Linda miró nuevamente el reloj, era la sexta vez que lo hacía en dos horas, diecinueve de febrero, era su cumpleaños número veintiocho y de nuevo estaba sola en casa, esperando por él, le había prometido estar con ella en esta fecha tan importante. Prometió; llamarla, llevarla a cenar y quedarse el resto de la noche con ella.
Pero ya Marcus llevaba dos horas y media retrasado, Linda no quería creer que él faltaría a sus promesas (Una vez más), necesitaba confiar en Marcus, quería hacerlo, solo que esta vez todo le indicaba que él no llegaría, y eso estaba destrozándole el alma, evidentemente Marcus, no cumpliría con sus palabras.
Marcus, era el amor de su vida, el hombre perfecto con el cual compartir el resto de sus días, era fuerte, atlético, cariñoso, atento, con hermosos rasgos que lo convertían en un hombre realmente atractivo, pero Marcus no era perfecto, tenía un defecto, y ese era su estado civil.
Lo había conocido hacía ya ocho años, durante un viaje realizado a España a visitar a sus padres, Marcus iba en viaje de negocios, desde el primer instante quedó prendada de sus ojos, de su manera de sonreírle y de coquetearle, durante dos semanas habían salido con frecuencia, ella solo tenía veinte años e inmediatamente pensó que había encontrado al hombre de su vida, una semana después de haberse conocido, luego de haber ido a cenar, terminaron en una habitación de un lujoso hotel, a pesar de ser su primera vez, Linda no se sintió nerviosa, estaba ansiosa por sentir aquel firme cuerpo contra el suyo.
La suya fue una entrega total y llena de pasión, después de aquella noche no le había quedado ninguna duda; Marcus era el hombre con quien quería estar el resto de su vida.
Él era diez años mayor que ella, rubio de ojos azules e intensa mirada, cuerpo atlético y una sonrisa que alumbraba su vida entera, dos semanas habían transcurrido desde que habían llegado a Madrid, Marcus había ido a conocer a sus padres, juntos habían cenado en familia compartiendo una espléndida noche, tres noche antes de volver de su vuelo de España, habían cenado gustosamente, terminando en la habitación del hotel de Marcus, justo después de hacer el amor él le había dicho.
-Eres una gran mujer Linda. . . mí Linda- ella lo había abrazado diciendo;
-Te quiero, Marcus - le dijo con voz cargada de pasión.
-Yo también te quiero, Linda - ella lo miró con ojos que irradiaban dicha e incredulidad.
-¿Lo dices en serio Marcus, me quieres? - sus ojos brillaban de una manera indescriptible
-Sí, me harías el hombre más feliz si al marcharnos de España continuáramos con esta relación.
-Nada me haría más dichosa- dijo riendo de éxtasis- estaré encantada de estar siempre junto a ti, organizaremos como nos veremos, puedes mudarte a mi casa, o yo puedo irme a la tuya, no me importa, solo quiero estar contigo Marcus.
-Hay algo que debes saber, Linda - esos ojos azules se ensombrecieron.
-Dímelo, querido - le acarició el pecho.
-No es algo que vaya a agradarte - aseguró nervioso.
-Después de haberme dicho que me quieres, nada podría opacar mi felicidad- él había guardado silencio largo rato, y luego le había dicho serenamente
-Linda. . . soy casado
Linda había sentido que su corazón se detenía, la sonrisa de su rostro desapareció lentamente.
-¿Qué has dicho? - estaba estupefacta, totalmente incrédula de lo que estaba escuchando.
-Soy casado. . . tengo una esposa llamada; Margaret y un pequeño hijo; Marcus Junior.
Linda se sentía desfallecer, se había entregado a aquel hombre, había hecho el amor con un hombre casado. . . ¡Marcus tenía una familia!
-¿Cómo fuiste capaz de hacerme esto? - él la abrazó fuertemente uniendo su desnudez a la de ella.
-Esto se llama amor, Linda.
-¡Acabo de acostarme con un hombre, al cual su esposa espera en casa!, ¡eres un bastardo Marcus!
-Te quiero Linda, no quiero apartarme de ti.
