— Las negociaciones fueron cerradas — expuso Paolo acomodándose en la camioneta de Maximus.— He tomado la decisión de ir hasta Oceanía — al momento en que Paolo escucha aquello se queda sorprendido — Quiero que prepares el avión privado, voy a ir hasta Inglaterra, Helen va a estar con sus padres mientras yo realicé este viaje, además toda la seguridad necesaria empleada en este viaje al salir de Italia, mis enemigos están en Italia y lo mejor qué puedo hacer es dejarlos aquí — Maximus sonríe al decir aquello — Quiero salir mañana a primera hora.— Me pondré a trabajar ahora mismo en aquel viaje — Maximus asiente, posteriormente la camioneta entra en movimiento avanzando a gran velocidad por las avenidas de Roma hasta llegar al Pent-house.Como era de costumbre cada vez que él llega tarde después de alguna reunión, Helen ya estaba dormida o al menos aquello fue lo que Maximus había pensado, pero ante el primer paso que el hombre realiza, Helen abre los ojos.— ¿Te he despertado? — pre
— ¿Qué es exactamente lo que ha ocurrido? — James tenía los ojos negros puestos en la pantalla, las venas de sus manos se marcan el peligro en sus ojos era palpable el ambiente se tornaba peligroso para aquellos que se encontraban en la sala tecnológica de la mafia Inglesa, era evidente que incluso respirar costaba en aquellas cuatro paredes.— El colapso de sistema ha ocasionado que los perdamos, pero es evidente que Italia ha traicionado a su Jefe, puesto que al estar tan cerca de salir de la Frontera de Italia ha ocurrido el atraco, es muy fácil deducir que han sido secuestrados con la ayuda de varios miembros de la mafia italiana o quizás de enemigos que tengan en la mirada Sicilia u otras organizaciones que quieran atacar a Maximus.— Tenemos todas las coordenadas, pero incluso nuestro radar ha sido modificado, todo indica que Oceanía y Asía lograron aquello que durante años están buscando y es derribar nuestra tecnología, aunque solo fue por 5 segundos, no podemos negar que fuer
Paolo se mantuvo en silencio observando fijamente a aquel hombre que yace sentado en aquella silla de ruedas, La soledad se reflejaba en cada pliegue de su rostro, como si el tiempo hubiera marcado en su piel un mapa de ausencias. Sentado en la silla de ruedas, el hombre parecía absorber la vastedad del horizonte, sin prisa ni esperanza, pero con una calma inquietante. A su alrededor, la miseria se alzaba en forma de calles grises y edificios desmoronados, pero nada de eso tocaba su esencia. Él permanecía erguido, con la mirada fija en el infinito, como si el mundo entero no pudiera arrebatarle su dignidad. Su presencia era imponente, inquebrantable, como un monumento a la resistencia ante todo lo que el tiempo y la vida le habían arrebatado. En su soledad había una fortaleza silenciosa, como si no necesitara nada ni a nadie para ser un gigante entre ruinas.La pequeña niña también observa al hombre, pero es Paolo quién no estaba conforme con aquella reacción.— Yo te conozco a ti — e
Los niños volvieron a alejarse, pero en sus adentros había una sensación de vuelta, ellos volverán al hombre. El sol de la tarde bañaba el pequeño patio, creando manchas de luz sobre el suelo de tierra. El aire estaba impregnado con el aroma de las flores que aún luchaban por florecer en un rincón olvidado del jardín. El sonido de las risas infantiles llenaba el espacio, como una melodía que intentaba distraer a los niños de las sombras de la casa. Los mellizos, Georgina y Maximiliano, jugaban en el patio trasero con una pelota desgastada, sus rostros iluminados por la alegría que solo los niños conocen, esa que nace del momento presente y de la libertad que encuentran en cada rincón de su mundo.A Georgina, con sus trenzas sueltas y una camiseta algo manchada de tierra, dio un fuerte patadón a la pelota, enviándola hacia su hermano. Maximiliano, que siempre había sido más rápido y menos cauteloso, corrió tras ella con una energía que parecía inagotable. Ambos se reían, saltando y cor
