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*Capítulo 3*

Marcus comprendió que se había extralimitado en sus comentarios, no entendía por qué había dicho todo aquello, supuso que la presión y el estrés le pasaron factura, justo en un mal momento, la había ofendido, la había lastimado; lo sabía, sólo que no sabía cómo remediarlo. . . no quería perderla. 

Cuatro días habían pasado desde aquella discusión, Marcus llamaba para disculparse pero Linda no le respondía. 

El primer día, llegó al apartamento de Linda un ramo de margaritas frescas y con esa fragancia tan peculiar, las mismas habían sido enviada con una nota

"Lo siento mucho cariño, te pido mil perdones, te amo" siempre tuyo Marcus

El segundo día, llegaron jazmines.

"No podré ser feliz si me dejas, no se vivir sin ti, te amo" siempre tuyo Marcus

El tercer día, llegaron dos ramos de dalias.

"Mi vida es completamente infeliz sin tu presencia amor mío, muero de tristeza, por favor perdóname Linda, te amo" siempre tuyo Marcus

El cuarto día, seis docenas de rosas rojas, al igual que los tres días anteriores llevaba una nota

" Estoy al borde de la locura, tu ausencia, tu indiferencia me están matando mujer, mi corazón late destrozado por el daño que te he causado, sino me perdonas; estoy condenado a una vida de desdicha, dolor y sufrimiento. Te amo" siempre tuyo Marcus

Cuatro días habían transcurrido desde que linda lo echó de su casa, envió las rosas como muestra de desesperación, Linda no respondía sus llamadas, ni sus mensajes, no quiso ir a su casa para evitar agravar la situación, debía esperar a que se calmará o jamás podría recuperarla, y esa no era opción para él ¡amaba a linda!, la amaba intensamente, no quería tener que vivir sin ella.

Estacionó el auto frente a la casa, pedía a Dios que Margaret no estuviese, no estaba de humor como para liderar con ella; quien cada día se volvía más insoportable e irritante para él, serían ideas suyas, o sería por el hecho de que comparaba a ambas mujeres diariamente. 

Al cruzar el vestíbulo supo que no tenía tanta suerte como esperaba; Margaret estaba en casa.

-Querido, al fin llegas.

-Si, al fin llego.

-Al parecer no traes tan buen humor.

-Solo estoy algo agotado, tengo sueño y me duele la cabeza.

-Últimamente te duele mucho la cabeza, deberías visitar a un doctor.

-Es solo estrés del trabajo Margaret, me produce mal humor y me vuelve una compañía insoportable, deberías saberlo.

-Y lo sé querido. será mejor que vayas a descansar - le rodeó el cuello y le dio un gran beso en los labios.

-Sí, será lo mejor. 

-Querido debes recordar que pronto tendremos la fiesta anual en casa de los Morgan, no quiero que lo olvides.

-No quisiera asistir – dijo pesaroso

-Todos los años asistimos – se quejó

-Por eso lo digo, para que seguir asistiendo año, tras años, ya sabemos que sucederá.

-Nada de eso Marcus, me enfadaré si no vamos- dijo indignada- es un compromiso social.

-Dejémoslo por ahora Margaret, no me siento bien.

-De acuerdo – dijo zanjando la situación.

-¿Marcus, está en casa?

-No, está visitando a Andy, volverá tarde, quizás se quede a dormir allá quien sabe. 

-Esa no me parece una buena idea.

-¡Por Dios Marcus!, tu hijo ya no tiene cinco años, tiene dieciséis.

-Lo sé.

-Entonces no pretendas cohibirlo, no harás de mi hijo un joven tímido e introvertido.

-No es eso lo que quiero.- se quejó enojado.

-Pero es lo que vas a conseguir. 

-¡Me duele la cabeza, Margaret!.

-Si ya lo sé. . . como Marcus esta con Andy, quizás podamos hacer una pequeña fiesta. . . para dos.

-¡Me duele la cabeza, Margaret!.- dijo frío y sin más se alejó encaminado hacia la habitación. 

Margaret quedó completamente perpleja por la reacción de su esposo, él jamás había sido así,¡ nunca la había rechazado!, nunca se había comportado de esa manera, sin embargo, llevaba cuatro días furioso, distante, agobiado, distraído y aunque negara que le sucediera algo, Margaret estaba completamente segura de que algo ocurría con Marcus y era algo muy delicado, ¡ ya ni siquiera hacer el amor era un incentivo para su cambio de ánimo!

¿Acaso algo empezaba a cambiar en su relación?, ¿Sería costumbre lo que les ocurría? - lo pensó con mucha preocupación, porque a pesar de haber transcurrido casi dieciocho años de matrimonio, ella amaba a su marido.

Si había algo, ella lo descubriría, por nada del mundo perdería a su esposo.