-¡Eres casado!- gimió
-Si Linda, pero si te alejas de mí, moriré
-Por mi puedes irte al mismísimo infierno - le espetó con ira mientras golpeaba fuertemente el amplio y rubio pecho.
-¡Linda, linda! - ella se tranquilizó, le miró directamente a los ojos y le dijo con voz pausada
-Suéltame Marcus, deja que me marche. . . te detesto por haber jugado conmigo, te detesto por haberme hecho el amor cuando en casa te espera tu familia, te odio porque ahora te llevas todo de mí, mientras que yo quedo sin nada.
Había salido quince minutos después de la habitación, tomado un taxi hasta la casa de sus padres. Marcus no se alejó de ella, volvió con ramos de rosas, con arrepentimiento y expresiones de amor. Linda no recordaba con facilidad cuando decidió perdonarlo, le amaba intensamente y no quería separarse de él, así que cuando regresaron de ese viaje, Linda lo hacía como su amante formal. No era justamente lo que deseaba para ella, pero pensó que poco a poco lo convencería de dejar a Margaret y dedicarse a amarla únicamente a ella con entrega absoluta, decidió olvidar las clases de moral que siempre le habían dado sus padres, así como decidió acallar la voz de su conciencia que le gritaba que destruía un hogar; le quitaba un esposo a una mujer, y un padre a un hijo, pero eso no le importaba, ella amaba a Marcus y debía pensar en ella porque si no nadie más lo haría, de esa manera decidió hasta olvidar su orgullo y su dignidad para convertirse en la otra; la amante de Marcus.
De esta manera Marcus llevaba ocho años de doble vida, en casa una esposa y un hijo, y en un apartamento en el centro de la ciudad una amante dedicada y amorosa, a la cual llenaba de regalos, prendas, joyas, era él quien pagaba todas sus cuentas y le había prohibido trabajar, de esta forma ella siempre estaría en casa esperándolo cuando él tuviese tiempo para correr a refugiarse en sus brazos.
Linda miró nuevamente el reloj.
-Llama Marcus, por amor a Dios. - diez minutos después sus ruegos fueron escuchados, su teléfono celular timbró.
-Hola - dijo con voz temblorosa.
-Cariño soy yo.
-Marcus te he estado esperando.- dijo airada
-Lo sé cariño y lo siento muchísimo - su tono de disculpa, solo lograba irritarla más.
-¿Dónde estás? - exigió saber
-Yo. . . bueno. . .
-¿Dónde estás, Marcus?, por tu bien dime la verdad.
-Estoy en el hospital - sintió que su corazón se detuvo.
-¿Estás bien?- su tono de ira cambió a preocupación.
-Sí. . . bueno es que . . . Margaret no se sintió bien y la he traído- su corazón latió de nuevo, solo que esta vez era la indignación y la decepción las que lo obligaban a latir.
-¿Y se supone que debo comprenderte?- dijo nuevamente enojada
-Cariño. . .
-Cariño un demonio Marcus. . . ¡es mi cumpleaños!, Mis padres vendrían, Fede vendría y les dije que estaría ocupada sólo para estar contigo. . . y tú. . .tú me dejas sola.
-Linda. . .
-Lo prometiste. . . he pasado el día sola, esperándote, se supone que hoy estarías conmigo. . .
-Lo sé, querida. . .
-Eso es lo que soy Marcus, tu querida, solo eso, ella es la señora, la dueña de tu tiempo- gritó colérica
-No me refería a eso - dijo nervioso.
-Pero yo sí. Estoy harta de Margaret, fastidiada de Margaret, cansada de que sólo me des el tiempo que te sobra, las pocas horas que te quedan para mí.
-Son las mejores horas de mi día, cariño.
-No uses ese tono conmigo, Marcus - advirtió
-Te lo compensaré- prometió
-No te creo, es más no quiero que me lo compenses. . . ¡vete al diablo, Marcus! - y así colgó el celular, lo apagó para que él no pudiera contactarla. Se dirigió a la cocina para encontrarse con el pastel y la mesa decorada, la botella de vino en una hielera donde el hielo estaba casi derretido completamente, las copas, las velas, Linda había pensado darle una sorpresa; no cenarían fuera porque ella había cocinado para él, quería que su cumpleaños fuera importante para él e inolvidable para ellos como pareja, ¡cumplía veintiocho!
