El Encuentro con la Sombra— Entonces ¿Tienes una cena importante? — murmura Helen mientras Maximus la atrae en sus brazos pegando el pequeño cuerpo de ella al suyo.— Así es, debo de asistir o de lo contrario van a hacer a la idea de que Italia es territorio de nadie y aquello si es una gran equivocación — Maximus la besa suavemente después de expresar aquellas palabras.— ¡Maximus¡— dice ella con la voz muy baja que se escuchaba como temblorosa — Te deseo — esas palabras provocan un sismo en el cuerpo masculino — Quizás sean las hormonas del embarazo, pero quiero que me hagas el amor.Maximus siente como la garganta se vuelve seca y su miembro reacciona de inmediato ante la solicitud de aquella pequeña Diosa convertida en mujer en sus brazos, pero aquello que lo deja más desarmado fue ver como Helen deja caer el camisón que trae puesto, Maximus deja escapar una pequeña sonrisa que logra que el cuerpo de Helen tiemble. Con delicadeza, el hombre acercó su mano a la cara de Helen, aca
Los guardaespaldas preparan los vehículos de manera inmediata, unos minutos después Maximus Albani apretó el volante con tal fuerza que sus nudillos se pusieron blancos, como si estuviera luchando contra una fuerza invisible. El rugir del motor de su automóvil resonaba en las estrechas calles de Roma, mientras él avanzaba a una velocidad imposible de calcular, como un demonio escapando del infierno. Pero, en su mente, el verdadero tormento no estaba en el peligro de las calles oscuras ni en los giros arriesgados entre los edificios antiguos, sino en el fuego que consumía su interior: el recuerdo de su madre, el regreso inesperado de la sombra que lo acompañó durante toda su vida.La fiesta definitivamente había sido un infierno disfrazado de gala, pero nada lo había preparado para ese momento. Verla después de tantos años de creer que estaba muerta, después de todo lo que había hecho para desaparecerlo desde el momento de su nacimiento, era como si el pasado lo hubiera engullido con u
El amanecer en Roma era un espectáculo en sí mismo, con la luz dorada filtrándose entre los edificios históricos y las calles aún tranquilas, dejando entrever un día prometedor. Helen, con su delicada figura envuelta en un abrigo beige, se acercó a la cocina temprano esa mañana. Había pasado una noche tranquila aunque lo último que había recordado era que se había quedado dormida en el sofá Pero cuando abrió los ojos ya estaba en la cama envuelta en los brazos de Maximus.A tempranas horas de la mañana Helen ya se había comunicado con Susan su madre le había hablado acerca de que todo estaba en perfecto estado que no había nada de que preocuparse así que después de despedirse de su madre Helen había sido azotada por un antojo peculiar le había hecho pensar en desayunar un plato típico inglés, algo reconfortante que le recordara la calidez de su hogar y las manos mágicas de su madre para la cocina, después de todo seguía extrañando aquella infancia en donde todo era perfecto ella pelea
Maximus se encontraba en su despacho, la luz tenue de la tarde filtrándose a través de las cortinas, mientras los papeles sobre su escritorio parecían multiplicarse ante su mirada fija. La mente de Maximus, siempre inquieta, luchaba por centrarse en la montaña de responsabilidades que le aguardaban con la presencia de sus enemigos en las cercanías, pero algo, una presencia suave, lo interrumpió sacándolo de sus pensamientos.De repente, sus ojos azules, que solían navegar entre las sombras de sus pensamientos, se posaron en ella: Helen. La hermosa mujer tan serena como una tarde de primavera, se encontraba cerca del jardín que se extendía más allá de la ventana. La brisa jugaba con las mariposas que revoloteaban alrededor de las flores, y entre ellas, Helen acariciaba una flor, su sonrisa iluminando su rostro de una manera que Maximus jamás había visto.Sin hacer ruido, ella se acercó a una pequeña flor de pétalos lilas y comenzó a acariciarla con suavidad. Un par de mariposas danzaba
