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Capítulo 18. Una mentira piadosa.

Erika sintió que se le partía el corazón. Había oído la súplica desesperada de la niña, rogándole que no enviara a su padre a la cárcel, porque estaba enfermo.

El llanto de la niña estaba lleno de emoción y dolor, y Erika se vio incapaz de ignorarlo. Nunca había oído a alguien llorar con tanta pena en su vida; era desgarrador.

—Él es un buen papá, me canta canciones aunque con su voz gruesa, me cuenta cuentos, juega con mis muñecas y me deja pintarlo bonito, me monta en sus hombros para que me vea alta… nunca me regaña y me tiene paciencia. Mi papá es el único que me ama… no lo envíes a la cárcel, por favor. Además, yo quiero que él sea feliz en sus últimos días de vida —mientras más hablaba más lloraba la niña, sumiendo a Erika en una profunda tristeza.

—¡No llores mi rayito! Por favor, me parte el alma, verte tan triste… te prometo que lo voy a pensar.

Erika trataba por todos los medios de tranquilizar a la niña, mientras asimilaba la noticia de la enfermedad de Julián sin poder c
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