Helen estaba cerca del viejo roble, ese gigante que había sido testigo silencioso de tantas estaciones Asiáticas, la pequeña mujer tenía una pequeña sonrisa visible en el rostro encantador y angelical que posee. El viento soplaba con fuerza esa tarde, agitando las hojas como un último suspiro antes de lo inevitable. Maximus, desde una distancia cercana, la observaba a distancia. Había algo en Helen que siempre lo detenía. No era solo su belleza, era su calma, su forma de encajar con la naturaleza, como si fuese parte de un cuadro que él no podía comprender del todo, pero que lo mantenía hipnotizado, nadie se imaginaría que aquella mujer fue creada por el rey de la mafia. De pronto, un crujido resonó en el aire. Fue profundo, seco, y heló la sangre de Maximus. El árbol se inclinó lentamente hacia un lado, como si la misma tierra lo soltara de sus raíces. Él vio el roble caer en una danza pesada, rompiendo ramas en su descenso. —¡Helen! —gritó Maximus, el pánico en su voz desgarránd
Las manos del hombre tiemblan, el azul de sus ojos se vuelve más intenso, Helen sentía que podía desfallecer en ese mismo momento, sabe que puede alcanzar la gloria o condenarse a muerte, ambos se miran con tanta intensidad, entonces Maximus cierra los ojos por unos segundos, Helen no se movió, ni siquiera quería respirar, esperando alguna reacción del hombre, entonces él reacciona colocándose de pie. — Tengo algo que resolver ahora mismo, pero está conversación no termina aquí — claramente que a Helen aquella reacción le dolió, después de todo no esperaba que él se separe de ella, pero Maximus se aparta, ella siente la frialdad ante la distancia que Maximus toma, pero se mantuvo en calma, el hombre sale y ella solo tiene que ser fuerte, lentamente ella también se coloca de pie y abandona la habitación de monitoreo.Maximus cerró la puerta del despacho con un golpe seco, el eco reverberando en el silencio de la casa. Se dirigió al estante de madera oscura, donde una botella de whisky
Maximus ya no expuso ninguna palabra el hombre solo entrelaza su mano con la de la pequeña mujer, Helen tampoco dice nada, ambos se adentran en el interior de la Villa y suben hasta la habitación, allí el corazón de Helen empieza a bombear con fuerza cuando la puerta se cierra y Maximus acuna el rostro de la mujer y sin dudar la besa, sus labios se mueven con destreza y fiereza por encima de los labios de Helen, la mujer también reacciona, un beso que habla por las palabras no dichas, sus lenguas danzan con fervor, el pecho de ambos sube y baja mientras las manos de Maximus se vuelven inquietas además de guiar la mano de Helen.— Tócame mi amor quiero sentirte — susurra el hombre su voz se escucha ronca y sus ojos destilan el brillo del deseo, de la lujuria que ella despierta en su ser, las pequeñas manos de Helen se mueven temblorosas por encima de la tela de la camisa que Maximus trae puesto, sus labios no se separan y las prendas van tocando suelo lentamente, falta piel para que Ma
El avión privado de Maximus Albani descendió suavemente hacia la pista privada, un murmullo metálico que apenas perturbaba la tranquilidad del atardecer italiano. La aeronave se posó sobre la pista como un ave que se posa en su nido, elegante y precisa. El sol del crepúsculo bañaba la escena en una luz dorada que reflejaba las formas pulidas y metálicas del jet, que parecía fusionarse con el cielo despejado de Roma, fusionándose con la llegada de uno de los hombres más peligrosos del mundo de la Mafia.Maximus estaba de pie junto a la puerta, con su porte inconfundible, un hombre que parecía haberse hecho a medida de la perfección misma. Su traje oscuro, impecablemente cortado, se ajustaba a su figura con una precisión casi quirúrgica. Cada movimiento que hacía, cada gesto, estaba impregnado de una sofisticación inherente, como si fuera el mismo aire que lo rodeaba el que se adaptaba a su presencia. Sus ojos, de un azul profundo, observaban el horizonte con una calma calculada, mientr
