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──────⊰·☆·⊱──────Al escucharle decir aquello, el cuerpo de Morgana se estremeció. Se aferró a él, entrelazando sus manos por detrás de su nuca, y luego subiendo hasta hundir sus dedos en el cabello corto sin separarse de su boca. Necesitaba su toque más de lo que quería aceptar. Durante mucho tiempo, Arthur pensó que sería un hombre solitario. Porque aunque era cierto que siempre estaba rodeado de compañía femenina, nunca se involucraba lo suficiente como para que su pensamiento acerca de las relaciones sentimentales pasaran más allá de un buen rato en la cama. No había duda de que la presencia de Morgana en su vida, le afectaba los sentidos. Incluso no recordaba haberse sentido de la misma forma por ninguna otra mujer, ni siquiera por Jennifer. Y esa había sido su relación más larga en los últimos años, y era prohibida. En el instante en que ella permitió que su lengua invadiera las profundidades de su boca, supo que estaba en sintonía, y eso para Arthur era maravilloso. Si fuera
──────⊰·☆·⊱──────—¿Te gusta lo que ves? —preguntó con voz ronca y guiñándole un ojo. Era obvio que su objetivo era tentarla, por eso no le importó deslizar su pantalón junto con el bóxer, por sus fuertes y largas piernas. Terminó sacándolos con una patada, luego dio una vuelta para que ella se deleitara con su cuerpo. Morgana dio un grito ahogado, y se puso la mano en el pecho, en el momento en que observó aquella parte de su anatomía, sobresaliendo de entre sus muslos, y señalando hacia donde se encontraba, como si fuera una flecha. Si ella era el blanco, con mucho gusto se quedaría ahí, sin moverse. Todo en Arthur era magnífico, empezando por su tamaño. Estaba segura de que pasaba un metro y ochenta y cinco centímetros. El cuerpo delgado, pero con los músculos marcados. El vello corto, oscuro, y que comenzaba en su pecho. Continuaba hasta sus increíbles abdominales, y que desaparecía en forma de V señalando aquella carne magra que Morgana se moría por tener de nuevo, al punto de
──────⊰·☆·⊱──────Eso hizo que una oleada de orgullo femenino atravesara su cuerpo, Morgana nunca había disfrutado de dar sexo oral como aquella noche, y la primera vez que lo había intentado fue en su segundo año de la universidad, con uno de sus compañeros de clases. El cual le atraía, pero no quería nada serio. Solo lo había hecho porque se había tomado media botella de tequila, quizá el alcohol o la falta de interés no hizo grata la experiencia. Pero con Arthur fue diferente, ver el cuerpo de aquel gran hombre arder por su toque no tenía comparación. A pesar del miedo que la aterraba por su inexperiencia, quería hacerlo, necesitaba hacerlo. Necesitaba saber que no era una mujer frígida, como muchas veces le había acusado Joe. Por el simple hecho de no querer tener sexo con él, y en ese momento le dio gracias a Dios por eso. Soltó solo por un momento su virilidad, para acariciar y sentir debajo de la palma de su mano, los músculos tensos de su abdomen. Emanaba calor y una fina
──────⊰·☆·⊱──────Arthur abrió los ojos de pronto, y se inclinó un poco hacia adelante. Necesitaba mantener todavía el contacto, cerciorarse de que no era un sueño, que no era el jodido anhelo jugándose una mala pasada al imaginarse todo aquello. Morgana le estaba pasando el último lengüetazo de manera lenta, que parecía una eternidad. Tenía la piel enrojecida, el cabello húmedo pegado en la frente. Los labios hinchados y los ojos oscurecidos por la lujuria. Sobre todo su olor a mujer que lo estaba llamando como el canto de una sirena. Todo en ella lo impulsaba cada vez más a que aquella posesividad que estaba dormida dentro de su ser. La tomó de los brazos, y la levantó como si no pesara nada, le gustaba mucho que fuera menuda, sentía que podía moldearla a su antojo. Morgana emitió un gemido de confusión, en el minuto en que sintió en su espalda la suavidad del material del sofá que le quitó la fina capa de sudor que la cubría. Observó con los ojos bien abiertos como Arthur se posic
