Aníbal y Nataniel se pusieron de pie, el primero con lentitud y un poco de dificultad, tratando de esconder la pantalla de la computadora mientras Alena se acercaba; para su buena suerte, Aníbal logró quitar de la pantalla la ficha de Mauricio, por lo cual ella no podía saber a quién estaban investigando.La mujer parecía estar enojada, su mirada estaba fija en la pantalla, viendo a ver que estaban haciendo. El hombre y el niño se veían nerviosos, Aníbal intentó explicarse, pero las palabras se atascaron en su garganta, y de su boca no salió nada.Finalmente, Alena habló.—¿Qué están haciendo? ¿Acaso estás hackeando la base de datos de la policía de tránsito? —le reclamó a Aníbal mientras en el rostro del hombre se dibujaba una expresión de culpabilidad.Aníbal y Nataniel intercambiaron una mirada, decididos a no mentir. —Sí, lo estamos haciendo —dijo Aníbal—. Pero no es lo que estás pensando. Estamos tratando de encontrar a un hombre peligroso que ha estado causando muchos problemas
Ella lo miró angustiada, con dudas, porque no quería entregarle la cartera, una parte de ella le decía que si lo hacía se iría y era muy probable que no lo viera más.—Te dije que me entregaras la cartera, apenas me la des, salgo de tu vida —dijo con firmeza.Alena se quedó en silencio, sorprendida ante sus palabras, él mantenía la mano extendida hacia ella esperando que le entregara la cartera, pero ella se negaba.—Por favor —repitió Aníbal.Alena lo miró en tono suplicante, pero por muchas palabras que quisiera decir en ese momento para evitar que se fuera, estas al parecer se quedaron atragantadas en su garganta y de su boca no salió nada. Ella no sabía qué hacer para detenerlo, por eso cedió, le entregó la cartera. Él la tomó y levantó su vista hacia ella, se miraron por varios segundos, pero el orgullo era más fuerte que las ganas de hablarse.—Gracias —dijo Aníbal antes de cerrar la puerta y marcharse. Alena se dejó caer en la cama abrazándose mientras las palabras de Aníbal
El médico apretó la boca en un gesto de desagrado, y se quedó mirando con molestia a Alena.—Me hubieses avisado por teléfono que habías vuelto con tu ex y yo me ahorraba la pérdida de tiempo en venir y hacer el ridículo —dijo con seriedad.Por un par de segundos Alena se quedó en silencio desconcertada, porque no había entendido sus palabras, hasta que luego de entenderla intentó aclararle.—¿De qué estás hablando? —interrogó ella frunciendo el ceño.—¿Aún me lo preguntas? Cuando hasta un ciego puede ver que estás saliendo de bañarte con el padre de tu hijo —expresó el hombre con molestia.Ella recorrió su vista de Aníbal a ella, él con sus cabellos mojados y las gotas de agua bajándole por su bien torneado pecho, debió tragar con dificultad, ella con el cabello también húmedo con una bata; entendió su punto, porque al verlos nadie dudaría que habían estado juntos, se apretó el puente de la nariz con impotencia.—Hay una equivocación, por favor controla tus palabras… no es lo que est
Alena vio el teléfono mientras conversaba con Mauricio, apenas vio la llamada de la casa, se asustó y la atendió.—¿Qué pasa mi amor estás bien? —preguntó y al otro lado de la línea escuchó la voz de su hijo.No pudo evitar emitir un suspiro de alivio, porque oír su voz significaba que estaba bien y sonrío cuando le dijo el motivo de su llamada, era para preguntarle si podía ver una película de guerra.—No mi amor, sabes que no me gusta que veas eso, busca otra más acorde para tu edad.Cuando su hijo cortó la llamada, fijo la atención en su acompañante, quien la miraba con impaciencia.—¿Listo? —preguntó Mauricio y ella asintió.Siguieron conversando, pero cinco minutos después una nueva llamada entró a su celular, ambos se quedaron viendo el móvil.—¿Qué vas a hacer? —interrogó el hombre mirando en la pantalla la palabra casa.—Lo siento, pero tengo que responder, se trata de mi hijo. Aló Nataniel ¿Qué se te ofrece?“Mamá, mi papá me quiere dar jugo de naranja antes de acostarme, per
