Diego ni siquiera se molestó en despedirse de un Rodrigo totalmente borracho, el cretino seguía siendo el mismo miserable y aprovechado de siempre, pidió las botellas más finas y caras del lugar y luego le pasó la cuenta, claro él ya estaba preparado para eso. No era la primera vez que se lo hacía, en el pasado no se habría molestado porque le consideraba un buen hombre, un buen hermano. Pero toda esa mierd@ solo era el telón que escondía sus verdaderos propósitos y él como imbécil había caído redondito en la trampa de la familia Falcón.
Esperó a que su asistente abriera la puerta para él, lo que no se esperaba era sentir la pequeña mano sobre su brazo que le hizo sobresaltarse al recordar que había sido así exactamente igual el día que lo secuestraron para matarlo.
Diego se giró bruscamente dispuesto a matar s
Grecia permaneció en silencio, mientras su cerebro procesaba las palabras de Rodrigo. «Él te quiere y yo te he entregado» ¿La había vendido? La indignación se abrió paso con la fuerza de un huracán, haciendo que cada terminación nerviosa de su cuerpo volviera a la vida de manera casi violenta y sin pensarlo dos veces estampó su mano abierta en el rostro de su hermano.—¡No soy una maldita cosa! ¡No soy un objeto que puedas entregar a quien lo desea! —gritó ignorando el dolor de su mano y aun sentía que ese golpe era poco para lo que él se merecía.—Me importa una m1erda lo que crees ser Grecia Falcón, aquí harás lo que yo decida hacer contigo, he firmado los papeles y no voy a dar ni un solo paso atrás, si sabes lo que te conviene será mejor que de una maldit@ vez aceptes tu destino, desde que naciste su
Grecia volvió a casa al filo de la tarde, no recordaba cómo logró sobreponerse a todas las cosas que Diego le había dicho, no recordaba ni un solo detalle de lo que habían hablado sobre la boda. Su suerte estaba echada y jamás la vida la favoreció. Su infierno sería el mismo, únicamente estaba cambiando de diablo.Los siguientes días pasaron en medio de una bruma, Grecia no comprendía las actitudes de Diego. Estaba el hecho de que la había comprado para su placer, pero no le había puesto una sola mano encima, no había siquiera intentado besarla, es más le rehuía como la peste. Se habían presentado a algunas reuniones sociales a las que le ordenó acompañarlo, pero nada era como se lo había esperado.Y esa noche tendría que asistir nuevamente a una de esas tantas reuniones que no sabía que se llevaban a cabo en la ciuda
Grecia abrió los ojos desmesuradamente al sentir la boca de Diego sobre la suya e intentó alejarse, pero él se lo impidió de manera firme y posesiva. Presionó sus mejillas con las manos para lograr tener acceso a sus labios y cuando Grecia abrió la boca él aprovechó para meter su lengua y adueñarse de la situación.Grecia no pudo evitar el gemido que salió de su garganta consciente de que aquel beso estaba llevándose su cordura, rompiendo el dique de la pasión. Y no supo exactamente en qué momento sucedió, pero solo fue consciente que estaba a horcajadas sobre las piernas de Diego cuando sintió su dura erección rozar su intimidad, el vestido le daba libertad y lo único que separaba sus partes íntimas era la fina tela de su braga y la tela del pantalón de él.Diego gruñó al sentir las caderas de Grecia restregar
Grecia volvió a casa y no se sorprendió al ver como los empleados corrían de un lado a otro, cómo sí este matrimonio fuera el evento más importante del año. Quizás para su hermano lo era, para la empresa también era un acontecimiento importante. Salvarla de la ruina era una buena cosa, tendría una oportunidad de sobrevivir solo si Diego quitaba a Rodrigo de la presidencia de lo contrario estaba destinado a morir. Sin una moneda de cambio para salvarla por segunda vez.Dejó escapar un suspiro de resignación y grabó en su memoria a fuego que esto lo hacía por salvar a Camila y Guillermo, ellos valían cualquier sacrificio.—¿Dónde has estado? —La voz afilada y demandante de Rodrigo no le sorprendió de hecho, lo esperaba.—No debe importarte donde estaba, sino el hecho de que volví para cumplir el estúpido cont