— Las negociaciones fueron cerradas — expuso Paolo acomodándose en la camioneta de Maximus.— He tomado la decisión de ir hasta Oceanía — al momento en que Paolo escucha aquello se queda sorprendido — Quiero que prepares el avión privado, voy a ir hasta Inglaterra, Helen va a estar con sus padres mientras yo realicé este viaje, además toda la seguridad necesaria empleada en este viaje al salir de Italia, mis enemigos están en Italia y lo mejor qué puedo hacer es dejarlos aquí — Maximus sonríe al decir aquello — Quiero salir mañana a primera hora.— Me pondré a trabajar ahora mismo en aquel viaje — Maximus asiente, posteriormente la camioneta entra en movimiento avanzando a gran velocidad por las avenidas de Roma hasta llegar al Pent-house.Como era de costumbre cada vez que él llega tarde después de alguna reunión, Helen ya estaba dormida o al menos aquello fue lo que Maximus había pensado, pero ante el primer paso que el hombre realiza, Helen abre los ojos.— ¿Te he despertado? — pre
— ¿Qué es exactamente lo que ha ocurrido? — James tenía los ojos negros puestos en la pantalla, las venas de sus manos se marcan el peligro en sus ojos era palpable el ambiente se tornaba peligroso para aquellos que se encontraban en la sala tecnológica de la mafia Inglesa, era evidente que incluso respirar costaba en aquellas cuatro paredes.— El colapso de sistema ha ocasionado que los perdamos, pero es evidente que Italia ha traicionado a su Jefe, puesto que al estar tan cerca de salir de la Frontera de Italia ha ocurrido el atraco, es muy fácil deducir que han sido secuestrados con la ayuda de varios miembros de la mafia italiana o quizás de enemigos que tengan en la mirada Sicilia u otras organizaciones que quieran atacar a Maximus.— Tenemos todas las coordenadas, pero incluso nuestro radar ha sido modificado, todo indica que Oceanía y Asía lograron aquello que durante años están buscando y es derribar nuestra tecnología, aunque solo fue por 5 segundos, no podemos negar que fuer
Paolo se mantuvo en silencio observando fijamente a aquel hombre que yace sentado en aquella silla de ruedas, La soledad se reflejaba en cada pliegue de su rostro, como si el tiempo hubiera marcado en su piel un mapa de ausencias. Sentado en la silla de ruedas, el hombre parecía absorber la vastedad del horizonte, sin prisa ni esperanza, pero con una calma inquietante. A su alrededor, la miseria se alzaba en forma de calles grises y edificios desmoronados, pero nada de eso tocaba su esencia. Él permanecía erguido, con la mirada fija en el infinito, como si el mundo entero no pudiera arrebatarle su dignidad. Su presencia era imponente, inquebrantable, como un monumento a la resistencia ante todo lo que el tiempo y la vida le habían arrebatado. En su soledad había una fortaleza silenciosa, como si no necesitara nada ni a nadie para ser un gigante entre ruinas.La pequeña niña también observa al hombre, pero es Paolo quién no estaba conforme con aquella reacción.— Yo te conozco a ti — e
Los niños volvieron a alejarse, pero en sus adentros había una sensación de vuelta, ellos volverán al hombre. El sol de la tarde bañaba el pequeño patio, creando manchas de luz sobre el suelo de tierra. El aire estaba impregnado con el aroma de las flores que aún luchaban por florecer en un rincón olvidado del jardín. El sonido de las risas infantiles llenaba el espacio, como una melodía que intentaba distraer a los niños de las sombras de la casa. Los mellizos, Georgina y Maximiliano, jugaban en el patio trasero con una pelota desgastada, sus rostros iluminados por la alegría que solo los niños conocen, esa que nace del momento presente y de la libertad que encuentran en cada rincón de su mundo.A Georgina, con sus trenzas sueltas y una camiseta algo manchada de tierra, dio un fuerte patadón a la pelota, enviándola hacia su hermano. Maximiliano, que siempre había sido más rápido y menos cauteloso, corrió tras ella con una energía que parecía inagotable. Ambos se reían, saltando y cor