodrigo de la presidencia de lo contrario estaba destinado a morir. Sin una moneda de cambio para salvarla por segunda vez.Dejó escapar un suspiro de resignación y grabó en su memoria a fuego que esto lo hacía por salvar a Camila y Guillermo, ellos valían cualquier sacrificio.—¿Dónde has estado? —La voz afilada y demandante de Rodrigo no le sorprendió de hecho, lo esperaba.—No debe importarte donde estaba, sino el hecho de que volví para cumplir el estúpido cont