El Encuentro con la Sombra— Entonces ¿Tienes una cena importante? — murmura Helen mientras Maximus la atrae en sus brazos pegando el pequeño cuerpo de ella al suyo.— Así es, debo de asistir o de lo contrario van a hacer a la idea de que Italia es territorio de nadie y aquello si es una gran equivocación — Maximus la besa suavemente después de expresar aquellas palabras.— ¡Maximus¡— dice ella con la voz muy baja que se escuchaba como temblorosa — Te deseo — esas palabras provocan un sismo en el cuerpo masculino — Quizás sean las hormonas del embarazo, pero quiero que me hagas el amor.Maximus siente como la garganta se vuelve seca y su miembro reacciona de inmediato ante la solicitud de aquella pequeña Diosa convertida en mujer en sus brazos, pero aquello que lo deja más desarmado fue ver como Helen deja caer el camisón que trae puesto, Maximus deja escapar una pequeña sonrisa que logra que el cuerpo de Helen tiemble. Con delicadeza, el hombre acercó su mano a la cara de Helen, aca
Los guardaespaldas preparan los vehículos de manera inmediata, unos minutos después Maximus Albani apretó el volante con tal fuerza que sus nudillos se pusieron blancos, como si estuviera luchando contra una fuerza invisible. El rugir del motor de su automóvil resonaba en las estrechas calles de Roma, mientras él avanzaba a una velocidad imposible de calcular, como un demonio escapando del infierno. Pero, en su mente, el verdadero tormento no estaba en el peligro de las calles oscuras ni en los giros arriesgados entre los edificios antiguos, sino en el fuego que consumía su interior: el recuerdo de su madre, el regreso inesperado de la sombra que lo acompañó durante toda su vida.La fiesta definitivamente había sido un infierno disfrazado de gala, pero nada lo había preparado para ese momento. Verla después de tantos años de creer que estaba muerta, después de todo lo que había hecho para desaparecerlo desde el momento de su nacimiento, era como si el pasado lo hubiera engullido con u
El amanecer en Roma era un espectáculo en sí mismo, con la luz dorada filtrándose entre los edificios históricos y las calles aún tranquilas, dejando entrever un día prometedor. Helen, con su delicada figura envuelta en un abrigo beige, se acercó a la cocina temprano esa mañana. Había pasado una noche tranquila aunque lo último que había recordado era que se había quedado dormida en el sofá Pero cuando abrió los ojos ya estaba en la cama envuelta en los brazos de Maximus.A tempranas horas de la mañana Helen ya se había comunicado con Susan su madre le había hablado acerca de que todo estaba en perfecto estado que no había nada de que preocuparse así que después de despedirse de su madre Helen había sido azotada por un antojo peculiar le había hecho pensar en desayunar un plato típico inglés, algo reconfortante que le recordara la calidez de su hogar y las manos mágicas de su madre para la cocina, después de todo seguía extrañando aquella infancia en donde todo era perfecto ella pelea
Maximus se encontraba en su despacho, la luz tenue de la tarde filtrándose a través de las cortinas, mientras los papeles sobre su escritorio parecían multiplicarse ante su mirada fija. La mente de Maximus, siempre inquieta, luchaba por centrarse en la montaña de responsabilidades que le aguardaban con la presencia de sus enemigos en las cercanías, pero algo, una presencia suave, lo interrumpió sacándolo de sus pensamientos.De repente, sus ojos azules, que solían navegar entre las sombras de sus pensamientos, se posaron en ella: Helen. La hermosa mujer tan serena como una tarde de primavera, se encontraba cerca del jardín que se extendía más allá de la ventana. La brisa jugaba con las mariposas que revoloteaban alrededor de las flores, y entre ellas, Helen acariciaba una flor, su sonrisa iluminando su rostro de una manera que Maximus jamás había visto.Sin hacer ruido, ella se acercó a una pequeña flor de pétalos lilas y comenzó a acariciarla con suavidad. Un par de mariposas danzaba