ENCUENTRO F.

Enclavada en lo alto de las colinas de la isla, respiraba la quietud de la tarde. El sol se estaba poniendo lentamente, bañando las terrazas con una luz cálida que abrazaba las paredes de la antigua residencia. El aire salino del mar llegaba suavemente, mezclándose con el aroma de los jazmines y las flores de azotea que adornaban los patios. Dentro de la villa, en el despacho principal, la atmósfera estaba cargada de expectación, un peso invisible flotaba en el aire.

Helen estaba sentada en el cómodo sofá de terciopelo azul, mirando a sus mellizos, Maximiliano y Georgina, quienes jugaban a sus pies. Los dos niños, con los ojos llenos de curiosidad y risueños como si todo fuera una nueva aventura, levantaban la vista ocasionalmente hacia su madre. El sonido de sus risas pequeñas y las palabras incomprensibles que intercambiaban llenaban la estancia, creando una sensación de calma y hogar.

A pesar de la serenidad de la escena, Helen sentía cómo su corazón latía más rápido de lo habitu
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