Aníbal se acostó con su hijo en la cama pequeña, pero, era demasiado angosta y apenas si podían moverse porque estaba inquieto; después de la última llamada que le hicieron a Alena, decidió que lo mejor era dejarla tranquila, ella debía llegar a sus propias conclusiones y si no quería nada con él, tal vez no debería obligarla y dejar que hiciera su vida con otro hombre, así le desagradara la idea.—Papá —dijo Nataniel entre dormido y despierto, debemos irnos a la cama de mamá, es grande y estaremos más cómodos allí, cuando ella llegue puedes cambiarte de nuevo.—Está bien, vayamos allá.Aníbal se acostó con su hijo en la cama, el olor floral del champú de Alena, lo tenía embriagado, no podía evitar estar inquieto, pensando en que estaría haciendo ella, “¿Se estaría besando con Mauricio? ¿O tal vez bailando?”, se preguntaba, sin poder contener su inquietud.Observaba el reloj cada momento, mientras los minutos y las horas le parecía que transcurrían demasiado lento, y finalmente sin ha
—¿Qué crees que estás haciendo? —le espetó Alena a Marina con los ojos llenos de ira, mientras la sujetaba con fuerza del cabello.Marina no se atrevió a responder, simplemente balbuceó algunas súplicas para que la soltara. Alena la miró con desprecio y la soltó. —¡Eres una atrevida! ¿A cuenta de qué vienes de esa manera provocativa a mi casa a seducir al padre de mi hijo en su presencia? Si no te enseñaron a respetar ¡Yo lo haré! Y puedo darte una lección gratis e inolvidable —espetó molesta, señalándole la salida del apartamento.Marina se quedó viendo a Aníbal, al parecer lo hacía esperando que él la autorizara y eso volvió a desatar la furia en Alena.—Él no tiene nada que responderte porque esta es mi casa, así que ¡Fuera! Sin darle un minuto más de reponerse, empezó a empujarla.—Por favor mi abrigo —pidió la mujer.Como si estuviera sincronizado, el pequeño Nataniel lo tomó del suelo y se lo lanzó a la mujer.Aníbal observaba la escena con asombro y preocupación. No podía cre
—¡Abuelita de mi corazón! Te he extrañado tanto —le dijo la niña abrazándola mientras las lágrimas rodaban por las mejillas de la mujer.—Yo también mi cachorrita —dijo doña Pierina conmovida.—No abuelita, ya no me digas cachorrita, que yo no soy ningún perro, ni de ningún animal pulgoso… mi mami me dice Rayito, porque dice que yo soy un rayito de luz que ilumino cualquier parte donde voy —expresó la pequeña de manera orgullosa.Doña Pierina sonrió.—Tu madre tiene razón, por eso desde hoy te diré Rayito —la mujer vio a los lados como buscando algo y la niña se dio cuenta.—Abuelita, ¿Por qué andas de fisgona viendo a las casas ajenas? Tú siempre me has dicho que eso es malo ¿Por qué lo haces entonces? —dijo con seriedad.—No Rayito, no estoy fisgoneando… yo solo quiero ver a los gemelos, quisiera tanto conocerlos —habló la mujer con tristeza.—Ay, abuela, no creo que mis hermanos te vayan a querer… mi madre es su adoración y ellos creen que tú eres una vieja bruja —se tapó la boca a
Erika se puso de pie, su expresión seria mientras observaba a Elisa, sus ojos chispeantes de la rabia. Rayito se levantó corriendo y escondió detrás del sofá acurrucándose como una bolita, su hermano Salva la vio y corrió tras de ella y la abrazó, lo mismo hizo Salva, cada uno se puso de un lado estando ambos dispuesto a protegerla.El ambiente era tenso, pero Erika, tenía muchas cuentas pendientes con su hermana y quería cobrarse la factura, la miró con desprecio.—¡La ignorancia es atrevida! ¿De qué hija estás hablando? Porque sabes muy bien de que Kaire es mi hija… y tú no tienes nada que ver con ella —respondió Erika con fiereza, caminando lentamente hacia Elisa.Elisa soltó una risa burlona, caminando hacia el sofá y sentándose con desdén.—Oh, por favor. Sabes que yo soy la madre de Rayito, la cargué nueve meses, mi cuerpo se deformó mientras ella crecía en mi vientre, fui yo quien la sintió por primera vez, la que la di a luz ¿Tú que hiciste? ¿Poner tus óvulos? Eso no te hace m