Grecia no comprendió aquellas palabras pronunciadas por Diego hasta que fue enviada a un cuarto de servicio, sus maletas desaparecieron y todo lo que tenía para quitarse aquel vestido, eran prendas modestas, prendas que solo utilizaban los trabajadores. Luchó por contener las lágrimas de impotencia que pugnaban por abandonar sus ojos, quería maldecir a Diego, a su hermano y a todo el mundo por lo desdichada que era, pero no lo hizo.
En su lugar una determinante decisión se adueñó de su corazón y de todo su ser, esto podría no ser mejor del infierno que tenía en casa con su hermano, pero Diego no tenía nada con qué amenazarla y si ella manejaba muy bien sus cartas, quizás y solo quizás lograra que él mismo la echara de la finca. Sonrió mientras se dirigía al cuarto de baño, después de todo por hoy solo le quedaba dormir.
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Grecia volvió al campo y continuó su labor. Se sentía observada, podía sentir la mirada de Diego taladrando su nuca y poco le importó. Decidió que ignorarlo era una buena cosa.Una vez terminó su jornada volvió a la choza que le fue asignada como su casa, no sabía exactamente la razón por la cual estaba allí o cuáles eran las intenciones de Diego Mendoza, pero esto era mejor de lo que había tenido alguna vez en su vida. Estaba lejos de la maldad de su hermano, podía sentir que tenía una efímera felicidad, era consciente que esto no sería para siempre, que más tarde que temprano él le revelaría el motivo de su matrimonio, porque si su intención era atormentarla haciendo que trabajara de sol a sol, entonces ella podía sentirse en la gloria, porque prefería ser una recolectora feliz y no una esposa frustrada y amargada.<
Dos semanas después. Grecia despertó al escuchar los toques a la puerta, se sentía terriblemente cansada. Le dolía el cuerpo entero; las partes más afectadas eran sus piernas y sus manos, sentía que si se ponía de pie caería de bruces o en el peor de los casos caminaría como bambi recién nacido. —¡Grecia date prisa o te quedarás sin desayuno y te aseguro que trabajar con el estómago vacío es una jodida mierd@! —gritó Nancy al otro lado de la puerta y Grecia no necesitó mayor motivación para ponerse de pie de un salto. Ella sabía perfectamente lo que era pasar el día sin comida y no deseaba volver a repetir la experiencia, sobre todo porque estaba segura que volvería a encontrarse con Diego Mendoza, ese hombre vivía únicamente para atormentar su existencia y no había manera de saber la razón. —¡Grecia! —gritó nuevamente Nancy, la chica se había convertido en su amiga y si no fuera por ella, seguramente llevaría varios días sin
Grecia observó su labio partido, dolía, pero no como lo hacia su corazón. No entendía el motivo de sentirse tan herida, Diego no era nadie en su vida, solo un tipo arrogante y estúpido, eso era todo.—¡Cielos! ¡¿Qué te ha pasado?! —gritó Nancy al verla—No es nada, me golpeé sin querer con la rama de un árbol, no me di cuenta que estaba en mi camino —dijo apartándose del espejo y sentándose en la cama.—Mmmm, eso no parece el golpe de una rama, tienes dedos marcados en tu mejilla, ¿Quién ha sido la persona que se atrevió a golpearte?, voy a convertirlo en papilla —dijo con convicción y Grecia no pudo hacer otra cosa que sonreír pese al dolor que sentía en la mejilla. Era una buena cosa tener a Nancy a su lado, al menos ella era una amiga sincera.—Olvídalo Nancy, mejor di
—Pero tú no eres una mujer inocente Grecia y los dos lo sabemos. Una verdadera lástima porque tenía el amor de un hombre que lo daba por ti. Guillermo Mendoza te amo con todo su ser, pero lo que le hiciste no tiene perdón, ¡murió por tu culpa! —gritó perdiendo el control de sí mismo. La vio palidecer ante sus palabras y eso incendió su furia.—No tienes derecho de hablar de Guillermo, no sabes nada de él y el que seas idéntico a él físicamente solo serás una burda copia de él. ¿Sabes por qué? —preguntó sintiéndose mortalmente herida, que alguien la culpara abiertamente de la muerte de su marido era mucho más doloroso que un golpe físico. —Porque Guillermo Mendoza era un hombre en todo el sentido de la palabra y no un cobarde y miserable como tú —gritó conteniendo las lágrimas
Grecia se sintió momentáneamente conmovida por la preocupación de Diego. Lo quisiera o no él era un recuerdo vivo de Guillermo y tenerlo allí en la choza le hacía consciente del error que había cometido al dejarlo entrar.Él no era su Guillermo…Diego la miró por un largo momento, sus ojos viajaban de él y luego a las paredes de la choza, como si buscara una salida, como si quisiera escapar de él y la desazón golpeó su corazón.—Creo que ha sido una mala idea dejarte pasar —susurró girándose hacia la ventana cerrada donde podía ver claramente el cielo iluminarse por los relámpagos de la tormenta y dentro del pecho de Grecia justo en su corazón una tormenta mucho más peligrosa estaba a punto de estallar. Tener a Diego Mendoza en ese espacio reducido era demasiado abrumador, demasiado para su tembloroso cora
Grecia se movió en la cama, había tenido el sueño más loco y caliente de los últimos dos años, sonrió ligeramente. Sé llevó una mano a la frente para aclarar sus pensamientos, los golpes a la puerta le hicieron fruncir el ceño, no sabía ni siquiera la hora que era, solo que el astro rey alumbraba en todo su esplendor.—¡Grecia, es tarde despierta! —la voz de Nancy le hizo gruñir, no quería levantarse, quería seguir con aquella sensación de calidez en su cuerpo.Quería… Grecia abrió los ojos al mover sus piernas, estaba dolorida ¡Dolorida! En un impulso levantó las sábanas y entonces lo supo, aquello no había sido un simple sueño. Se había acostado con Diego Mendoza, y…—¡Maldición! —gruñó al darse cuenta de todo lo que podía sig
Diego la observó marcharse a través de las rendijas de la choza, apretó los puños con fuerza, no esperaba que ella rechazara la oferta. Pensó estúpidamente que estaría feliz de dejar los campos y de ocupar su lugar como esposa, era lo más lógico de pensar, sin embargo, ella parecía empeñada en demostrar lo equivocado que estaba. Ella lo confundía totalmente y ya no sabía qué pensar.—¿Qué es lo que pretendes Grecia? ¿Es esta una nueva manera de venderte? ¿Quieres volverme loco? —se preguntó con los dientes apretados, giró sobre sus talones y salió de la choza antes que los recuerdos de la noche anterior se colaran a su mente, no podía ir por ahí con una carpa de circo en los pantalones cuando tenía la intención de vigilarla.Y eso fue exactamente lo que hizo, en la distancia la vigil&o
—¡Eso es mentira! ¡Eres tú quien se ha acercado a mí para conseguir favores que de ninguna manera te daré! —gritó Martín con ojos furiosos. Él no era un hombre que aceptara perder fácilmente.—¿De verdad? —preguntó Grecia con burla. —¿Por eso estás en la puerta de mi casa totalmente alcoholizado? Si yo tuviese algún interés en ti lo más lógico sería que te buscara y no al revés. Compórtate como un verdadero hombre y asume tu culpa.Diego observó a Grecia y a Martín y estaba más que claro quién era la persona con dobles intenciones en el lugar.—Entonces… ¿No le dirá el señor cuál es el precio por mis servicios? —le retó Grecia a Diego, era más que evidente que su acoso de los últimos días hab&iac