Aquella noche fue terrible... Marcus soñaba que estaba en una isla y Linda se encontraba en un bote que se alejaba cada vez más, dejándolo completamente solo. . . Linda soñaba que Marcus le gritaba a la cara lo mucho que amaba a Margaret. . . y Margaret soñaba que su esposo le confesaba, que simplemente había dejado de amarla, lo que trajo como conclusión que el trió pasara muy mala noche, a los primeros rayos del amanecer, ninguno de los tres había dormido, como le hubiese gustado.

Marcus se levantó resuelto a que recuperaría a Linda a como dé lugar, así que le compraría una hermosa joya y le pediría perdón de rodillas.

Al llegar al desayunador Margaret lo esperaba con muy mala cara, lloraba descontroladamente y lo miraba entre una cortina de lágrimas.

-¿Le ha sucedido algo a Marcus?

-No, nuestro hijo está bien – dijo entre sollozos.

-¿Entonces qué ocurre?

-Oh Marcus. . . tu madre ha muerto, le ha dado un infarto. . .

Marcus quedó de piedra, el aire no llegaba a sus pulmones, se sentía desfallecer. . . ¡su madre había muerto!, salió huyendo de casa bajo las primeras gotas de una lluvia fría, pero no le importó necesitaba ir a donde Linda, necesitaba encontrarla y refugiarse en sus brazos, era la única persona que le daría paz en un momento como ese, en el cual se sentía desfallecer.

Pidió a Dios porque Linda se apiadará de él y lo recibiera con brazos abiertos a la vez de brindarle el amor y la seguridad que necesitaba en ese momento, su madre había muerto, su amada madre ya no estaba. . . Linda era la única que podía consolarle.

Linda acababa de terminar de desayunar cuando el timbre sonó. . . ¿Quién sería tan temprano?, ¿Mas flores de Marcus?, se ajustó la bata de dormir y se dirigió a la puerta.

Al abrirla no pudo creer lo que veía; un Marcus pálido, abatido, decaído, descorazonado, él levantó el rostro y la miró directamente a los ojos

¡Marcus estaba llorando!

Supo inmediatamente, que no era a causa de los días de separación, algo más profundo le atenazaba el alma, quiso correr y abrazarlo pero permaneció donde se encontraba.

-Marcus. . . –susurró

-Mi madre. . . mi madre murió.- Linda no pudo ocultar la sorpresa, sintió un terrible dolor al observar como el hombre que amaba sufría de esa manera. Abrió los brazos brindándole refugio, él no lo pensó y se arrojó a ellos.

Lloró amargamente y en silencio, mientras sus hombros subían y bajaban vibrando por las emociones liberadas, Linda lo mantuvo refugiado en su pecho.

-Estoy contigo cariño. . . aquí estoy para ti. . . ssshhhh, tranquilo mi amor. . . todo estará bien. – eran algunas de las palabras que le susurraba al oído, sabía que realmente sufría. Marcus amaba a su madre con todo su ser, esta era una pérdida irreparable para él.

-Oh Linda. . . este dolor va a matarme. . .

-Tranquilo mi amor- le susurró  con  ternura.

-Ya no está, se ha ido, no volverá jamás. . .

-Lo siento mi amor, lo siento, estoy aquí para ti, juntos saldremos de esto.

-Oh Linda, no me dejes solo. . . no soportaría perderte también a ti.

Marcus se quedó con ella todo el día y sorprendentemente, también toda la noche, la necesitaba, en esos momentos tan duros solo una persona podría brindarle fortaleza, y esa era Linda, así que aquella noche no se iría, necesitaba dormir junto a ella, necesitaba sentir que todo estaría bien y esa seguridad solo se la daba Linda. Durmieron abrazados, él se durmió primero, y ella le observó mientras su respiración era descansada y tranquila, fue allí cuando se percató, que en ocho años de relación, era la primera vez que ambos dormían en la misma cama de esa manera, sin tocarse, sin amarse, sin entregarse uno a otro. . . en ocho años era la primera vez que estaban en una cama y no hacían el amor.

Eran las dos cuarenta y ocho minutos de la madrugada cuando el sonido del teléfono de Marcus la despertó, lo tomó, observó la pantalla. . . ¡Era Margaret!. . . seguramente estaba preocupada porque Marcus no hubiese aparecido y por primera vez en ocho años sintió pena por ella, porque Marcus la había necesitado, se había refugiado en ella y había olvidado por completo a su esposa. Linda había tenido muchas veces aquella sensación de abandono, así que no le envidió nada a Margaret, apagó el celular, se acomodó nuevamente en los fuertes brazos de Marcus y se durmió.

Margaret se sentía abatida, eran casi las tres de la madrugada y Marcus no aparecía, solo rogaba al cielo que no hubiese cometido una tontería; no soportaría perder a su esposo, estaba destrozado con la noticia de la muerte de su madre, así que ¿dónde había podido ir a buscar un poco de paz y tranquilidad?. . . no tuvo la más mínima idea.

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