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──────⊰·☆·⊱──────Arthur necesitaba en ese momento hacerla arder, y la mejor manera de lograrlo era sumergiéndola una y otra vez en la lujuria. Por eso no le permitió a que sus pensamientos se activaran. Esa noche sería suya, y eso era lo que más le importaba. Por esa razón mordisqueaba su labio inferior y luego lo lamía, para de nuevo apoderarse de su lengua.Morgana de forma automática se aferró a su hombro, y en puño arrugó el algodón de la camiseta. La fricción de la tela que los separaba era una sensación placentera, aunque en ese momento se dio cuenta de que Arthur no se había quitado la ropa, y ella estaba desnuda sobre él, algo que nunca pensó que resultaría tan erótico. Y fue cuando entonces convulsionó en sus brazos, y una ráfaga de placer se apoderó de su vientre.Esperó unos segundos a que sus espasmos se calmaran, y con movimientos torpes comenzó a tratar de sacarle la camiseta por arriba de la cabeza. Lo que hizo que él sonriera por ver su desesperación, ya que tenía que
──────⊰·☆·⊱──────Al abrir los ojos, Arthur tuvo una sensación de paz de la cual no había disfrutado desde hacía mucho tiempo. Había roto una de sus normas, no dormir en casa de una de sus amantes. Pero no se arrepentía, su cuerpo estaba descansado a pesar de que la cama era más pequeña que la suya, era muy cómoda. El aroma sutil de sexo estaba en el aire. Giró la cabeza, y con un suspiro acarició uno de los mechones de los cabellos de la mujer a su lado. La cual le mostraba sin ninguna vergüenza, la espalda decorada con algunas pecas que él se moría por besar, y un poco más. La sábana arremolinada entre su fina cintura, y sus piernas torneadas. Lo que más le gustaba de Morgana era que no tenía idea de la sensualidad que transmitía, y eso era algo que lo dejaba sin palabras. Dio una sonrisa ladeada, ya que le dio la razón a lo que decían acerca de las buenas esencias. “Que venían en envases pequeños”, así era ella. La vio removerse lentamente, pero todavía dormía profundamente, así qu
──────⊰·☆·⊱──────—¿Qué ha sido eso? —le preguntó él tratando de comenzar un tema de conversación. —No le hagas caso, Sergio a veces actúa un poco extraño —respondió ella al mismo tiempo que entornaba los ojos, diciendo con ese gesto que el tema estaba terminado, le dio la espalda y dijo: —Huele bien, me muero de hambre. —Sí, deberías de comer, Morgana —se colocó detrás de ella, poniendo cada una de las manos en la encimera, rozando su espalda con el pecho descubierto, encerrándola con sus brazos, y con doble sentido agregó: —Es cierto, esto huele delicioso. Ella se giró de golpe, lo miró fijamente hasta que sus ojos se deslizaron por sus labios. En ese momento, Morgana dejó claro que él no le era indiferente. La delató cuando cambió su forma de respirar, y un suave rubor apareció en sus mejillas. —¡Por supuesto que lo comeré! —exclamó, esperando que Arthur le diera un poco más de espacio, pero eso nunca pasó—. Sería una lástima desperdiciar toda esta comida.—¡Venga, Morgana! —s
──────⊰·☆·⊱──────Cualquier pensamiento coherente desapareció cuando, Arthur la atrajo a su cuerpo y la alzó para devorarla en un beso. No le quedó de otra que poner sus manos detrás de su cuello y disfrutar de aquel cálido contacto del cual parecía haberse vuelto adicta. Su olor a hombre, mezclado con su perfume y al jabón que ella usaba. —Vamos, es por allá —Arthur dijo con voz entrecortada después de separarse de sus labios, era obvio que estaba tan afectado como ella. Como el caballero que era, abrió una de las puertas de atrás del auto y sacó lo que había comprado en la tienda de la estación de servicio como aperitivo, luego la tomó de la mano y juntos caminaron por el muelle. Su intención era hacer ese domingo, inolvidable. Mientras sus pasos iban sincronizados, la mente de Arthur iba creando imágenes de cómo quería que terminara su fin de semana. Aunque lo único que le apetecía era que al llegar la puesta del sol, estar hundido en el dulce calor del cuerpo de Morgana, y de al