Tomó una copa vacía y la arrojó contra una pared volviéndola añicos, conteniendo los gemidos y sollozos que amenazaban con brotar de su garganta. Prendió las velas del pastel, luego se inclinó sobre ellas y las soplo.
-Feliz cumpleaños, Linda.- después de hacer esto salió corriendo hasta su habitación y se arrojó sobre la amplia cama en la que tantas veces había hecho el amor con Marcus, tomó una almohada y gimió desesperada e incontrolablemente, así se quedó durante largas horas, llorando, gimiendo y sollozando, sin darse cuenta, se quedó profundamente dormida, aún gimiendo entre sueños.
Marcus detuvo su auto frente al complejo de apartamentos, bajó de él y se encaminó a encontrarse con la que él sabía; una Linda enfurecida.Sacó la llave y la introdujo en la puerta, al entrar se encaminó a la sala, encontró una copa hecha añicos contra la pared, una mesa puesta con velas, una botella de vino que navegaba en un recipiente con abundante agua, supo inmediatamente que había sido hielo, además en la mesa había también un pastel de cumpleaños. Linda estaría furiosa y lo peor de todo es que tenía toda la razón; él había faltado a sus promesas.Se encaminó hacía la habitación y abrió la puerta con cuidado. Caminó sigilosamente hasta la cama, sobre ella estaba Linda completamente dormida, llevaba un hermoso vestido rojo y zapatos de tacón alto color plateados, su cabellos se habían salido de un hermoso moño, y su cara mostraba rasgos visibles de que ella había estado llorando, Marcus se dijo:-¡Eres un canalla, Marcus!- de verdad amaba a aquel
Marcus comprendió que se había extralimitado en sus comentarios, no entendía por qué había dicho todo aquello, supuso que la presión y el estrés le pasaron factura, justo en un mal momento, la había ofendido, la había lastimado; lo sabía, sólo que no sabía cómo remediarlo. . . no quería perderla.Cuatro días habían pasado desde aquella discusión, Marcus llamaba para disculparse pero Linda no le respondía.El primer día, llegó al apartamento de Linda un ramo de margaritas frescas y con esa fragancia tan peculiar, las mismas habían sido enviada con una nota"Lo siento mucho cariño, te pido mil perdones, te amo" siempre tuyo MarcusEl segundo día, llegaron jazmines."No podré ser feliz si me dejas, no se vivir sin ti, te amo" siempre tuyo MarcusEl tercer día, llegaron dos ramos de dalias."Mi vida es completamente infeliz sin tu presencia amor mío, muero de tristeza, por favor perdóname Linda, te amo" siempre tuyo MarcusEl c
Marcus despertó con los primeros rayos del amanecer, en sus brazos descansaba Linda, no se había equivocado al buscarla, ella lo comprendía, lo amaba, se dedicaba a él con cariño, Linda era lo mejor que había pasado por su vida, le besó la frente y ella abrió los ojos con pereza.-Buenos días, mi amor.-Marcus. . . – le abrazó con fuerza – hacía mucho que no despertaba a tu lado.-Amanecer contigo es lo mejor que me ha sucedido.- Marcus comenzó a besarla con infinita pasión y luego con una ternura arrolladora, Linda sabía que la unión física era la manera de demostrarle plenamente cuánto le quería, entregarse a él y brindarle su ser, era la forma de permitir que su cuerpo gritará lo que muchas veces su boca no se atrevía a pronunciar.Margaret le esperaba sentada en un sillón cuando llego
Marcus observó fijamente su rostro, había palidecido, luego sus ojos parecían haber perdido toda expresión, parecían transparentes, vacíos, sin vida. Los labios de Linda temblaron un poco, al igual que su voz.-¿Qué has dicho, Marcus?-Está embarazada, Linda. . . no sé cómo ocurrió. . .-Está embarazada y no sabes cómo ocurrió. . . ¿no me digas que no sabes cómo se hace un bebé?- no era que ella pensara que estando casado no se acostara con Margaret, pero darle un hijo le destrozaba el alma, porque a fin de cuentas Margaret tenía de Marcus, todo lo que a ella le negaba; matrimonio, estabilidad, seguridad, una familia, su tiempo, y ahora un segundo hijo, cuando tan solo unos días atrás se había negado a la posibilidad de darle un hijo a ella.-Linda. . . mi amor. . .-Oh Marcus – gimió- vas a tener otro hijo con Margaret.-Linda. . . yo. . .-Estoy cansada de esto Marcus, llegue a mi límite, estoy harta de que Margaret tenga