El sol de la tarde bañaba aquella pequeña ciudad sumida en miseria, aunque contaba con un brillo dorado, que lo volvía un refugio tranquilo en un país donde el tiempo parecía haberse detenido. Bajo la sombra de un árbol antiguo de mango, un hombre permanecía sentado en su silla de ruedas, su figura inmóvil, como una escultura olvidada por el tiempo. Sus facciones eran perfectas, esculpidas por la vida misma sin importar la miseria que lo envuelve. Su mandíbula marcada, los pómulos altos y definidos, y una barba ligeramente descuidada añadían un aire de dureza y misterio a su rostro. Pero lo que destacaba eran sus ojos. Aunque cegados, parecían guardar secretos profundos y un océano de emociones jamás dichas. Eran de un azul intenso, como el horizonte infinito del mar en calma, aunque su mirada se perdía en el vacío, ajena a la belleza de su entorno.Cerca de él, un par de mellizos lo observan con inocencia, aunque sus movimientos mostraban una extraña mezcla de entusiasmo y timidez. G
Georgina y Maximiliano caminaron en silencio por el sendero que los alejaba del sitio en donde Maximus estaba. El sol apenas comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo con matices de naranja y púrpura, pero para ellos todo era gris. Cada paso era un peso más en sus corazones, cargados de la fría realidad que acababan de enfrentar: el rechazo de su propio padre, puesto que el corazón no se equivoca y ellos sentían y sabían tenían la certeza pese a ser muy pequeños de que aquel hombre que usa silla de ruedas es el padre de ellos.Georgina, con su vestido manchado de lágrimas, intentaba contener el llanto, pero no podía. Sentía que su pecho iba a estallar de tanto dolor. "¿Por qué no nos quiere?", susurró entre sollozos, mirando a Maximiliano, pero su hermano no respondió.Maximiliano caminaba con la mirada fija en el horizonte, los puños apretados y el rostro inexpresivo, reflejando el semblante de su padre. Sin embargo, una pequeña lágrima rodó por su mejilla, traicionando la coraza que i
Los pequeños bebés se habían quedado dormidos en los brazos de Helen, que pese a que aún estaba con muchas dudas, las certezas de que ellos eran de ella inundaba su mente y se clavó como una estaca en su alma, ellos eran hijos de ella y de Maximus, entonces al pensar en él sus ojos azules se posan en Paolo, y el hombre de manera inmediata supo que había llegado el momento de hablar, Helen se levanta de aquella cama, los mellizos estaban profundamente dormidos, Helen sabe que ha llegado el momento de aclarar los sucesos acontecidos, necesitaba esclarecer por completo aquellos actos y lo más importante era saber dónde estaba Maximus.— Debes de darte un baño— Paolo interrumpió A Helen la mujer nada más asintió con la cabeza, el hombre le señala el cuarto de baño, después de unos cuantos minutos Helen estaba lista ya para enfrentar la realidad de este mundo que ella siente aún desconocido. Paolo se encontraba sentado por debajo del árbol la noche estrellada y cálida los abrazaba con su
— El destino muchas veces pone todo en su lugar sus hijos fueron los mismos que lo encontraron ahora es un hombre solitario quizás no esté ni cerca de lo que fue aquel hombre en Italia poderoso jefe de una organización de mafia Pero sigue siendo tan inalcanzable como esos años — fue la respuesta de Paolo.— ¿En dónde estamos Paolo? ¿Cómo que son dos? ¿Cómo han nacido? Son tantas preguntas que tengo y siento que las respuestas son pocas muy escasas diría yo. — Tampoco sabía que eran dos hasta que llegó el momento del nacimiento estamos en un país muy pobre, pero sus habitantes los pocos que tiene saben brindar mucha calidez había encontrado una mujer que te realiza el aseo día a día y se encargaba de darte los alimentos que podía, claro que todo era complicado, pero fue suficiente para que no estuvieras débil, fue todo un reto y en cierta forma todo lo que he aprendido con Albani, fue suficiente para mantenerte con ciertos medicamentos o mejor dicho con ciertas hierbas que tienen prop