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──────⊰·☆·⊱──────—¿Qué ha sido eso? —le preguntó él tratando de comenzar un tema de conversación. —No le hagas caso, Sergio a veces actúa un poco extraño —respondió ella al mismo tiempo que entornaba los ojos, diciendo con ese gesto que el tema estaba terminado, le dio la espalda y dijo: —Huele bien, me muero de hambre. —Sí, deberías de comer, Morgana —se colocó detrás de ella, poniendo cada una de las manos en la encimera, rozando su espalda con el pecho descubierto, encerrándola con sus brazos, y con doble sentido agregó: —Es cierto, esto huele delicioso. Ella se giró de golpe, lo miró fijamente hasta que sus ojos se deslizaron por sus labios. En ese momento, Morgana dejó claro que él no le era indiferente. La delató cuando cambió su forma de respirar, y un suave rubor apareció en sus mejillas. —¡Por supuesto que lo comeré! —exclamó, esperando que Arthur le diera un poco más de espacio, pero eso nunca pasó—. Sería una lástima desperdiciar toda esta comida.—¡Venga, Morgana! —s
──────⊰·☆·⊱──────Cualquier pensamiento coherente desapareció cuando, Arthur la atrajo a su cuerpo y la alzó para devorarla en un beso. No le quedó de otra que poner sus manos detrás de su cuello y disfrutar de aquel cálido contacto del cual parecía haberse vuelto adicta. Su olor a hombre, mezclado con su perfume y al jabón que ella usaba. —Vamos, es por allá —Arthur dijo con voz entrecortada después de separarse de sus labios, era obvio que estaba tan afectado como ella. Como el caballero que era, abrió una de las puertas de atrás del auto y sacó lo que había comprado en la tienda de la estación de servicio como aperitivo, luego la tomó de la mano y juntos caminaron por el muelle. Su intención era hacer ese domingo, inolvidable. Mientras sus pasos iban sincronizados, la mente de Arthur iba creando imágenes de cómo quería que terminara su fin de semana. Aunque lo único que le apetecía era que al llegar la puesta del sol, estar hundido en el dulce calor del cuerpo de Morgana, y de al
──────⊰·☆·⊱──────Joe no hizo caso al tono de advertencia en la voz de Arthur, estaba dispuesto a enfrentarse sin importarle las consecuencias, como siempre. Ese era el tipo de cosas que Morgana trataba de evitar, porque podía perjudicarla en todos los sentidos. Su comportamiento tan irracional muchas veces era desconcertante. —No te ha dicho que se acuesta con las mujeres por dinero, ¿verdad? —después de soltar aquello, miró a ambos negando con la cabeza, agregó con sarcasmo: —Es que son tal para cual… Tú, una zorra oportunista y él un vividor, la pareja ideal no debería asombrarme. En aquel momento, Morgana deseaba que se abriera la tierra y la tragara. Estaba completamente inmóvil por el pánico. Los transeúntes los miraban, y los que iban en sus vehículos reducían la velocidad, solo para enterarse de lo que estaba pasando. Todo sucedió tan rápido, Arthur llegó hasta él y le lanzó un puñetazo. Haciéndole retroceder un par de pasos, para luego tomarlo del polo que llevaba y darle ot
──────⊰·☆·⊱──────Al escucharle decir aquello, el cuerpo de Morgana se estremeció. Se aferró a él, entrelazando sus manos por detrás de su nuca, y luego subiendo hasta hundir sus dedos en el cabello corto sin separarse de su boca. Necesitaba su toque más de lo que quería aceptar. Durante mucho tiempo, Arthur pensó que sería un hombre solitario. Porque aunque era cierto que siempre estaba rodeado de compañía femenina, nunca se involucraba lo suficiente como para que su pensamiento acerca de las relaciones sentimentales pasaran más allá de un buen rato en la cama. No había duda de que la presencia de Morgana en su vida, le afectaba los sentidos. Incluso no recordaba haberse sentido de la misma forma por ninguna otra mujer, ni siquiera por Jennifer. Y esa había sido su relación más larga en los últimos años, y era prohibida. En el instante en que ella permitió que su lengua invadiera las profundidades de su boca, supo que estaba en sintonía, y eso para Arthur era maravilloso. Si fuera
