AMANTE DEL MAFIOSO: llevo a tu heredero.
AMANTE DEL MAFIOSO: llevo a tu heredero.
Por: Paulina W
C1- ¿CUÁNTO ME AMAS?

C1- ¿CUÁNTO ME AMAS?

—Nena —dijo Mark de repente, deteniéndose en seco bajo la luz tenue de una farola—, ¿cuánto me amas?

La noche era fría, pero Luna Monroe apenas lo sentía. Su corazón latía con fuerza mientras caminaba junto a Mark, su mano entrelazada con la de él. Llevaban tres años juntos, y aunque las cosas no siempre habían sido perfectas, ella estaba convencida de que esta noche sería especial. Él le había pedido que se arreglara, que se pusiera algo elegante, y en su mente no había espacio para dudas: esta sería la noche en que él le pediría matrimonio.

—Te amo más de lo que puedo explicar, Mark. Eres mi todo. Lo sabes, ¿verdad? —respondió sin titubear, con una sonrisa

Él asintió lentamente y había algo extraño en su mirada. Algo inquieto. Luna quiso preguntarle qué pasaba, pero antes de que pudiera decir algo, él tomó su mano con fuerza y la guió hacia adelante.

—Vamos, tenemos que llegar.

—¿Llegar? ¿A dónde? —preguntó ella, frunciendo el ceño. Miró a su alrededor, notando que no estaban en el centro de la ciudad, sino en una zona más apartada, donde los edificios eran viejos y las calles estaban casi desiertas.

Cuando llegaron frente a un club nocturno, Luna se detuvo en seco. Las luces de neón parpadeaban con un ritmo errático, y la música que se filtraba desde el interior era ensordecedora. Esto no era lo que había imaginado. Esto no era romántico.

—Mark, ¿qué es esto? —preguntó, su voz teñida de confusión—. Pensé que íbamos a cenar o... no sé, algo especial. Esto no tiene sentido.

Él no la miró. Evitó su mirada mientras revisaba su reloj con nerviosismo.

—Por favor, Luna, confía en mí. Solo... sígueme. Ya casi no queda tiempo.

—¿Tiempo para qué? —insistió, pero él no respondió. En su lugar, tiró de su mano, llevándola hacia la entrada.

Un guardia enorme, con rostro impasible, los observó mientras se acercaban. Luna sintió un escalofrío recorrerle la espalda cuando los ojos del hombre se posaron en ella, evaluándola de arriba abajo. Mark, con un tono que intentaba sonar firme pero que traicionaba su nerviosismo, habló.

—Necesito ver a tu jefe.

El guardia soltó una risa seca, pero después de un momento, asintió y les abrió paso. Luna cruzó la entrada con el corazón acelerado, cada paso que daba la llenaba de una sensación creciente de incomodidad. El interior del club era un caos de luces estroboscópicas y sombras que se movían al ritmo de una música ensordecedora. Personas bailaban, reían y bebían, pero Luna apenas los notaba. Su atención estaba fija en Mark, quien la guiaba con prisa por un pasillo oscuro.

—Mark, por favor, dime qué está pasando —dijo, su voz quebrándose un poco.

—Solo... confía en mí, ¿sí? —respondió él, pero no la miró.

Llegaron a una puerta dorada al final del pasillo. Mark se detuvo frente a ella, respiró hondo y tocó. La puerta se abrió casi al instante, revelando una habitación que contrastaba completamente con el caos del club. Era lujosa, pero sofocante. Las paredes estaban decoradas con madera oscura, y el aire olía a tabaco y cuero. Hombres armados se encontraban en cada rincón, observando con atención.

Luna sintió que su respiración se aceleraba. Su mano tembló mientras apretaba el brazo de Mark.

—Mark... esto no me gusta. Vámonos, por favor —susurró llena de nervios.

Y antes de que él pudiera responder, un hombre se levantó detrás de un escritorio imponente. Su presencia llenó la habitación. Era alto, con cabello negro perfectamente peinado y unos ojos verdes que parecían atravesar a cualquiera que se cruzara en su camino. Su sonrisa era peligrosa, casi burlona.

—Mark Spencer —dijo, su voz suave pero cargada de amenaza—. ¿Trajiste mi dinero?

Luna parpadeó, confundida. Miró a Mark, esperando que él aclarara lo que estaba pasando, pero él solo tragó saliva y bajó la mirada.

—No... no exactamente —respondió con voz temblorosa.

El hombre arqueó una ceja, claramente intrigado.

—¿Entonces?

Mark respiró hondo, como si estuviera reuniendo el poco valor que le quedaba. Finalmente, habló, y sus palabras cayeron como un cuchillo sobre Luna.

—Te traje algo más. Algo que vale más que el dinero. Te traje a... a mi novia. Ella... ella es virgen.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Luna sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Y su mente tardó un momento en procesar lo que acababa de escuchar, pero cuando lo hizo, el impacto fue devastador.

—¿Qué...? —susurró, retrocediendo un paso —. Mark, ¿qué estás diciendo?

Él no respondió. Solo se limitó a bajar la mirada, incapaz de enfrentarla.

—Interesante —dijo el hombre, rompiendo el silencio con una carcajada baja—. Muy interesante, Mark.

Luna dio otro paso atrás y sus ojos llenos de lágrimas de incredulidad.

—¿Me estás vendiendo? —susurró, su voz temblando como una cuerda a punto de romperse. Sus ojos se clavaron en los de Mark, buscando desesperadamente una señal de que todo aquello era un malentendido, una mentira, cualquier cosa menos la verdad que ya comenzaba a asfixiarla. Pero no la encontró. Y entonces, su voz explotó —. ¡¿ME ESTÁS VENDIENDO, MARK?!

Mark dio un paso hacia ella, con las manos alzadas en un gesto de súplica, pero Luna retrocedió de inmediato, como si su proximidad la quemara. Su pecho subía y bajaba rápidamente, y sus ojos brillaban con lágrimas que se negaban a caer, retenidas por pura furia.

—Luna, yo... —balbuceó él, su voz rota, apenas un hilo—. Yo no tenía otra opción. Ellos... ellos van a matarme...

—¡¿Y ESA ES TU EXCUSA?! —gritó ella, su voz quebrándose en mil pedazos. El dolor y la traición se mezclaban en cada palabra, como un veneno que le quemaba la garganta—. ¡¿Esa es tu maldit@ excusa para TRAICIONARME?! ¡¿Venderme como si fuera un objeto, como si no fuera nada para ti?!

El hombre de los ojos verdes observaba la escena con diversión y fascinación, como si estuviera viendo una obra de teatro especialmente entretenida.

—¿Qué clase de persona hace esto? —dijo, más para sí misma que para él, su voz estaba cargada de un dolor que la atravesaba —. ¿Qué clase de hombre mira a alguien que lo ama y le pide que se acueste con otro de esa manera? ¿Cómo pudiste, Mark...? ¿Cómo pudiste siquiera pensarlo?

—Bueno, esto se está poniendo más interesante —dijo el hombre de ojos verdes, cruzando los brazos mientras sonreía.

Pero Luna no escuchaba. Todo su mundo se estaba derrumbando, y el hombre al que había amado con todo su ser estaba en el centro de la destrucción.

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