Grecia había sentido miedo, terror. Su vida no había sido color de rosa, a manos de Rodrigo sufrió los peores golpes que un ser humano podía llegar a imaginar. La convirtió en una mujer viuda con tan solo veinte años y ahora con veintidós la vendía por segunda vez para lograr sus fines, pero algo dentro de su pecho le gritaba que finalmente había encontrado la horma de su zapato. Ver el rostro de Rodrigo al ser despreciado abiertamente por Diego Mendoza no tenía precio, era una pena que el tipo no fuera un buen hombre, porque estaba segura que la haría sufrir por el simple hecho de hacerlo.—No puedes hacerme un desplante como este Diego, he invitado a varios clientes importantes, conocidos empresarios, yo he invertido…—Y lo hiciste porque quisiste jamás te dije que estaría participando en una recepción para celebrar, te dije donde y cuando iba a casarm
Grecia no comprendió aquellas palabras pronunciadas por Diego hasta que fue enviada a un cuarto de servicio, sus maletas desaparecieron y todo lo que tenía para quitarse aquel vestido, eran prendas modestas, prendas que solo utilizaban los trabajadores. Luchó por contener las lágrimas de impotencia que pugnaban por abandonar sus ojos, quería maldecir a Diego, a su hermano y a todo el mundo por lo desdichada que era, pero no lo hizo.En su lugar una determinante decisión se adueñó de su corazón y de todo su ser, esto podría no ser mejor del infierno que tenía en casa con su hermano, pero Diego no tenía nada con qué amenazarla y si ella manejaba muy bien sus cartas, quizás y solo quizás lograra que él mismo la echara de la finca. Sonrió mientras se dirigía al cuarto de baño, después de todo por hoy solo le quedaba dormir.—&iex
Grecia volvió al campo y continuó su labor. Se sentía observada, podía sentir la mirada de Diego taladrando su nuca y poco le importó. Decidió que ignorarlo era una buena cosa.Una vez terminó su jornada volvió a la choza que le fue asignada como su casa, no sabía exactamente la razón por la cual estaba allí o cuáles eran las intenciones de Diego Mendoza, pero esto era mejor de lo que había tenido alguna vez en su vida. Estaba lejos de la maldad de su hermano, podía sentir que tenía una efímera felicidad, era consciente que esto no sería para siempre, que más tarde que temprano él le revelaría el motivo de su matrimonio, porque si su intención era atormentarla haciendo que trabajara de sol a sol, entonces ella podía sentirse en la gloria, porque prefería ser una recolectora feliz y no una esposa frustrada y amargada.<
Dos semanas después. Grecia despertó al escuchar los toques a la puerta, se sentía terriblemente cansada. Le dolía el cuerpo entero; las partes más afectadas eran sus piernas y sus manos, sentía que si se ponía de pie caería de bruces o en el peor de los casos caminaría como bambi recién nacido. —¡Grecia date prisa o te quedarás sin desayuno y te aseguro que trabajar con el estómago vacío es una jodida mierd@! —gritó Nancy al otro lado de la puerta y Grecia no necesitó mayor motivación para ponerse de pie de un salto. Ella sabía perfectamente lo que era pasar el día sin comida y no deseaba volver a repetir la experiencia, sobre todo porque estaba segura que volvería a encontrarse con Diego Mendoza, ese hombre vivía únicamente para atormentar su existencia y no había manera de saber la razón. —¡Grecia! —gritó nuevamente Nancy, la chica se había convertido en su amiga y si no fuera por ella, seguramente llevaría varios días sin