──────⊰·☆·⊱──────Joe no hizo caso al tono de advertencia en la voz de Arthur, estaba dispuesto a enfrentarse sin importarle las consecuencias, como siempre. Ese era el tipo de cosas que Morgana trataba de evitar, porque podía perjudicarla en todos los sentidos. Su comportamiento tan irracional muchas veces era desconcertante. —No te ha dicho que se acuesta con las mujeres por dinero, ¿verdad? —después de soltar aquello, miró a ambos negando con la cabeza, agregó con sarcasmo: —Es que son tal para cual… Tú, una zorra oportunista y él un vividor, la pareja ideal no debería asombrarme. En aquel momento, Morgana deseaba que se abriera la tierra y la tragara. Estaba completamente inmóvil por el pánico. Los transeúntes los miraban, y los que iban en sus vehículos reducían la velocidad, solo para enterarse de lo que estaba pasando. Todo sucedió tan rápido, Arthur llegó hasta él y le lanzó un puñetazo. Haciéndole retroceder un par de pasos, para luego tomarlo del polo que llevaba y darle ot
──────⊰·☆·⊱──────Al escucharle decir aquello, el cuerpo de Morgana se estremeció. Se aferró a él, entrelazando sus manos por detrás de su nuca, y luego subiendo hasta hundir sus dedos en el cabello corto sin separarse de su boca. Necesitaba su toque más de lo que quería aceptar. Durante mucho tiempo, Arthur pensó que sería un hombre solitario. Porque aunque era cierto que siempre estaba rodeado de compañía femenina, nunca se involucraba lo suficiente como para que su pensamiento acerca de las relaciones sentimentales pasaran más allá de un buen rato en la cama. No había duda de que la presencia de Morgana en su vida, le afectaba los sentidos. Incluso no recordaba haberse sentido de la misma forma por ninguna otra mujer, ni siquiera por Jennifer. Y esa había sido su relación más larga en los últimos años, y era prohibida. En el instante en que ella permitió que su lengua invadiera las profundidades de su boca, supo que estaba en sintonía, y eso para Arthur era maravilloso. Si fuera
──────⊰·☆·⊱──────—¿Te gusta lo que ves? —preguntó con voz ronca y guiñándole un ojo. Era obvio que su objetivo era tentarla, por eso no le importó deslizar su pantalón junto con el bóxer, por sus fuertes y largas piernas. Terminó sacándolos con una patada, luego dio una vuelta para que ella se deleitara con su cuerpo. Morgana dio un grito ahogado, y se puso la mano en el pecho, en el momento en que observó aquella parte de su anatomía, sobresaliendo de entre sus muslos, y señalando hacia donde se encontraba, como si fuera una flecha. Si ella era el blanco, con mucho gusto se quedaría ahí, sin moverse. Todo en Arthur era magnífico, empezando por su tamaño. Estaba segura de que pasaba un metro y ochenta y cinco centímetros. El cuerpo delgado, pero con los músculos marcados. El vello corto, oscuro, y que comenzaba en su pecho. Continuaba hasta sus increíbles abdominales, y que desaparecía en forma de V señalando aquella carne magra que Morgana se moría por tener de nuevo, al punto de
──────⊰·☆·⊱──────Eso hizo que una oleada de orgullo femenino atravesara su cuerpo, Morgana nunca había disfrutado de dar sexo oral como aquella noche, y la primera vez que lo había intentado fue en su segundo año de la universidad, con uno de sus compañeros de clases. El cual le atraía, pero no quería nada serio. Solo lo había hecho porque se había tomado media botella de tequila, quizá el alcohol o la falta de interés no hizo grata la experiencia. Pero con Arthur fue diferente, ver el cuerpo de aquel gran hombre arder por su toque no tenía comparación. A pesar del miedo que la aterraba por su inexperiencia, quería hacerlo, necesitaba hacerlo. Necesitaba saber que no era una mujer frígida, como muchas veces le había acusado Joe. Por el simple hecho de no querer tener sexo con él, y en ese momento le dio gracias a Dios por eso. Soltó solo por un momento su virilidad, para acariciar y sentir debajo de la palma de su mano, los músculos tensos de su abdomen. Emanaba calor y una fina