──────⊰·☆·⊱──────—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! —En ese momento ella estaba de acuerdo con todo lo que Arthur le ofreciera en ese momento, aunque fuese mentira, y cuando él comenzó a moverse sin sentir vergüenza salió a su encuentro, sin vacilar un solo instante. —No puedo creerlo —Arthur dijo con los dientes apretados, y empujó dentro de ella profundamente, y volvió a repetir: —¡Eres perfecta!Morgana jadeó, y movió la cabeza de un lado a otro. Porque no quería que la alabara, no quería que la hiciera sentir perfecta. Lo único que quería era que él acabara de una vez por todas con aquel dolor de necesidad que estaba alojado en su útero, y que solo se calmaba cada vez que Arthur empujaba sus caderas. —No soy perfecta, estoy muy lejos de serlo —chilló con voz de necesidad, y clavándole las uñas en los hombros, y luego con tono demandante, agregó: —Solo soy la mujer que si no te mueves ahora mismo, morirá debajo de ti.—¡Nunca! ¡Ni se te ocurra volver a decir tal cosa! —exclamó él después de un gru
──────⊰·☆·⊱──────Arthur se encontraba en su oficina aquella mañana, un tanto complicado. Ya que había llegado a la oficina tarde, puesto que tuvo que pasar primero por su ático para cambiarse de ropa. Ese día tenía una agenda algo complicada, llena de asuntos pendientes que eran importantes. Entre ellas, una reunión con la cámara de contratistas y algunos empresarios que se encargaban de suministrarle materiales de construcción, para el último proyecto de la empresa que manejaba. Por supuesto, en sociedad con la familia Anderson.Su secretaria le había comentado que desde muy temprano, incluso antes de la hora de comenzar la hornada laboral, había recibido varias llamadas seguidas de la esposa del congresista y que solicitaba que se comunicará de inmediato con ella. Arthur frunció el ceño, ya que no esperaba tal cosa por parte de ella.Justo en el minuto en el cual iba a darle instrucciones, al mismo tiempo que sacudía un polvo inexistente en su saco, entró como un vendaval, Jennifer
──────⊰·☆·⊱──────Jennifer enderezó la espalda en ese momento, mientras que a Arthur le tembló el músculo de la mandíbula, la miró de soslayo, y enseguida se dispuso a interpretar el papel de consentida. Que hacía que su esposo, cayera de rodillas ante sus pies. —No ocurre nada, cariño. Solo tengo un poco de mal humor —le dio un beso sonoro en los labios de vuelta y guiñándole un ojo agregó: —Ya me conoces, es normal en mí cuando está a punto de explotarme la migraña. —Porque te conozco, sé que hay algo que te disgusta y me gustaría saber qué es —insistió este. —¡Vamos, Charles! Estás haciendo una tormenta de esto, simplemente creo que es un día de esos en que sabes que lloverá todo el día. Arthur no se atrevía a intervenir, pero sabía perfectamente a lo que Jennifer se refería. De pronto el traje blanco de diseñador que cargaba, junto con el maquillaje que era obvio que acaba de retocarse, la hizo parecer un fantasma. Sus ojos rojos, un poco hinchados, eran señal de que había esta
──────⊰·☆·⊱──────Había sido un fin de semana memorable, Morgana sentía que estaba flotando entre las nubes. Tenía en las manos su segunda taza de café. La cual bebía a sorbos, mientras hablaba con Arthur por teléfono, Al mismo tiempo que sonreía como una adolescente, por tener el bonito gesto de invitarla a almorzar con personas cercanas a él.«¡¿Quiénes serán?!», se tensó al cuestionarse, pero luego se le vino a la mente el hombre que había estado con Arthur la noche que se conocieron y se relajó un poco. Aunque solo había compartido con él esa noche, sabía que era buena persona, y sobre todo de trato sencillo. —Deberías ver la cara de tonta que tienes en un espejo —la voz de Joe la sacó de sus pensamientos, echando a perder el momento.—¿Qué es lo que quieres ahora? —preguntó Morgana sin mirarlo, dejando su taza de café a un lado, y girando en su silla. Dándole la espalda para retomar lo que estaba haciendo en el computador.—Estás cometiendo un error al relacionarte con Graham, es