Marcus llegó muy tarde a su casa, como de costumbre Margaret le esperaba, lo primero que notó fue que llegaba muy tomado, no estaba completamente ebrio, pero sí en la angosta línea que separaba la sobriedad y la ebriedad.-¿Dónde has estado Marcus?, mira nada más las condiciones en las que llegas.-¿Qué dónde estaba? – preguntó él.-Sí.-Pues... ¿dónde más?, celebrando a nuestro segundo hijo. . . - dijo con sarcasmo mientras lloraba.-Pues no pareces muy feliz – le aseguró ella mirándole fijamente.-Deja de criticarme – le gritó – es mi problema de dónde vengo, con quien estaba, y si estoy feliz o no, ese es mi asunto no el tuyo.Margaret guardo silencio, <<ella jamás le preguntó con quién estaba>>, lo que le permitía especular que había estado con aquella amante misteriosa, seguramente le había dado ya la noticia del bebé. . . ¿cómo lo había tomado ella?.-Lo siento cariño, solo quise saber. . .-Ese es p
A la mañana siguiente Marcus se levantó muy temprano, pero no salió de casa, decidió quedarse en cama.-Son las diez y aún no te levantas, ¿te ocurre algo querido?-Nada especial Margaret, sólo que no me siento muy bien esta mañana.-¿Quieres que llame al galeno?-No, solo quiero descansar.-De acuerdo querido, yo iré a comprar algunas cosas que necesito para la cena de esta noche.-Está bien, yo me quedaré en casa hoy, mientras estás fuera aprovecharé de llamar a Marcus – efectivamente así fue, Margaret salió de la casa y él marcó el numero celular de su hijo.-Buenos días, padre – respondió él chico del otro lado de la línea.-Buen día hijo, ¿cómo has estado?, no hemos podido conversar desde que te fuiste a casa de tu tío.-Estoy bien papá, he pasado muy buenos días aquí. Me mantiene la mente ocupada, así no extraño tanto a la abi.-Me alegra que la estés pasando bien hijo. . . cada día que pasa extraño más a
Dos días más tarde el teléfono residencial sonó.-Residencia Álvarez.-¿Señora Margaret?-Sí. . . ¿quién habla?-Soy el detective Domínguez.-Detective. . . ¿me tiene noticias?- preguntó sintiéndose ansiosa, su corazón palpitaba con violencia.-Sí. . . tengo mucha información para usted.-¿Tan pronto? – abrió los ojos como platos.-Se mover mis contactos, señora.-¿Sabe. . . sabe quién es ella?-Efectivamente, si está usted de acuerdo podemos encontrarnos en el Rizzo's Café.-Me parece bien.-En una hora.-En una hora- afirmó ella antes de colgar.Dijo a Marcus Jr, que saldría a una diligencia, pero que volvería pronto.Una hora más tarde el detective Domínguez la esperaba en una mesa, se puso en pie para recibirla, mientras le extendía
Linda se sentía destrozada, jamás pensó enfrentarse con Margaret, se sentía fatal por haberla lastimado, por amar al mismo hombre que ella, se sintió destrozada porque dejó a un lado sus valores para estar con el hombre que amaba, pero solo había generado un gran sufrimiento.Aquella había sido una conversación terrible, ambas se habían ofendido, pero sintió que Margaret la humillaba, que ponía en poco el amor que Marcus y ella sentían y . . . aquello no podía soportarlo.Había fallado; si, lo reconocía, pero no era una perra, ni una zorra, ni una mujerzuela, solo era una mujer que se había enamorado del hombre equivocado.Linda lloraba desgarradoramente, había cometido un pecado que si bien no fuera capital, era un pecado mortal; el adulterio, pero ya desde hace ocho años había empezado a pagar las consecuencia de aquello.Amaba a Marcus, pero Marcus tenía que estar con su familia, con el pequeño Marcus, y con esa inocente creatura que venía en camino y que