──────⊰·☆·⊱──────—¿Te gusta lo que ves? —preguntó con voz ronca y guiñándole un ojo. Era obvio que su objetivo era tentarla, por eso no le importó deslizar su pantalón junto con el bóxer, por sus fuertes y largas piernas. Terminó sacándolos con una patada, luego dio una vuelta para que ella se deleitara con su cuerpo. Morgana dio un grito ahogado, y se puso la mano en el pecho, en el momento en que observó aquella parte de su anatomía, sobresaliendo de entre sus muslos, y señalando hacia donde se encontraba, como si fuera una flecha. Si ella era el blanco, con mucho gusto se quedaría ahí, sin moverse. Todo en Arthur era magnífico, empezando por su tamaño. Estaba segura de que pasaba un metro y ochenta y cinco centímetros. El cuerpo delgado, pero con los músculos marcados. El vello corto, oscuro, y que comenzaba en su pecho. Continuaba hasta sus increíbles abdominales, y que desaparecía en forma de V señalando aquella carne magra que Morgana se moría por tener de nuevo, al punto de
──────⊰·☆·⊱──────Eso hizo que una oleada de orgullo femenino atravesara su cuerpo, Morgana nunca había disfrutado de dar sexo oral como aquella noche, y la primera vez que lo había intentado fue en su segundo año de la universidad, con uno de sus compañeros de clases. El cual le atraía, pero no quería nada serio. Solo lo había hecho porque se había tomado media botella de tequila, quizá el alcohol o la falta de interés no hizo grata la experiencia. Pero con Arthur fue diferente, ver el cuerpo de aquel gran hombre arder por su toque no tenía comparación. A pesar del miedo que la aterraba por su inexperiencia, quería hacerlo, necesitaba hacerlo. Necesitaba saber que no era una mujer frígida, como muchas veces le había acusado Joe. Por el simple hecho de no querer tener sexo con él, y en ese momento le dio gracias a Dios por eso. Soltó solo por un momento su virilidad, para acariciar y sentir debajo de la palma de su mano, los músculos tensos de su abdomen. Emanaba calor y una fina
──────⊰·☆·⊱──────Arthur abrió los ojos de pronto, y se inclinó un poco hacia adelante. Necesitaba mantener todavía el contacto, cerciorarse de que no era un sueño, que no era el jodido anhelo jugándose una mala pasada al imaginarse todo aquello. Morgana le estaba pasando el último lengüetazo de manera lenta, que parecía una eternidad. Tenía la piel enrojecida, el cabello húmedo pegado en la frente. Los labios hinchados y los ojos oscurecidos por la lujuria. Sobre todo su olor a mujer que lo estaba llamando como el canto de una sirena. Todo en ella lo impulsaba cada vez más a que aquella posesividad que estaba dormida dentro de su ser. La tomó de los brazos, y la levantó como si no pesara nada, le gustaba mucho que fuera menuda, sentía que podía moldearla a su antojo. Morgana emitió un gemido de confusión, en el minuto en que sintió en su espalda la suavidad del material del sofá que le quitó la fina capa de sudor que la cubría. Observó con los ojos bien abiertos como Arthur se posic
──────⊰·☆·⊱──────—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! —En ese momento ella estaba de acuerdo con todo lo que Arthur le ofreciera en ese momento, aunque fuese mentira, y cuando él comenzó a moverse sin sentir vergüenza salió a su encuentro, sin vacilar un solo instante. —No puedo creerlo —Arthur dijo con los dientes apretados, y empujó dentro de ella profundamente, y volvió a repetir: —¡Eres perfecta!Morgana jadeó, y movió la cabeza de un lado a otro. Porque no quería que la alabara, no quería que la hiciera sentir perfecta. Lo único que quería era que él acabara de una vez por todas con aquel dolor de necesidad que estaba alojado en su útero, y que solo se calmaba cada vez que Arthur empujaba sus caderas. —No soy perfecta, estoy muy lejos de serlo —chilló con voz de necesidad, y clavándole las uñas en los hombros, y luego con tono demandante, agregó: —Solo soy la mujer que si no te mueves ahora mismo, morirá debajo de ti.—¡Nunca! ¡Ni se te ocurra volver a decir tal cosa! —exclamó él después de un gru